“UNA SOLA CARNE”: LO DIVINO MASCULINO Y FEMENINO EN NOSOTROS

Una lectura atenta de la historia de la creación de Adán y Eva nos enseña las diferencias entre hombres y mujeres, y entre lo masculino y lo femenino dentro de cada uno de nosotros.

Los hechos más obvios son a menudo los más asombrosos. Uno de ellos es que somos de dos sexos, masculino y femenino. La humanidad está dividida en naciones, estados, clases, facciones políticas, grupos de interés, escuelas de pensamiento y comunidades virtuales en línea. Pero la división en hombres y mujeres trasciende a todas las demás, dividiendo a todos los demás grupos humanos en dos. De hecho, no sólo nos divide en dos grupos, sino que casi toda la vida en la Tierra, desde las plantas hasta los animales, está dividida de la misma manera.

¿Qué nos dice la brecha entre hombres y mujeres sobre nosotros mismos?

De regreso al Edén

La manera obvia de comenzar este tema es analizar la historia de la creación del hombre y la mujer. Lo que nos interesa ahora no es el significado literal de esta historia – lo que realmente sucedió en el Jardín del Edén – sino la dimensión interna de la historia. Queremos analizar la creación del hombre y la mujer como un mashal, una parábola sobre los fundamentos espirituales de la masculinidad y la feminidad.

Todo el mundo parece estar familiarizado con la historia básica tal como aparece en Génesis: Dios creó al hombre del polvo de la tierra, le infundió vida y lo colocó en el Jardín del Edén; después, decidió que “no es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda frente a él”,1 presentó a todos los animales delante del hombre uno por uno, pero el hombre no encontró entre ellos una compañera; finalmente, Dios hizo que un sueño profundo cayera sobre el hombre, tomó una de sus costillas y formó una mujer a partir de la misma.

Cuando una costilla no es una costilla

O al menos, eso es lo que todo el mundo piensa. En verdad, aquí se esconde un misterio mayor. Se encuentra en la palabra hebrea original que se usa aquí para “costilla” (צֶלַע, pronunciada tzela). La traducción de esta palabra hebrea que designa el origen de Eva como una de las “costillas” de Adán se encuentra en la versión King James de la Biblia y a partir de ahí se ha difundido por todo el mundo, pero no es la única traducción posible. De hecho, si observamos todas las demás apariciones de esta palabra en la Biblia, nunca significa costilla. Más bien, significa un lado geométrico, como en “el lado del tabernáculo”2 o “el lado del altar”.

“Detrás y delante Tú me creaste”

De hecho, hay una extensa discusión en el Talmud3 en la que todos los participantes coinciden en que la expresión “uno de sus lados”, ahat mitzalotav (אַחַת מִצַּלְעֹתָיו) significa uno de los lados de Adán, no una de sus costillas. La idea que se discute allí es que la criatura llamada “Adán” no era ni hombre ni mujer, sino de “doble faceta” – una persona compuesta por un lado masculino y un lado femenino que estaban unidos espalda con espalda. Los sabios aprenden esta idea del versículo “por detrás y por delante me formaste”,4 que implica que Adán tenía una “forma”, es decir, un rostro, en ambos lados, tanto por delante como por detrás. En otras palabras, Adán no tenía una “parte trasera” tal y como la reconoceríamos nosotros – una parte que está desprovista de rasgos faciales, que a nuestros efectos se consideraría un lado informe del cuerpo de Adán.

En vista de esto, el versículo “no es bueno que el hombre esté solo”5 significa que la soledad de Adán fue una alienación de sí mismo, una desconexión entre su lado masculino y su lado femenino. Cuando Dios tomó el “lado” de “Adán” (lo que popularmente se entendía como tomar una “costilla” de él), sugiere que fue cortado por la mitad en dos entidades, una masculina y otra femenina, un hombre y una mujer, para que pudieran encontrarse nuevamente cara a cara, lo que les permitió pasar de la alienación al conocimiento.

Ahora surge la pregunta: si la criatura original “Adán” era mitad hombre y mitad mujer, ¿por qué sólo su mitad masculina, Adán el hombre, es descrita como su continuación directa, mientras que Eva es presentada como una nueva persona? En otras palabras, entre Adán el hombre y el original “Adán” de dos caras, hay continuidad de nombre y autoconciencia, mientras que la mujer es percibida como la “otra”, que al menos inicialmente ni siquiera tiene un nombre (recibe el nombre de “Eva” sólo más tarde, después del pecado del Árbol del Conocimiento6). ¿Qué significa esto?

El consciente masculino y el inconsciente femenino

La respuesta está en el versículo que mencionamos arriba, en el que se basa toda la idea del ser de dos caras: “por delante y por detrás me formaste”. De este versículo se desprende que, aunque el primer “Adán”, el andrógino, tenía caras en ambos lados, tenía una “reverso” y un “anverso”. Pero, ¿cómo puede ser esto? Una criatura que tiene una cara en ambos lados es aparentemente una criatura con dos caras delanteras, sin ninguna cara trasera. ¿Puede haber una cara delantera y una trasera? ¿Qué significa una “cara trasera”? ¿No sería eso un contrasentido?

Si una idea no se puede entender literalmente, entonces debe interpretarse a nivel espiritual, como una metáfora psicológica. ¿Cómo podemos interpretar las palabras “espalda” y “frente” a nivel del alma? En pocas palabras, “frente” significa la parte consciente del alma, mientras que “espalda” significa la parte inconsciente del alma. Experimentamos nuestro “yo”, identificamos nuestra conciencia, nuestro pensamiento y nuestro yo activo, como si residieran en la parte frontal de nuestra cabeza, detrás de la frente y los ojos. Al mismo tiempo, percibimos nuestro inconsciente como ubicado en los recovecos oscuros de nuestra mente (como en la expresión “la parte posterior de mi mente”).

Así pues, entre las dos caras del “Adán” de doble rostro, una simboliza su aspecto consciente, mientras que la otra simboliza su aspecto inconsciente. Pero ¿cuál es el consciente y cuál el inconsciente? ¿Cuál es el “frente” de Adán y cuál es la “espalda”?

La respuesta nos la proporciona el propio relato bíblico, al que podemos volver ahora. Del hecho de que, de las dos mitades del “Adán” de dos caras, sólo el varón se reconocía como una continuación directa de él, mientras que la mujer era percibida como alguien nuevo, se deduce que Adán era la parte consciente de “Adán” mientras que Eva era su parte inconsciente. Esto responde a la pregunta que planteamos anteriormente, por qué sólo Adán mantiene la continuidad del nombre y la autoconciencia con el “Adán” de dos caras, mientras que Eva es percibida como la “otra”. Puesto que Adán el hombre era el “frente” consciente de “Adán”, sólo él podía reconocerse a sí mismo como su continuación – sólo el “varón”, zajar (זָכָר) podía “recordarse”, lizcor (לִזְכֹּר) a sí mismo en su estado anterior. De manera similar, debido a que Eva era su “espalda” inconsciente, ella es experimentada como un nuevo ser – el “trasero-reverso”, ajor (אָחוֹר), la espalda, es percibida por el “frente” como un “otro”, ajer (אַחֵר), alguien más (como se refleja en nuestra reacción típica a los momentos en que nuestro inconsciente se revela como en un sueño o un desliz freudiano: “¡¿Yo Pensé eso?!”, “¡¿Yo Dije eso?!”).

Ser humano

¿Qué aprendemos de todo esto? En primer lugar, nos revela una nueva interpretación psicológica de la historia de la creación de Adán y Eva. Ahora podemos entenderla como la expresión, entre otras cosas, de un proceso psicológico que ocurre dentro de cada persona. Como todos somos descendientes de ese “Adán de dos caras”, cada uno de nosotros contiene estas dos caras, la masculina y la femenina. Al comienzo de nuestro desarrollo espiritual, estas dos caras están pegadas una contra la otra, es decir, están desconectadas una de la otra. Por lo tanto, nuestra tarea es separarlas cuidadosamente, distinguir entre nuestro consciente y nuestro inconsciente, y luego girarlas una hacia la otra hasta que se encuentren y se reúnan. Solo entonces el aspecto consciente puede comenzar a aclarar y refinar el inconsciente. Al mismo tiempo, el deber del aspecto inconsciente es suavizar y expandir los límites de nuestro aspecto consciente.

En segundo lugar, de esta interpretación se desprende que cuando hablamos de masculinidad y feminidad, no sólo hablamos de hombres y mujeres, sino también de las partes masculina y femenina que hay dentro de cada uno de nosotros: tanto en los hombres como en las mujeres, la experiencia de nuestro yo consciente y proactivo es relativamente masculina, mientras que la experiencia de nuestras emociones inconscientes es relativamente femenina. ¿Qué es, entonces, lo que distingue a los hombres de las mujeres? Pues bien, como los hombres están encarnados en un cuerpo masculino, tienen una afinidad más fuerte con su parte consciente y proactiva, y como las mujeres están encarnadas en cuerpos femeninos, tienden a identificarse más fácilmente con su parte inconsciente. En cierto sentido, esto también se refleja en el plano físico de la relación entre los órganos reproductores: la masculinidad del hombre está orientada hacia el exterior y se revela, mientras que la feminidad de la mujer está orientada hacia el interior y se oculta.

¿Un rostro o una cola?

Ahora es el momento de que la trama se complique aún más. Toda la descripción anterior sobre el ser de dos caras es sólo la mitad de la historia porque es sólo una de las dos opiniones ofrecidas por los sabios con respecto a la naturaleza del “Adán” pre-dividido. La segunda opinión concuerda en que “Adán” tenía dos lados, pero no está de acuerdo con la naturaleza del lado femenino. Según esta visión, el lado femenino no era un “rostro” (un partzuf, es decir, una persona completa de mujer), sino más bien una “cola” figurada. El primer humano, según esta opinión, no era una criatura de dos caras, sino un hombre con cola, una especie de simio sin pelo. La toma de su “lado”, por lo tanto, significa en este caso la extirpación de la cola y su transformación en una mujer.

¿Qué significa este concepto? En caso de que le parezca desconcertante o inquietante, recordemos que una disputa entre los sabios no es un asunto trivial. Ninguna de las partes está jugando, y cada opinión debe ser examinada seriamente. De hecho, el proceder de la dimensión interior de la Torá es adoptar un enfoque unificador para todas las disputas en el judaísmo, siguiendo el dicho de que “Estas y aquellas son palabras del Dios viviente”.7 También en este caso hay un elemento de verdad en la opinión de que el lado femenino era una persona completamente desarrollada y un elemento de verdad en la opinión de que era una cola que se desarrolló gradualmente. Debemos comprender esta historia en profundidad.

Rostros, colas y el inconsciente

Existen muchas interpretaciones de este tema en la Cabalá, y examinaremos una interpretación central. Nos basaremos en lo que se dijo antes, que el lado “frontal” masculino es la parte consciente del alma y el lado “trasero” femenino es la parte inconsciente del alma. El hecho de que no haya disputa sobre el lado masculino indica que la parte consciente es relativamente simple – es racional, consistente y estable. Por otro lado, el hecho de que haya dos opiniones sobre el lado femenino indica que el inconsciente es más complejo – es en sí mismo de doble cara, estratificado y multifacético.

Más precisamente, la existencia de dos interpretaciones en relación con la parte “trasera” significa que existen dos tipos de inconsciente, uno simbolizado por una cola y el otro por un rostro. Y, de hecho, en nuestra generación, tenemos términos para referirnos a estas partes.

La parte “cola” del inconsciente es lo que Freud llamó el subconsciente. Se trata de la parte animal de una persona, simplemente conectada con el cuerpo y la naturaleza e impulsada por los instintos de supervivencia. El hecho de que, por ejemplo, la cola de un perro revele su estado de ánimo nos ayuda mucho a imaginar nuestro subconsciente como una especie de “cola” mental. Nos gusta reprimir este lado animal, esconder la cola a nuestras espaldas. De hecho, nuestra propia anatomía sin cola nos ayuda a convencernos de que no tenemos ese lado. Pero está ahí, siempre moviéndose detrás de nuestra conciencia, una parte inseparable de quienes somos.

Por otra parte, la parte “rostro” del inconsciente es lo que se puede llamar el superconsciente. Para Freud, este término no existía porque no creía en la existencia de un aspecto espiritual superior en una persona; pero según el Jasidut, también existen capas superconscientes en el alma que tienen contenido y un rostro. Estas capas son más elevadas que nuestro yo consciente y contienen la raíz de nuestra personalidad y voluntad, nuestro yo superior y verdadero. Al igual que la cola, las caras superiores también son inconscientes, pero no porque las reprimamos, sino simplemente porque son demasiado elevadas para revelarse en nosotros. Solo a través de mucho trabajo espiritual pueden comenzar a iluminar nuestra alma consciente.

La disputa sobre si el lado femenino era un “rostro” o una “cola”, por lo tanto, esboza una nueva y maravillosa descripción de la estructura del alma. Nos revela que nuestro inconsciente femenino está dividido en dos partes, algo así como dos figuras femeninas: una natural, terrenal y más conectada con el cuerpo (subconsciente), y otra espiritual, elevada y más conectada con el alma (superconsciente). La parte consciente que se interpone entre ellas se revela como un hombre que se encuentra entre estas dos mujeres: la que está debajo de él lo sostiene, y la que está por encima lo incita a ascender espiritualmente.

Como ya se ha mencionado, esta estructura se aplica a todos, con una diferencia de énfasis entre hombres y mujeres: en los hombres, la parte consciente es más fuerte, por lo que tienden a estar relativamente desconectados del inconsciente en ambos aspectos. En las mujeres, el inconsciente es más fuerte, pero, por otro lado, hay una tendencia a mezclar sus aspectos: a identificar capas terrenales como espirituales y viceversa. De esto podemos deducir que los hombres y las mujeres se complementan: los hombres pueden ayudar a las mujeres a fortalecer la distinción entre el subconsciente y el superconsciente, ayudando así al ascenso desde la capa emocional a la capa verdaderamente más elevada, la espiritual; y las mujeres pueden proporcionar a los hombres una conexión con ambas partes del inconsciente – un enraizamiento en las emociones y una conexión con las capas superiores, super-racionales del alma.

FUENTES


1 Génesis 2:18

2 Éxodo capítulo 26, en múltiples ocasiones

3 Berajot 61a

4 Salmos 139:5

5 Génesis 2:18

6 Ibid. 3:20

7 Eiruvin 13b

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