Se cuenta de Rabí Israel de Ruzhin, conocido como el santo Ruzhiner, que en una ocasión se le acercó un judío, y le dijo que los científicos (en aquel entonces no se los llamaba científicos, sino investigadores de la naturaleza) ahora dicen que no es el sol el que gira alrededor de la tierra, sino lo contrario – la tierra gira alrededor del sol. El Ruzhiner inclinó la cabeza y después de unos minutos dijo: “Porque ahora esa es la voluntad de los tzadikim”. No es el objetivo de este artículo profundizar en el tema, pero el Rebe de Lubavitch explicó que, si bien la mayoría de las personas, incluida una gran parte de los científicos, creen que el modelo heliocéntrico (centrado en el sol) del sistema solar es correcto, formalmente la ciencia no puede determinar definitivamente si es así o si es correcto el modelo geocéntrico (centrado en la tierra). ¿Cómo pudo entonces el Ruzhiner aceptar las palabras de los científicos e incluso decir que el asunto fue determinado por los tzadikim de la generación?
Los descubrimientos científicos como asunto de servicio divino
La explicación de la respuesta de Rabí Israel de Ruzhin se puede encontrar al aplicar sus palabras al ámbito del alma. Según Maimónides, la investigación científica debe servir como una ayuda para cumplir con los mandamientos de amar y temer a Dios. Como escribe en las Leyes de los Fundamentos de la Torá (Capítulo 2, Halajá 2):
“¿Y cuál es la manera de amarLe y temerLe? Cuando una persona contempla Sus maravillosas y grandiosas obras y creaciones, y percibe en ellas Su sabiduría que es incomparable e infinita, inmediatamente Le ama, Le alaba y Le glorifica, y tiene un gran deseo de conocer el gran Nombre… Y cuando piensa en estos mismos asuntos, inmediatamente se estremece atemorizado y es consciente de que es una criatura pequeña, humilde y sombría, que se halla con un entendimiento minúsculo y limitado ante el Conocimiento Perfecto”.
De ser así, las palabras del Ruzhiner implican que los tzadikim no determinan la realidad, sino que piden a Dios que revele a la humanidad un aspecto particular de la naturaleza, de modo que el estudio de la naturaleza ayude a guiar a las personas a cumplir los mandamientos de amar y temer a Dios. En otras palabras, todo genuino descubrimiento científico consensuado por la mayoría de los científicos está destinado a transmitir un mensaje al servicio Divino. Por lo tanto, debemos esforzarnos por comprender la transición de una perspectiva geocéntrica a una heliocéntrica en este contexto.
Todo esto fue creado para servirme
El enfoque geocéntrico nos enseña que estamos en el centro de la realidad, no para inflar nuestro sentido del yo, sino para ayudarnos a comprender la gran responsabilidad que recae sobre nosotros y reforzar la conciencia de que todas nuestras acciones tienen un significado cósmico. De hecho, “Todo esto fue creado para servirme” (y, de hecho, el significado principal de שמש, shemesh [sol] es servicio – viene a servir a la humanidad y, por lo tanto, por lo que se considera que gira en torno a ella). Sin embargo, todo esto es para ayudarme a cumplir con “y no fui creado sino para servir a mi Creador”. Con los cambios históricos en la estructura del alma y el desarrollo de la autoconciencia y la relevancia personal, la cosmovisión geocéntrica condujo a un aumento de la egolatría. Por lo tanto, de ahí la necesidad de cambiar la cosmovisión.
Cambio de perspectiva y corrección del alma
El Rebe de Ruzhiner comprendió que para que una persona se libre de una sensación de exagerada importancia personal, que no mejora su servicio a Dios, era necesario que los científicos “descubrieran” que es precisamente la Tierra y los seres humanos que la habitan, los que giran alrededor del Sol. Es necesario que el hombre cambie su perspectiva. Ya no es el centro y todo le sirve para que pueda servir a Dios, sino que él y los demás (representados por los planetas adicionales) giran alrededor de un centro común.
Este cambio de perspectiva ha tenido muchas implicaciones, sobre todo en el campo de la psicología. La mayoría de los problemas psicológicos que padecen las personas modernas se deben a que, consciente o inconscientemente, sienten que son el centro del mundo y que todo gira, o al menos debería girar, en torno a ellas. La corrección del alma comienza por comprender que muy pocas cosas, si es que hay alguna, giran verdaderamente en torno a mí; más bien, cada alma tiene su propio eje, y todas juntas giran en torno a otro centro común, que es Dios.
La parábola del carrusel
Dado que el propósito de investigar la naturaleza es generar amor y temor por Dios, no basta con entender cognitivamente la diferencia entre una cosmovisión heliocéntrica y una geocéntrica. Debemos transformar este entendimiento en una experiencia – lo que Jasidut llama generar nuevas emociones en el corazón a partir de esta perspectiva.
Para captar la experiencia de generar un nuevo sentimiento en el corazón, Rabi Hilel de Paritch, uno de los grandes ” ovdim ” (trabajadores espirituales) de Jabad, ofreció una hermosa analogía. Explicó que el momento de transición del alma desde una experiencia geo/egocéntrica a una experiencia heliocéntrica es similar a la sensación de acercarse y subirse a un carrusel que gira. Mientras se acerca, sigue sintiendo que está parado y que el carrusel se mueve; siente que él es el centro y que todo gira a su alrededor.
La entrada al servicio a Dios y el comienzo de la rectificación del alma se produce cuando una persona se sube al carrusel y en un instante su sensación pasa de estar inmóvil a estar girando. Poco a poco, se va acostumbrando a la sensación de que él y todo lo que hay en el carrusel giran alrededor de su centro.
Sin embargo, con el tiempo la persona se acostumbra a esta sensación y vuelve a sentir que está parada. Por eso, debe subirse de nuevo al carrusel, como si fuera la primera vez, para experimentar de nuevo la transición desde una perspectiva en la que él es el centro a una perspectiva en la que él, junto con todos los demás, gira en torno a Dios.