ELUL: RECTIFICANDO LA MEDIOCRIDAD

En la analogía original de, “el campo” está cargado de significado. El Alter Rebe explica que hay tres ámbitos: la ciudad, el campo y el desierto. La ciudad representa el reino de la santidad, “la ciudad de nuestro Dios”, donde uno puede estar entre “aquellos que ven el rostro del Rey” sólo santificándose y elevándose. El desierto representa el reino de la prohibición, “el desierto de las naciones”, donde vagan los pecadores. El campo es el dominio de lo permisible y lo mundano, el espacio intermedio entre la ciudad y el desierto.

En Shabat y en las festividades, nos encontramos con el Rey en Su lugar, en la ciudad santa, cuando nos retiramos de la mundanidad de la vida diaria y nos dedicamos a la santidad. La novedad de Elul es que incluso alguien inmerso en lo mundano, en la mediocridad de la vida diaria, puede encontrarse allí con el Rey y conectarse con Él. Es precisamente este encuentro en medio de la vida cotidiana – no durante los momentos cumbre de santidad – lo que puede iniciar el arrepentimiento y el cambio que perdurará incluso en los días poco inspiradores del resto del año.

En el aspecto terapéutico, es muy valioso abordar el ámbito intermedio, los aspectos mediocres del alma de una persona. El anterior Rebe de Lubavitch, Rabí Iosef Itzjak, explica en “Reglas de educación y orientación” que un trabajo eficaz con el alma requiere diagnosticar y categorizar los rasgos del alma en tres secciones: buenos, intermedios y malos. Cada categoría requiere atención – lo malo debe eliminarse y reemplazarse con un atributo adecuado; lo intermedio debe corregirse y transformarse en bueno; y lo bueno debe fortalecerse.

Naturalmente, existe una tendencia a abordar los rasgos negativos, ya que son la razón urgente que lleva a una persona a buscar un cambio y recibir ayuda. También hay enfoques y casos en los que el enfoque se centra en potenciar las fortalezas, los buenos rasgos del alma. (A la inversa, a veces la bondad excepcional de una persona puede desestabilizar su vida, y tiene que aprender a integrarla adecuadamente en el entramado de su vida). Las personas también tienden a identificarse con los extremos, tanto con lo bueno como con lo malo que las distingue de los demás. El ámbito intermedio, la parte “normal” de una persona, a menudo permanece descuidado. Llega el mes de Elul, con el Rey en el campo, enseñando que a veces el verdadero cambio radica en abordar ese “campo” mediocre, los aspectos intermedios del alma.

Naturalmente, el ámbito intermedio es la parte más amplia del alma de una persona, y la mayoría de las actividades diarias ocurren en él. Por lo tanto, un cambio en esta área, incluso uno relativamente pequeño, impacta significativamente en la vida de una persona. En gran medida, el ámbito intermedio es más susceptible de ser moldeado y cambiado que los ámbitos del bien y del mal, ya que eliminar el mal y reemplazarlo por el bien es más desafiante que “mejorar la mediocridad”. Mejorar el bien, elevando el límite superior del alma, requiere más esfuerzo y abandonar los límites conocidos que acercar el medio hacia el límite superior habitual.

A menudo, lo que nos impide progresar o incluso tiñe de sombríos colores nuestra vida es el sentimiento de insignificancia – la sensación de que la mayor parte de lo que nos atrae carece de sentido, no nos ayuda a desarrollar nuestro potencial, a cumplir nuestra misión en el mundo ni nos aporta alegría. Como resultado, buscamos nuestra vitalidad y placer en nuestros puntos buenos, que son relativamente infrecuentes y destacan en el entramado de nuestra vida. Por el contrario, nos volvemos vulnerables a los rasgos y acontecimientos negativos, que parecen desproporcionadamente importantes en el contexto de la mundanidad de la vida. Cuando transformamos lo mundano en algo bueno, alegre e ideal, toda la atmósfera de la vida cambia: lo bueno deja de ser extraño y excepcional y se convierte en la cumbre natural de la experiencia diaria, mientras que lo malo es empujado a su lugar natural en los márgenes.

Elul es el tiempo de reflexionar sobre la presencia de Dios en las áreas intermedias de nuestra vida – para mejorar y enfocar nuestro funcionamiento cotidiano de una manera alegre, deseosa e idónea, imbuidos de una conciencia de la misión que Dios nos ha puesto por delante. El Rey en el campo dentro de nuestras almas nos espera allí con un rostro sonriente y que nos llama: ¡salgamos a Su encuentro!

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