EL REY ESTÁ EN EL CAMPO

Sobre el mes de Elul, el Admor HaZaken trae un famoso ejemplo

El Alter Rebe usa esta metáfora para describir la cercanía de Hashem durante este mes, en comparación con los Yamim Noraim (Rosh Hashaná y Yom Kipur), cuando la relación con Dios es más formal, como la de un rey en su trono de juicio.

El concepto de “El Rey está en el campo” (המלך בשדה) es un mashal (parábola) que se originó en las enseñanzas del Baal Shem Tov y fue desarrollado en las obras del Alter Rebe, Rabi Shneur Zalman de Liadí, el fundador de Jabad-Lubavitch, en su libro Likutei Torá en la sección de Elul.

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Es como un rey que, antes de llegar a la ciudad, los habitantes de la ciudad salen a su encuentro y lo reciben en el campo, donde cualquiera que lo desee puede salir a recibirlo. El rey recibe a todos con una expresión amigable y muestra una sonrisa a todos. Al dirigirse a la ciudad, ellos lo siguen. Luego, cuando llega a su palacio real, solo pueden entrar aquellos que han recibido permiso, y aun así, solo los más destacados del pueblo y personas excepcionales.

La ciudad en el ejemplo es la “Ciudad del Gran Rey”, Jerusalén, la ciudad santa, el lugar que el Eterno ha elegido para que Su Nombre repose allí. En contraste con la santidad de la ciudad, el desierto es el lugar del “serpiente ardiente, escorpión y sed de agua”, donde no hay agua. Entre la ciudad sagrada y el desierto aterrador se encuentra el campo, un lugar ‘neutral’, donde cuando el rey sale, incluso aquel que se ha alejado y ha vagado por el desierto puede regresar y encontrarse con el rey, quien le muestra una cara amigable y lo anima a acercarse.

En el ámbito personal: la ciudad representa los asuntos de la santidad, el estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot “por su propio bien”. El desierto es el ámbito alejado de la luz del rostro del Eterno, “tierra árida y sin agua”, el área de la prohibición que oculta la presencia de Dios (cuyo origen está en las tres klipot impuras, “serpiente ardiente y escorpión”). El campo entre ellos es el ámbito del permiso, el mundo secular cotidiano, donde la persona pasa la mayor parte de sus días (cuya raíz está en la klipá de Noga, una mezcla de bien y mal).

Existen tzadikim únicos que siempre viven en la ciudad sagrada y tienen el mérito de ver la cara del rey, pero la mayoría de nosotros, ‘beinonim’ (intermedios), vivimos en el campo, mezclados entre el bien y el mal, con nuestra alma entrelazada con ambos. En momentos peores, incluso podemos perdernos en los desiertos de la prohibición, que Dios no lo permita. Para nosotros, la oportunidad de encontrarnos con el rey solo llega cuando él se nos aparece en el campo, en los aspectos de nuestras vidas donde nuestra alma tiene deseos: en la bendición y el kashrut de una comida sabrosa, en la mezuzá en la puerta de nuestra hermosa casa, o en la honestidad en nuestras transacciones laborales. Un encuentro como este nos invita a salir del desierto, donde estábamos inmersos en nosotros mismos, y acercarnos al rey, y al final, también nos dará fuerza para entrar en la ciudad misma.

El encuentro con el Eterno en el campo caracteriza el mes de Elul, en el cual Dios nos invita a pasar de los lugares negativos a los que nos alejamos durante el año, hacia la santidad de los Yamim Noraim (Días Solemnes) del próximo año. En realidad, este movimiento pertenece a cualquier transición del mundo externo hacia la santidad interna, y estas transiciones son la esencia de toda nuestra vida en este mundo. Vivimos en un mundo donde “esto y aquello contribuyen”, es decir, en casi todas las realidades se mezclan lo prohibido y lo permitido. Incluso dentro de nosotros, casi en cada decisión que tomamos, se entremezclan motivos sagrados con intereses bajos. Nuestro papel es elevarnos, reconociendo que solo “desde lo no puro se llega a lo puro”, y así elevar con nosotros toda la realidad hacia la santidad.

En este campo mixto, el lugar donde se nos ha asignado trabajar, el rey está presente y nos sonríe con una expresión amigable, revelándonos que su mayor placer y entretenimiento provienen precisamente de la elevación de los aspectos permitidos (refinamiento de la klipá de Noga), paso a paso, “como la luz brillante que crece hasta llegar al día perfecto”.