CUENTOS DE TZADIKIM, SEFIROT Y YOSELE EL LADRÓN

Introducción

Con la ayuda de Di-s, Siván 5744 (1984)

Está escrito en el Talmud de Jerusalén: “Todo el que transmite una enseñanza en nombre de quien la dijo, debe imaginarlo como si el autor original estuviera frente a él.”

Para poder comprender estas palabras de nuestros Sabios, necesitamos reconocer a los justos (tzadikim) que las dijeron. Pues un tzadik habla desde lo más profundo de su alma, y para comprender sus palabras debemos entender el alma y la sabiduría que brotan de él mismo.

Por eso, para conocer y reconocer al tzadik, necesitamos de sus libros y de los libros de sus discípulos, que nos relatan cómo vivieron, qué estudiaron y qué enseñaron a los demás.

Especialmente los libros de los tzadikim del Jasidut, que son fundamento y fuente de la enseñanza jasídica. Los libros jasídicos nos enseñan a acercarnos a Hashem: a ver, sentir y experimentar la cercanía de Di-s, a adherirnos a Sus caminos y a andar a la luz de Su Torá.

Cada libro jasídico nos muestra cómo un tzadik fijó y esclareció un punto específico:

  • Hay libros que destacan la entrega total (mesirut nefesh) de ciertos tzadikim.
  • Hay libros que muestran la gran amor al prójimo que despertaba en ellos.
  • Hay libros que relatan cómo los tzadikim santificaron su intelecto, llegando a pensar en forma divina.

Para conocer verdaderamente a los tzadikim, debemos abarcar la totalidad de su personalidad, tanto en conjunto como en la particularidad de cada uno, a través de sus acciones y palabras. Estas son las “sefirot” mediante las cuales el alma actúa.

Así como para comprender la sabiduría y el entendimiento no basta con conocer sólo la sefirá de Jojmá o sólo la de Biná, sino que hay que ver cómo funcionan todas las sefirot juntas en el alma humana, de igual modo para comprender a un tzadik necesitamos conocer distintos aspectos. Cada libro nos muestra un punto en el que el tzadik se enfocó, y juntos, diferentes libros nos dan una imagen más amplia e integral.

Por eso es necesario estudiar varios libros, para poder captar una visión completa de la avodá (servicio a Hashem) tal como se manifiesta en los tzadikim, y de esa manera conectarnos con ellos y hacer que influyan en nosotros.

Las sefirot se manifiestan en el cuerpo humano:

  • la Maljut corresponde a la boca,
  • la Jojmá corresponde al cerebro,
  • el Netzaj y el Hod corresponden a las dos piernas,
    y así sucesivamente.

Construir la imagen plena de un tzadik, reconocer a los tzadikim desde la cabeza hasta los pies, significa que debemos estudiar sobre todas las sefirot que ellos expresaron en sus acciones.

Otra gran utilidad del estudio de las sefirot en general, y particularmente en la Jasidut, es que el análisis de las sefirot puede ayudar mucho para aprender Jasidut, otorgando una base de conocimiento inicial.

Nuestro maestro, el rabino Itzjak Ginsburgh, que HaShem lo proteja, comenzó hace varios años a enseñar acerca de los tzadikim bajo el título “Pirzei Tzvi” (Flores del Ciervo), y a través de ello despertó el interés por profundizar en las sefirot. No sólo en teoría, sino también por medio de historias prácticas que muestran cómo un tzadik santifica en particular cada sefirá.

Sea la voluntad de HaShem que esto eleve un aroma grato, y que esta publicación sirva como apertura para aprender y profundizar en los tzadikim y sus sefirot.

___________

KÉTER (CORONA)

Al Santo, bendito sea, ningún hombre puede atraparlo ni comprenderlo.
Está por encima de toda medida y límite. Él no tiene cuerpo ni forma, no tiene deseos ni pensamientos como los nuestros. En Él no existen cambios ni estados, pues es uno y simple, tal como fue, es y será por siempre. Es imposible describirlo ni explicarlo.

Por eso, HaKadosh Baruj Hu quiso crear a Sus criaturas y vincularlas con Él, para que Le sirvieran eternamente. Y para que fuera posible que la creación se conecte con su Creador, estableció la sefirá suprema de Kéter, llamada también “el orden de la voluntad”. La sefirá de Kéter es como un “puente” entre el infinito y la creación: en ella se recibe la luz divina que se inviste en todas las demás sefirot hasta llegar al mundo.

LA SEFIRÁ DE KÉTER

Kéter es la primera sefirá, y aún no tiene forma ni medida, ni siquiera un “nombre” propio. Es como el punto inicial que está por encima de la cabeza, fuente de todo lo que más tarde se desplegará en pensamientos y palabras. En Kéter están escondidos los comienzos de todas las cosas, pero aún sin definición.

Kéter se divide en tres aspectos principales:

A) Emuná – Fe
La parte superior, “sobre la cabeza”, es nuestra fe. Con ella creemos en Hashem no porque entendamos o tengamos pruebas, sino porque en lo más profundo de nuestra alma estamos unidos a Él. Esta fe no depende de la razón: incluso sin saber explicar ni comprender, aceptamos servirle y ser Sus hijos.

B) Ta’anug – Placer
La parte del deleite y el deseo en el alma. Muchas veces no podemos explicar qué es lo que nos da gusto y alegría, pero sentimos cómo un cierto gozo espiritual ilumina nuestras vidas. Así también con las cosas materiales: hay placeres que no se entienden con lógica, como la belleza, la música, la dignidad o la inspiración.

C) Ratzón – Voluntad
Muchas veces deseamos cosas con una fuerza inmensa, aunque no tengamos un motivo lógico ni una explicación clara. No es un pensamiento ni un sentimiento, sino una voluntad pura, que a veces es tan intensa que puede llegar a dar vida o, por el contrario, a destruir. La voluntad surge de un lugar profundo que está por encima de toda razón y causa.

LA DIVISIÓN DE KÉTER EN LA VIDA DEL ALMA

Estos tres aspectos —fe, placer y voluntad— son las expresiones de Kéter en la persona.
Así enseñó nuestro maestro, el rabino Itzjak Ginsburgh, que explicó cómo estas tres dimensiones corresponden a la sefirá de Kéter, y cómo se expresan en los tzadikim y en sus libros.

EMUNÁ – FE

YOSELE EL LADRÓN

(Netivot Rafael, pág. 364, cap. 101)

FE: YOSELE EL LADRÓN

(Netivot Rafael, p. 364, cap. 41)

Había una vez, en una cierta aldea, un judío cuyo oficio era muy extraño: ladrón.
Necesitaba vivir, pero no tenía fuerzas para trabajar y ganarse el pan. Si conseguía algún dinero, lo gastaba en bebida y volvía a quedar sin nada.

Muchos judíos piadosos trataban de explicarle:
“Robar está prohibido. Para vivir no hace falta robar; la Torá prohíbe tomar el dinero ajeno.”

Pero Yosele, el ladrón querido, era de carácter fuerte, y siempre respondía:
“Soy Yosele el ladrón. No puedo dejar de robar. Así soy, así nací, y así moriré.”

Era verdad: él era un ladrón. Pero también era un judío, y nunca dejó de reconocerse como tal. Aunque no cumplía mitzvot ni se ocupaba de la Torá, seguía sabiendo en su corazón que pertenecía al Dios de Israel.

Cierta vez escuchó que en una iglesia habían colocado muchos utensilios de oro y plata, donados por los ricos para adornar.
De inmediato Yosele pensó: “¡Aquí puedo conseguir mucho dinero de una sola vez! Si logro entrar me haré rico.”

Era peligroso, porque el lugar estaba vigilado, y cualquiera que se atreviera a entrar podía ser atrapado.
Pero Yosele no temía nada: un ladrón como él no se asustaba de robar objetos de oro y plata.

Los compañeros de Yosele se organizaron con él en un plan: algunos esperaban afuera, escondidos debajo de la ventana alta de la iglesia, con una soga preparada.

Yosele entró adentro.
Se movió entre las habitaciones, juntó y llenó muchos utensilios preciosos de oro y plata. Luego los lanzó por la ventana hacia sus compañeros, y les gritó:

“¿Han recibido? ¿Los agarraron bien abajo?”
Y le respondieron: “¡Sí, recibimos!”

Para su sorpresa, al bajar no eran sus compañeros los que lo esperaban, sino que los policías que pasaban por casualidad por allí habían tomado sus lugares debajo de la ventana. Todos sus compañeros habían huido, y los guardias estaban allí, esperando a Yosele, que cayeron sobre él y lo atraparon.

EL JUICIO Y LA PROPUESTA

Los jueces dictaron sentencia:
“Quien roba de la iglesia merece la muerte con grandes tormentos.”

Pero añadieron:
“Le daremos una posibilidad de salvarse.

Escucha judío, si aceptas abandonar tu judaísmo y hacerte cristiano te liberaremos.
No solo eso: te daremos una hermosa casa, honor y dinero.
Podrás vivir una vida tranquila, casarte con una mujer gentil, ser rico y respetado.

¿Prefieres morir judío o aceptar la conversión y vivir una vida buena y abundante?”

LA PREGUNTA INTERIOR

Y aquí surge la reflexión:
¿Qué habríamos respondido nosotros mismos en una prueba tan difícil?
¿Tendríamos la fuerza de elegir la verdad aun cuando toda nuestra vida terrenal dependiera de ello?
Incluso si pudiéramos ganar una vida de riqueza y tranquilidad — ¿qué responderíamos?

LA RESPUESTA DE YOSELE

Y lo principal: ¿qué respondió Yosele el ladrón cuando lo llevaron a ser quemado vivo?

“¡Pfffff! ¿Creen que soy tan necio? Sí, es verdad que soy ladrón. ¡Pero judío soy y judío moriré!

¿Dejaré yo mi judaísmo para hacerme siervo de ídolos de madera y piedra?
¡Moriré antes de renunciar a la fe de mis padres!

Ustedes son los tontos, que adoran la vanidad. Yo, Yosele el ladrón, muero judío —y me río de ustedes y de sus dioses falsos.”

Los jueces y todos los presentes quedaron asombrados.
Vieron cómo Yosele, el ladrón despreciado, se había elevado por encima de ellos con su fe.
Él, que había pecado en su vida, supo entregar su alma con firmeza, sin renunciar al Dios de Israel.

¿Qué hizo que Yosele, que no rezaba ni cumplía mitzvot en toda su vida, pudiera en el momento previo a su muerte entregar una fe tan firme y sagrada?
¿Es posible que una prueba así haya sido soportada incluso por un tzadik perfecto, un judío que jamás pecó?

La respuesta: esa fuerza proviene de la emuná (fe) esencial del alma judía.
Es una chispa divina que no depende del intelecto ni de las obras, sino de la conexión profunda e inquebrantable con Dios.
Como escribe el Admur Hazakén en el Tania:

“Incluso los más livianos y pecadores de Israel entregan sus almas por la santidad de Hashem.”

Es decir: cada judío, aun si peca y no cumple mitzvot, en su interior guarda esa fe que le permite sacrificarse antes que separarse de Dios.

Por eso, aunque no podamos cambiar totalmente a un judío pobre, ignorante o pecador, jamás debemos despreciarlo ni empujarlo a alejarse.
En su raíz es un alma judía completa, que en un instante puede despertar y mostrar su grandeza.

– La conclusión práctica)

La fuerza especial de la mesirut néfesh (entrega del alma), la fe, existe en todo judío.
Y esa fuerza no se limita a los grandes desafíos —también se revela en los asuntos más simples del día a día.

Gracias a esa chispa de entrega podemos:

  • Vivir siempre con Hashem,
  • Pensar constantemente en Él,
  • Cumplir Su voluntad incluso en las cosas pequeñas.

Ejemplo: si nos resulta difícil levantarnos temprano para rezar, podemos decirnos:
“Si estoy dispuesto a morir por la santidad de Hashem, ¡seguro que puedo levantarme temprano para servirlo!”

Así, lo que Yosele reveló en el momento del martirio, nosotros podemos aplicarlo en la práctica cotidiana, en cada acto y decisión de la vida judía.

3 thoughts on “CUENTOS DE TZADIKIM, SEFIROT Y YOSELE EL LADRÓN

  1. B”H
    Muchas Gal Einai en Español.
    Shabat Shalom LeCulam Umevorach.
    Am Yisrael Hai Hai Hai VeKayam.
    Ketivá Vejatimá Tová LeShaná Tová Umetuká 5786.
    💚🇮🇱🇮🇱🇨🇴🇺🇸🇺🇸🇨🇴🇮🇱🇮🇱💚💕💕💕

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