¿DÓNDE ESTÁ EL AVREJ?
Una vez, durante la festividad de Shavuot, se reunieron varios de los discípulos del “Vidente de Lublin”, todos ellos grandes tzadikim (justos): Rabí David de Lelov, Rabí Itzjak de Vurka y Rabí Shmuel de Karov.
Mientras estaban sentados en una posada en la ciudad de Lublin, sus almas desearon beber un poco de aguamiel. Había allí un joven judío, un avrej (joven erudito casado), que era generoso y de buen corazón. Al oír su conversación, fue y les dio aguamiel. Cuando vio que elogiaban la bebida, mandó a traerles más.
Varios meses después, al acercarse Rosh Hashaná, los discípulos del Vidente se reunieron de nuevo en la misma posada de Lublin. En la víspera de Rosh Hashaná, después de haber realizado la “Anulación de Promesas”, Rabí David de Lelov dijo: “¡Quién nos trajera ahora a ese avrej que fue tan bueno con nosotros!”.
Rabí Shmuel de Karov respondió: “Lo busqué y no lo encontré. Pero cuando recitaba el capítulo de los Salmos que se dice en la plegaria del ‘Cántico del Día’, y leí el versículo ‘Y dijeron: No verá Dios, ni entenderá el Dios de Iaacov’ (Salmos 94:7), me vino el pensamiento de que quizás él es de aquellos que dicen así, y que ya no creen en el Dios de Iaacov”. Al oír esto, Rabí David dijo: “Y de todos modos, debemos devolverle el favor”.
Este avrej solía hacer negocios con gentiles distinguidos y se había apegado a ellos. Y en aquellos días previos a Rosh Hashaná, quiso convertirse y abandonar su fe.
Un día antes de su bautismo, encerraron al avrej en un monasterio, como era su costumbre. Aquel día era la víspera de Rosh Hashaná. Y en los mismos instantes en que los discípulos del Vidente estaban sentados recordándolo, un pensamiento de arrepentimiento (teshuvá) surgió en el corazón del avrej. Tras arrepentirse de todo corazón de su intención de convertirse, el avrej decidió quitarse la vida para no profanar el Nombre de Dios y abandonar su fe. Subió a una plataforma elevada que había en el monasterio, se arrojó desde ella y murió.
A la mañana siguiente, el sacerdote llegó al monasterio y encontró el cuerpo del avrej. Como no quería que la gente que se había reunido en el lugar supiera lo que había ocurrido, levantó una tabla del suelo, escondió el cadáver debajo y luego volvió a colocar la tabla en su sitio.
Al concluir Rosh Hashaná, uno de los jasidim que estaban en la posada regresó a su casa, que estaba en un pueblo cercano a Lublin, y descubrió que su hogar había sido asaltado y que todo lo que tenía había sido robado. El jasid regresó a la posada llorando y contó sobre el robo. Inmediatamente, Rabí David y Rabí Shmuel fueron con el jasid a ver a su Rebe, el Vidente de Lublin. El Vidente les dijo: “Vayan al jefe de la policía y él les dará una carta para que, dondequiera que vayan, los funcionarios del gobierno los ayuden a realizar una búsqueda para encontrar lo robado”. Y así hicieron, tal como dijo el Rebe, y recibieron la carta del jefe de la policía. En su camino, llegaron al pueblo donde estaba el monasterio en el que vivía el sacerdote. El jasid cuya casa había sido robada le tenía miedo al sacerdote, por lo que Rabí Itzjak de Vurka fingió ser él la víctima del robo. Con el polaco fluido que dominaba, Rabí Itzjak exigió al sacerdote realizar una búsqueda en el monasterio. La exigencia enfureció al sacerdote, pero se vio obligado a permitirles hacerlo.
Cuando entraron al monasterio, al principio no encontraron nada. El sacerdote gritó: “¡Cómo se atreven a registrar un lugar sagrado!”. Mientras estaba de pie Y gritaba, Rabí Shmuel de Karov exclamó: “¡Miren, esta tabla no está a la misma altura que las demás. ¡Seguramente allí está escondido lo robado!”.
El sacerdote se asustó mucho y quiso darles todo lo que quisieran, con tal de que dejaran en paz la tabla. Los jasidim no prestaron atención a sus palabras y levantaron la tabla. Allí encontraron al avrej y lo llevaron para darle una sepultura judía. Y el sacerdote, que no quería que el asunto llegara a juicio, les dio la suma de dinero que le había sido robada al jasid.
MEDITACIÓN
En este relato se puede meditar mucho: en la importancia de la conexión simple con los tzadikim, que salvó a un alma de caer al abismo; en los líderes de Israel que en Rosh Hashaná examinan la situación de aquellos vinculados a ellos y en la inspiración Divina del “Vidente de Lublin”, que resolvió el problema del jasid robado junto con el rescate del cuerpo del comerciante que se sacrificó, para llevarlo a una sepultura judía. Aquí conectaremos este suceso con la plegaria de “Shofarot”, en el rezo de Musaf de Rosh Hashaná.
Uno de los versículos centrales de esta plegaria es: “Y sucederá en aquel día que se tocará un gran Shofar, y vendrán los perdidos en la tierra de Asiria y los desterrados en la tierra de Egipto, y se postrarán ante Hashem en el Monte Santo, en Jerusalén”. ¿Cuál es el significado de este Shofar?
Sobre el Shofar del Mesías, nuestros Sabios dicen que es el par de otro Shofar: el “sonido del Shofar” de la Entrega de la Torá. Ambos fueron hechos, según el Midrash, de los cuernos del carnero que Abraham sacrificó en lugar de su hijo Itzjak. Es lógico decir, por lo tanto, que el Shofar de la Entrega de la Torá es relativamente el “pequeño”, mientras que el Shofar del Mesías es, literalmente, el Gran Shofar.
Un Shofar común, un shofar “pequeño”, despierta a los que están relativamente cerca; a aquellos que, a pesar de su lejanía, tienen alguna afinidad con la santidad. Pero para despertar a quien ha sido desterrado, o peor aún, está completamente perdido, se necesita un Gran Shofar, del cual se dice “será tocado” (itaká) en voz pasiva/impersonal, sin decir quién lo tocará.
En el Jasidut, se interpreta que el versículo habla de dos tipos de judíos que se han alejado del servicio a Dios: “los perdidos en la tierra de Asiria” son aquellos que se perdieron a causa de la opulencia (ósher), como el comerciante de la historia que se alejó por su riqueza y sus negocios con los príncipes de la tierra. “Los desterrados en la tierra de Egipto” son aquellos que fueron apartados por sus problemas y dificultades. A ambos los despierta precisamente el “Gran Shofar” de la Redención, que “será tocado” como por sí mismo. Cuando Dios es mencionado en los versículos en voz pasiva o impersonal, alude a un nivel tan elevado de revelación divina que no hay forma de expresarlo con palabras o de captarlo de ninguna manera. Por eso, el Rebe de Lubavitch explica que el “será tocado” del Shofar de la Redención es incluso más grande que el “Yo Soy” (Anójí) de la Entrega de la Torá.
En el tiempo de la Redención, todos alcanzaremos un nivel de conciencia tal que las mitzvot y la conexión con Dios ocurrirán como por sí mismas, de manera natural. Este nivel es, en realidad, el resultado de la revelación de un nivel similar en Dios Mismo: si en la Torá y en la realidad que conocemos, Dios se revela de una manera de “Ser” (Yesh), algo tangible, en la Redención se revelará el “No-Ser” Divino (HaÁyin), donde Dios no se revela como un actor que hace, sino como Aquel de cuyo interior las acciones suceden sin que se pueda señalar el origen de su suceso.
Podemos sentir un nivel así en nuestra propia alma en momentos de autosacrificio (mesirut nefesh), como el del comerciante que se despertó en arrepentimiento. La persona se entrega como si no hubiera una razón, sin poder señalar algo que le haya causado entregar su vida. Pero es claro como el día que esta es la expresión más elevada de su propia alma, de la chispa divina que hay en él, que no puede y no quiere estar separada de Dios.
Sin embargo, incluso en los días ordinarios, se puede llegar a esto a través de una guematria simple… Oved-Nidaj (אֹבֵד-נִדָּח, Perdido-Desterrado) en guematria es igual a Evyón (אֶבְיוֹן, Indigente). Esto nos enseña que cuando una persona siente que es absolutamente indigente y no tiene nada propio, llega a un estado de “no-ser” (Áyin) capaz de despertar el “No-Ser” Divino. Sobre el indigente se dice que “ansía todas las cosas” (ta’ev lejol davar). En su sentido interno, esto alude a un anhelo por la Esencia misma de Dios, que es “todas las cosas”, pues todo proviene de Ella y todo está dentro de Ella. Precisamente un vacío tan absoluto despierta el deseo y el sentido para conectarse con la Esencia de Dios y reconocer que todo proviene de Él.




