EL MISTERIO DE LOS 400

ESTUDIO DE LA PARASHÁ: Jaie Sará

El más allá

La parashá Jaie Sará comienza con el versículo: «La vida de Sará fue de cien años, veinte años y siete años; los años de la vida de Sará».[1] Las palabras finales, «los años de la vida de Sará», parecen redundantes, pues el versículo comienza también con «la vida de Sará». Sin embargo, son precisamente estas redundancias las que nos alertan sobre significados más profundos en el texto. En este caso, el hecho de que la palabra hebrea para «los años» (shenei) también pueda significar «dos» revela una verdad importante, pues sugiere que Sará tuvo dos conjuntos de años, o «dos vidas».

Si bien la tradición oral hace numerosas referencias a la vida después de la muerte, la Torá escrita nunca la menciona explícitamente. Esto hace que la alusión en nuestro versículo sea aún más importante. De hecho, quizás una alusión aún más evidente a la noción de la vida después de la muerte en esta porción sea el simple hecho de que, aunque la porción habla de la muerte de Sará, se la denomina Jaie Sará, una frase que puede traducirse literalmente como «las vidas de Sará». Que las «dos vidas» de Sará se definan ambas como «vidas» tiene sentido considerando la enseñanza rabínica de que «los justos en la muerte son llamados vivos, mientras que los impíos, incluso en vida, son llamados muertos».[2]

Significativamente, la muerte de Sará conduce a la primera compra de tierras por parte de Abraham en la Tierra de Canaán: un símbolo que afirma la vida, pues los descendientes de Abraham y Sará heredarán eventualmente toda la tierra y la transformarán en la Tierra de Israel. La compra por parte de Abraham de la Cueva de Majpela y las tierras circundantes por 400 shekalim de plata[3] alude a esto, ya que los sabios enseñan que las fronteras de la Tierra de Israel son de 400 parsaot (cada parsá equivale a una distancia de aproximadamente cuatro kilómetros) por 400 parsaot.[4] Además, el Zohar afirma explícitamente que la Cueva de Majpela es un microcosmos de la totalidad de la Tierra de Israel.[5]

Estos 400 shekalim de plata aluden también a la tradición del Zohar según la cual el alma hereda 400 «mundos» de placer divino en el Mundo Venidero[6]. Así, la Tierra de Israel – simbolizada por la Cueva de Majpela – puede entenderse como el lugar donde el gozo y la revelación divinos son más accesibles. La Tierra de Israel sirve de puente entre lo físico y lo espiritual, entre este mundo y el Mundo Venidero. Es el lugar donde se trasciende la delgada línea entre la vida y la muerte.

De Efron a Abraham

La Torá concluye el relato de la compra por parte de Abraham del terreno donde sepultó a Sará afirmando que el campo con su cueva «se elevó… a Abraham para ser adquirido».[7] Rashi explica que la expresión «se elevó» significa literalmente «pasó a ser posesión de». Sin embargo, también la interpreta metafóricamente, citando el Midrash que indica que la tierra que Abraham compró para enterrar a Sará fue elevada porque salió de las manos de un hombre común y pasó a pertenecer a un rey.[8]

El hombre común al que se hace referencia es Efrón, dueño del campo y la cueva que Abraham quería comprar. Al principio, se ofreció a regalarlos, pero al final pidió una enorme suma de dinero. El valor numérico de Efrón (עֶפְרֹן) también es 400, igual que el de un “mal de ojo” ra ain (רַע עַיִן), lo que indica que esta era la manera en que Efrón percibía a los demás. Abraham, en cambio, miraba a todos con “ojos puros”, tehor einaim (טְהוֹר עֵינַיִם), expresión cuyo valor también es 400. De este modo, mediante la compra del campo y la cueva por parte de Abraham por 400 piezas de plata, estos adquirieron un valor completamente nuevo, anulando el “mal de ojo” de Efrón.

Tav, la Tierra de Israel, y la Conciencia Divina

El número 400 es el valor numérico de la última letra del alfabeto hebreo, tav (ת). El nombre de esta letra, escrito con letras, es תיו, que numéricamente es 416. Dado que la tierra tiene una extensión de 400 por 400 parsaot, también alude a dos letras tav. Si sustituimos la letra tav por su nombre, obtenemos 2 veces תיו, o 2 veces 416, lo que da como resultado 832. Sorprendentemente, 832 es el valor exacto de las palabras «Tierra de Israel», Eretz Israel (אֶרֶץ יִשְׂרָאֵל).

Cada día, durante el servicio matutino, recitamos alabanzas de los ángeles celestiales en las Alturas. El profeta Isaías relata que un grupo de ángeles proclama: «Santo, Santo, Santo es el Di-s de los Ejércitos; toda la tierra está llena de Su gloria».[9] Los sabios yuxtaponen una respuesta, pronunciada por otro grupo de ángeles, y tomada del Libro de Ezequiel: «Bendita sea la gloria de Di-s desde Su lugar».[10]

Normalmente diríamos que el lugar de Di-s son los reinos celestiales, donde los ángeles lo rodean como huestes. Sin embargo, al multiplicar el valor numérico del Nombre esencial de Di-s, Havaia (י-הוה), cuyo valor es 26, por la palabra «gloria», cavod (כָּבוֹד), cuyo valor es 32, el resultado es, una vez más, «Tierra de Israel» (אֶרֶץ יִשְׂרָאֵל), 832. En otras palabras, aunque la gloria de Di-s se manifiesta en todas partes y en todo momento, se revela y concentra con mayor intensidad en la Tierra de Israel.

Esto confirma una profunda enseñanza del Maguid de Mezritch. A menudo se oía al Baal Shem Tov pronunciar la sílaba “af” (אַף). El Maguid de Mezritch explicaba que “af” son las iniciales de las palabras “Emanación está aquí”, Atzilut Pó (אֲצִילוּת פֹּה). El Mundo de la Emanación, Atzilut, es el más elevado y el más impregnado de Divinidad de todos los mundos. El Baal Shem Tov afirmaba que, si bien una lectura literal de la Cábala podría llevarnos a pensar que Emanación se encuentra en otro lugar y es inaccesible para el hombre común, esto no es así. Emanación está presente en todas partes, incluso en cada aspecto de la vida cotidiana. Emanación es la conciencia de que «Di-s es todo y todo es Di-s», y toda persona puede alcanzar este entendimiento, dondequiera que esté y en cualquier situación. Así, aunque en cierto sentido los cuatro Mundos Cabalísticos son jerárquicos, en otro sentido cada uno de ellos se manifiesta de manera holística en este, el más bajo de todos los mundos creados. Es en la Tierra de Israel donde esta conciencia de Emanación se alcanza con mayor facilidad, y desde nuestra Tierra Santa, está destinada a difundirse a todos los rincones de la realidad, el secreto de «la Tierra de Israel está destinada a extenderse por todo el mundo».

La Cura antes de la Enfermedad

Tras un análisis detallado, el número 400 ya se menciona en la Torá cuando Di-s hizo su primer pacto con Abraham, el pacto sobre la Tierra de Israel: «Aquel día Di-s hizo un pacto con Abram, diciendo: “A tu descendencia le daré esta tierra”».[11] En este pacto, conocido como el «Pacto entre los Partes», Di-s le reveló a Abraham el futuro del pueblo judío: «Ten por seguro que tus descendientes serán extranjeros en tierra ajena; los servirán y los oprimirán durante cuatrocientos años… Y la cuarta generación volverá aquí».[12] Así, la compra por parte de Abraham de su primera porción de la Tierra de Israel por 400 shekalim de plata, proféticamente, fue el acto de enraizar en la tierra para que sus descendientes pudieran regresar, «proveyendo la cura incluso antes de la enfermedad».

Elevando las chispas desde Esav hasta David

Más adelante, en la parashá Vaishlaj, cuando Iaacov regresaba con su familia tras veinte años fuera de la tierra, reaparece el número 400. Esav salió al encuentro de Iaacov con 400 hombres para impedirle entrar de nuevo en la Tierra, que abarca 400 por 400 parsaot.[13] Gracias a los veinte años de servicio divino de Iaacov, durante los cuales redimió espiritualmente y elevó las chispas de santidad divina desde las profundidades del exilio (20 al cuadrado[14] también es 400), pudo someter a Esav y a sus 400 hombres.

Tras el encuentro pacífico entre Esav y Iaacov, la Torá relata que Esav partió hacia el monte Seir. Curiosamente, no se menciona a los 400 hombres que lo acompañaban. Una vez que Iaacov venció al ángel de Esav y salió ileso al día siguiente de su enfrentamiento con él, la fuerza espiritual de los 400 hombres se disipó hasta el punto de desaparecer por completo de escena.

En paralelo a la ley de conservación de la energía, los 400 hombres y la energía que encarnaban se transformaron a raíz de los acontecimientos. Reaparecieron posteriormente en la historia judía como los 400 hombres que fueron los primeros en reconocer la grandeza de David – incluso mientras Saúl le perseguía – y se unieron a sus filas antes de que se convirtiera en rey.[15] David llegó a ser rey de todo Israel y tuvo más éxito que ninguna otra figura en la historia judía en establecer un reino que abarcaba casi la totalidad de las 400 parsaot reconocidas por los sabios. David, de cabello rojizo, era considerado la rectificación de Esav, también conocido como Edom, «el colorado». La transformación de los 400 hombres de Esav en los 400 hombres encarnados de David simboliza esta rectificación.[16]

Aquí vemos un hermoso ejemplo de cómo, al «conectar los puntos» dentro del texto de la Torá, en este caso, el número 400, se revelan conexiones profundas que de otro modo podrían pasar desapercibidas. La numerología judía (guematría) revela un conjunto de correspondencias más profundo que no son evidentes a simple vista en el texto literal y apunta a toda una estructura matemática subyacente en la Torá. De forma similar a como la física y la química descansan sobre fundamentos matemáticos, también se revelan dimensiones más profundas de la Torá a través de la guematria y otras metodologías numéricas.

Sin embargo, no es solo la Cábala la que emplea la guematria y otros conocimientos derivados de fenómenos matemáticos. El Talmud, el Midrash y Rashi, por ejemplo, también utilizan estas técnicas de estudio ocasionalmente para resaltar una idea convincente, y han sido empleadas igualmente por una amplia gama de comentaristas a lo largo de los siglos. En la medida en que la Cábala busca dar a conocer la unicidad de Di-s y la interconexión de toda la realidad, la guematria y otras metodologías numéricas desempeñan un papel fundamental en la revelación de esta unidad a través del texto de la Torá.


[1] Génesis 23:1.

[2] Berajot 18a-b.

[3] Génesis 23:14-16.

[4] Meguilá 3ª.

[5] Zohar 1:128b.

[6] Ibíd. 1:123b.

[7] Génesis 23:17-18 y v. 20.

[8] Bereshit Rabá 58:8.

[9] Isaías 6:3.

[10] Ezequiel 3:12.

[11] Génesis 15:18.

[12] Ibíd. 15:13-16

[13] Ibid. 32:7

[14] Revelar la chispa Divina de la santidad puede describirse como encontrar la realidad que se encuentra investida dentro de la realidad. Hay tres números figurados básicos que corresponden a las tres relaciones básicas discutidas en la filosofía jasídica: evolución, hishtalshelut (הִשְׁתַּלְשְׁלוּת) corresponde a números triangulares, meshulashim (מְשֻׁלָּשִׁים), investimento, hitlabshut (הִתְלַבְּשׁוּת) corresponde a números cuadrados, revuim (רְבוּעִים), y la inmersión/inspiración, hashraá (הַשְׁרָאָה) corresponde a números inspiradores, hashraá (הַשְׁרָאָה), también conocidos como números cuadrados centrados. El triángulo de un número n es la suma de los enteros desde 1 hasta n. El cuadrado de un número es n². El valor inspiracional de un número n es n² (n 1)2.

[15] 1 Samuel 22:2; 25:13

[16] Para obtener más información sobre el número 400 y la letra tav, consulte Las letras hebreas, págs. 326-337.

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