JANUCA ILUMINAR EL MUNDO

TRANSMISIÓN PARA ARGENTINA

RABINO ITZJAK GINSBURGH

26 DE KISLEV 5771

Feliz Janucá a todos. Hoy ya estamos en la quinta vela de las ocho velas de Janucá. Cada día añadimos luz. Está escrito “va añadiendo y alumbrando” – cada día más y más luz. Este es el mensaje de Janucá, que cada judío y cada alma en general – el alma es llamada “vela de Dios, el alma del hombre” – su función es iluminar, iluminar hacia afuera, iluminar el mundo.

¿Qué significa iluminar? Que toda la creación entera sea consciente de que hay un Dios en el mundo, que hay milagros en el mundo, que lo sobrenatural se encuentra dentro de lo natural, que cada momento que vivimos, que cada respiración que tomamos, es un milagro del Cielo. Este es el mensaje de Janucá y esta es también la victoria contra los griegos. Los griegos no creían en que hay renovación en cada momento, en que Dios “renueva en Su bondad cada día, constantemente, la obra de la creación” y en que nosotros podemos experimentar la renovación en nosotros mismos, en nuestra propia carne.

TRES MITZVOT DE RENOVACIÓN

Está escrito que los griegos querían anular tres mitzvot de la Torá –Shabat, Rosh Jodesh (el novilunio) y Brit Milá (la circuncisión)– y los judíos en esa generación entregaron su alma por ellas. Hubo entrega del alma mucho antes de la victoria y la guerra; hubo casos en los que realmente murieron por la santificación del Nombre de Dios.

Está escrito en el Jasidismo que el denominador común de estas tres mitzvot es que son mitzvot de renovación – todas estas mitzvot dicen que nosotros creemos que todo se renueva en cada momento, incluso la naturaleza, que no es algo eterno (sin principio). Los griegos creían en la eternidad del mundo, que no fue creado de la nada, y ciertamente no creían que en cada momento hay una renovación de la obra de la creación.

SHABAT – RENOVACIÓN DE LA CREACIÓN

El Shabat atestigua la renovación de la creación: Dios creó el mundo en seis días, “y en el séptimo día descansó y reposó”, descansó, por así decirlo, de Su obra de la creación. Cuando se guarda el Shabat se atestigua que nuestro mundo es renovado y no eterno. Dios es eterno, pero el mundo no es eterno. Por lo tanto, el Shabat es el testimonio de la totalidad de la renovación de la obra de la creación.

ROSH JODESH – RENOVACIÓN DEL TIEMPO

Después está Rosh Jodesh. La luna tiene un ciclo de ascenso y descenso, hay un momento en que desaparece por completo, se convierte en nada, y luego nace de nuevo. El renacimiento de la luna es como la creación del mundo a partir de la nada.

Cuando se guarda Rosh Jodesh se enfatiza la renovación particularmente en la dimensión del tiempo, no solo que el mundo es renovado. Se podría pensar que el tiempo es algo eterno, constante, incluso antes de la creación del mundo. Pero vemos que no, también el tiempo mismo es renovado. Antes de la creación del mundo no había tiempo, y lo primero que Dios creó es el tiempo. Cuando se guarda Rosh Jodesh se atestigua que el tiempo mismo es renovado y no eterno.

MILÁ – RENOVACIÓN DEL ALMA

Después está el Brit Milá, que es un precepto que el judío cumple en su propio cuerpo. Es el precepto que causa que el judío pueda sentir en su cuerpo la renovación. Hay una expresión en el libro del Tanya: “que la persona no se excluya a sí misma del colectivo”ᵃ – cuando se piensa en la renovación, lo primero que se debe sentir es cómo yo mismo me renuevo, que en cada momento soy algo diferente. En cada momento vuelvo a la nada y soy creado de nuevo.

¿Para qué sirve esto? Si yo me renuevo en cada momento, puedo siempre empezar una página nueva, no dependo solo de mi pasado. Puedo en cada momento empezar mi vida de nuevo, mejor que antes. El Brit Milá da esta experiencia en el alma de la persona, hasta qué punto mi alma y mi cuerpo – todo se renueva en cada momento.

VENCER LA HEREJÍA

Por eso los griegos se opusieron tanto a estas tres mitzvot. Este es el primer mensaje de la fiesta de Janucá, que nosotros vencemos a la herejía – a los griegos y a la helenización. Como es sabido, la helenización atrapó también a muchos judíos en esa generación, y así en cada generación, y en nuestra generación aún más, hay mucha helenización. Hay mucho pensamiento y filosofía de que la naturaleza es todo lo que hay, no hay nada fuera de la naturaleza.

Pero nosotros creemos que Dios creó la naturaleza y Él la ama y la desea, pero dentro de la naturaleza está también la dimensión sobrenatural y todo es uno, como dijimos que cada momento es un milagro y en cada momento todo es nuevo – el mundo es nuevo, el tiempo es nuevo y el alma es nueva (es decir, el ser vivo, la vida se renueva en cada momento). Cuando encendemos las velas tenemos la intención de iluminar esta luz para todo el mundo.

B. LUZ Y CALOR – OJOS Y CORAZÓN

Ser un judío cálido, un judío amante

Hay otro fenómeno escrito en la Torá: el fuego tiene tanto luz como calor. Está escrito que Janucá es tanto una fiesta de luz como una fiesta de calor. La luz está relacionada con los ojos. Toda observación y visión, toda novedad, está relacionada con los ojos. El calor está relacionado con el corazón.

El santo Baal Shem Tov amaba la festividad de Janucá más que todas las fiestas. Amaba mucho la luz, y también amaba mucho el calor en el corazón. Antes de revelarse, solía recorrer los pueblos de Ucrania, y a cada judío – especialmente a cada niño judío – le ponía la mano sobre el corazón y lo bendecía para que fuera un “judío cálido” (zalst zain a varmer id, en idish).

¿Qué es, en esencia, el calor? El calor es amor, un amor cálido por cada judío, un amor por toda la creación, de hecho. El Baal Shem Tov nos enseñó que si Dios creó algo, Él lo ama, y si Él lo ama, nosotros también debemos amarlo. Empezando por nuestro pueblo, el pueblo de Israel, sobre el cual está escrito que debe haber un amor “como a ti mismo”: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, literalmente. Y también fuera de nosotros, debemos amar toda la creación, todo lo que Dios creó en el mundo. Después de todo, Dios creó todo con un propósito, para poder morar en los reinos inferiores, con nosotros en nuestro mundo. Resulta que el amor es calor.

Conectarse a los “Ojos de la Congregación”

Por lo tanto, está escrito que Janucá es esencialmente dos cosas: luz y calor. Por supuesto, la luz y el calor van juntos: si hay luz, hay calor; y si hay calor, dentro y detrás de él hay energía, luz, radiación: rayos de luz. Pero nuevamente, la luz se revela en los ojos y el calor se revela en el corazón.

En el pueblo de Israel están los “ojos de la congregación”: los Sabios, aquellos que enseñan la Torá, son nuestros ojos. Es necesario conectarse a los ojos. Quien quiera ver luz, y con más razón quien quiera irradiar luz, difundir luz, necesita ojos buenos y sanos; por lo tanto, necesita conectarse a los ojos de la congregación, a los tzadikim (justos) de la generación.

En la festividad de Janucá encendemos treinta y seis velas. En la primera noche una, en la segunda dos, hasta ocho. Si sumamos todas las velas juntas, del uno al ocho, el total es 36 (Lamed Vav). Está escrito que hay 36 tzadikim en la generación: cada vela es un tzadik, cada vela es un ojo de los “ojos de la congregación”, porque está escrito que los 36 tzadikim son los que ven, los que reciben la presencia de la Shejiná (Presencia Divina) cada díaᵃ, es decir, que la principal revelación de la Divinidad en ellos es en sus ojos. Cuando miramos las velas –que está prohibido usar, sino solo verlas– nos conectamos a los ojos, a los ojos de la congregación, a los Sabios.

El Corazón es el Rey

Pero el calor pertenece al corazón. ¿Quién es el corazón? El Rey del pueblo de Israel. Así como todos los órganos dependen del corazón y él distribuye toda la vitalidad, el espíritu de vida que está en la sangre, a todos los órganos del cuerpo, así existe el corazón de los hijos de Israel: el corazón es el Reyᵇ. Está escrito en el libro Kuzari que el pueblo de Israel mismo es un corazón en relación con toda la humanidad: el corazón palpitante es el pueblo de Israel. Pero dentro del pueblo de Israel también hay un corazón: el corazón del pueblo de Israel es el Rey David.

Por lo tanto, Janucá es una fiesta de conexión con los ojos, con la luz, y de conexión con el Rey; también debemos rezar para merecer tener un rey verdadero, un tzadik, como el Rey David, que es el corazón de todo Israel.

El Milagro de la Victoria y el Milagro del Frasco de Aceite

En el milagro de Janucá hubo dos milagros: Primero, el milagro de la victoria en la guerra. Los Jasmoneos eran pocos y Dios entregó a los muchos en manos de los pocos. Había un ejército enorme de Grecia, de miles y decenas de miles, y contra ese ejército enorme se levantaron unos pocos judíos y estos pocos vencieron a los muchos: el milagro más grande que la mente pueda concebir. Después, hubo un milagro que Dios hizo: encontraron un frasco de aceite de oliva puro que quedaba, que tenía aceite que debía alcanzar solo para una noche (y hay quienes dicen que incluso para menos de una noche), y alcanzó para ocho días, de manera completamente milagrosa.

Está claro que el milagro del frasco de aceite lo hizo Dios mismo: esa es la luz, los ojos, la conexión con los Sabios, con los “ojos de la congregación”. Pero el milagro de la victoria es la valentía de los pocos, de los Macabeos-Jasmoneos. La victoria también es un milagro que hizo Dios, porque nosotros por nosotros mismos no tenemos valentía (está escrito que el judío por sí mismo no es el más valiente, y solo Dios le da la valentía), pero Dios nos da esa valentía, es decir, que este regalo de Dios se inviste dentro de nosotros.

La Luz – El Milagro del Frasco de Aceite. El Calor – El Milagro de la Victoria

Así también respecto a la luz y el calor que mencionamos. El calor en el corazón para calentarse en la fiesta proviene de la valentía de los Macabeos. Para calentarse –para ser un judío cálido con mucho amor y capacidad de abrazar a todo el mundo con el amor de Dios (“y Su diestra me abrazará”), es decir, revelar cuánto ama Dios a todo el mundo, y por lo tanto, “la naturaleza del Bueno es hacer el bien” y Él quiere que todos tengan lo mejor en todos los aspectos– se necesita la valentía. En Janucá hay que pensar en la valentía.

Cada fiesta es por algo que sucedió en nuestra historia. Hay que conectarse muy fuertemente con los Macabeos en esta fiesta, y cuanto más se conecta uno a la valentía, más se intensifica el calor en el corazón, y también se intensifica la conexión con el Rey. Toda guerra es por el poder del Rey. En esta historia, Matatías era el Rey, el padre de todos los Macabeos. Los Macabeos también eran cohanim (sacerdotes), y en la Torá los cohanim son los Sabios, los ojos.

La conexión con los Macabeos como cohanim que nos enseñan Torá y entregan su alma por la Torá es la luz, los ojos: es lo que despierta el milagro que Dios hace en la vela durante ocho días. Pero para calentarse en esta fiesta –la segunda cosa principal– hay que conectarse a la valentía de los Macabeos y pensar en la figura del Rey, que es el corazón de todo el pueblo de Israel.

Fortalecerse en los Ojos y en el Corazón

Que el corazón esté sano y fuerte, que todos los judíos tengan un corazón sano y fuerte y también ojos fuertes. Uno de los grandes jasidim (R. Isaac de Homil) describió al primer Rebe de Jabad, el Baal HaTania, como un oftalmólogo. Dijo que él toma a personas cuyos ojos son débiles y les fortalece los ojos.

Esta fiesta es una fiesta en la que se fortalecen los ojos, y está escrito en el Jasidismo que los buenos ojos –los de un tzadik– no solo captan luz, sino que también emiten luz. Él tiene la capacidad de iluminar desde los ojos, de enseñar Torá, de mostrar que Dios es Uno, que hay renovación en cada momento. El corazón, el calor, es por el poder de la valentía [Para más sobre luz y calor en Janucá, ver la siguiente clase, capítulo 2].

Que tengamos muy pronto un Rey verdadero, para todo el mundo, que ciertamente sabemos que se llama el Rey Mesías, que vendrá y nos redimirá por el mérito de la fiesta del Baal Shem Tov, la fiesta de Janucá, y merezcamos la redención verdadera y completa inmediata y literalmente. Que todos tengan un Janucá feliz.

Notas al pie:

1 Tratado Berajot 49b, citado en Tanya cap. 41.

2 Suká 45b.

3 Ver Rambam, Hiljot Melajim 3:6.

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