La idea de que cada elemento de la creación tiene una canción especial que canta constituye la base de una intrigante y misteriosa recopilación editada por los sabios rabínicos del periodo mishnaico y conocida como el Perek Shirá, cuyo significado literal es “Un Capítulo de Cantos.” La canción que canta cada parte de la creación es en su mayoría un verso del Tanaj. La conexión entre el intérprete y el verso que es su canción no se explica, aunque muchas veces los versos mencionan o aluden a esa criatura específica. En cualquier caso, especialmente cuando no se menciona la parte de la creación que canta, nos queda contemplar por qué cada creación canta su verso particular. Algunos comentarios sugieren que la canción revela el propósito o la inspiración divina de una criatura y se revelará con mayor profundidad en el futuro.
Perek Shirá consta de seis capítulos, cada uno agrupando criaturas similares. El primer capítulo incluye los cantos de elementos relacionados con la tierra: la naturaleza salvaje, los campos, los mares, los manantiales y los ríos. El segundo capítulo describe las canciones de los elementos del cielo: día y noche, el sol, la luna y las estrellas, las nubes, los relámpagos, la lluvia y el rocío. El tercer capítulo está dedicado a las canciones del reino vegetal: una variedad de árboles, la vid, el trigo y la cebada, las hortalizas y las hierbas. El cuarto capítulo da voz a los cantos de una gran variedad de aves y peces. El quinto capítulo destaca los cantos de los animales, tanto salvajes como domesticados. El sexto y último capítulo enumera las canciones de las criaturas que se arrastran.
¿Quién canta en el Perek Shirá?
Una pregunta importante que se han hecho los comentaristas a lo largo de los siglos es quién exactamente canta las canciones atribuidas a cada parte de la creación y a cada criatura. Se dan cuatro respuestas básicas, cada una verdadera desde su propia perspectiva. Así, las cuatro respuestas no se contradicen entre sí, sino que en última instancia se consideran complementarias.[1]
Primera opinión: La creación está cantando
La primera opinión dada por una minoría de comentaristas es que es la parte misma de la creación la que canta la canción que se les atribuye. Esto implica que incluso los objetos inanimados tienen algún tipo de fuerza vital y conciencia que les permite cantar de alguna manera.[2]
Maimónides, en su obra clásica La Guía de los Perplejos, afirma que los elementos inferiores de la creación no tienen conciencia.[3] Según esta opinión, debe ser otro quien esté cantando estas canciones.
El Arizal, el famoso cabalista de Tzfat en el siglo 16 EC, enseñaba de forma diferente. Afirma que los cuatro niveles de la creación – inanimado, vegetal, animal y humano – tienen fuerza vital y conciencia, aunque en niveles muy diferentes. Todas las manifestaciones de la realidad están animadas por una chispa de Di-s, y en este sentido cada punto de la creación tiene fuerza vital. Por lo tanto, hay una vía para entender que incluso los elementos inferiores de la creación están cantando su propia canción, sea cual sea el nivel de conciencia que tengan.
El Libro de los Reyes describe la sabiduría del rey Salomón de la siguiente manera:
Pronunció tres mil proverbios, y sus canciones fueron mil y cinco. Habló acerca de árboles, desde el cedro en el Líbano hasta el hisopo que brota del muro; también habló de bestias y de aves, y de criaturas que se arrastran, y de peces.[4]
Algunos comentaristas explican que Salomón conocía las propiedades curativas de los árboles, plantas y hierbas, así como las propiedades esenciales de todos los animales. Sin embargo, otros comentaristas, basándose en diversas tradiciones midráshicas, interpretan las palabras “él habló de” como “él habló con” árboles, plantas y hierbas, así como con los animales, entendiendo su idioma y comunicándose con ellos.[5] Muchas otras fuentes judías describen animales, vegetación e incluso objetos inanimados que hablan y se comunican con Di-s y con el hombre.
Segunda opinión: Los ángeles están cantando
La segunda opinión es que el ángel, o el ministro espiritual, o el mazal responsable de cada elemento de la creación está cantando las canciones del Perek Shirá. Que toda creación tiene un ángel guía – una fuerza natural responsable de ella – se afirma en el Midrash: “No hay brizna de hierba que no tenga un ministro que la golpee desde arriba y le diga ‘crece’.”[6] Además de que cada brizna individual de hierba tiene un ángel correspondiente arriba, se nos enseña que la hierba, como especie, también tiene un ángel que ayuda a dirigir su desarrollo colectivo. Esto es válido para todas las criaturas y especies individuales en la creación.
De manera similar, se nos enseña que cada persona tiene su ángel guía particular. Rashi comenta que cuando Iaacov luchó “con un hombre”[7] fue en realidad el ángel de Esav. Cuando llegó la mañana y el ángel vio que no podía vencer a Iaacov, dijo: “Déjame ir, porque es el amanecer.”[8] Rashi comenta que la razón por la que el ángel deseaba marcharse justo en ese momento era porque necesitaba regresar a la morada celestial para cantar las alabanzas de Di-s durante el día.
Cada nación también tiene un ángel principal que ayuda a dirigir sus asuntos desde el mundo superior. Después de dejar salir a los israelitas de Egipto, el faraón cambió de opinión. Reunió a sus ejércitos y le persiguió:
“Se acercó el faraón; los israelitas alzaron sus ojos y, he aquí, Egipto marchaba tras ellos y se asustaron… “[9]
Rashi explica que vieron al ángel guardián de Egipto venir desde el cielo para ayudar a los egipcios.
De acuerdo a esta segunda opinión, son estos ministros espirituales o ángeles quienes cantan la canción de cada creación.
Tercera opinión: La humanidad está cantando
La tercera opinión es que no es ni la creación ni un ángel, sino el hombre quien canta las canciones de cada criatura en el Perek Shirá. Al observar el mundo en el que vive, el hombre aprende diversas lecciones y obtiene sabiduría al contemplar el funcionamiento del cielo y la tierra, los ciclos de la naturaleza y la multitud de criaturas vivientes que habitan nuestro planeta. Los sabios afirman: “¿Quién es sabio? Alguien que aprende de cada individuo.”[10] Así como aprendemos de cada ser humano, también podemos aprender de cada una de las criaturas de Di-s. La iluminación y el entendimiento pueden provenir de observar una hoja que cae, una colonia de hormigas ocupada en su trabajo, las formas siempre cambiantes de las nubes, las flores primaverales en plena floración, un arroyo burbujeante, un pájaro construyendo su nido, un árbol aletargado bajo la nieve y una puesta de sol sobre el océano. Nosotros, los seres humanos, interpretamos, integramos y nos inspiramos el mundo que nos rodea, y estas percepciones y la profunda identificación con la creación se traducen en las diversas canciones de cada elemento de la naturaleza.
Un versículo dice: «¿Quién nos enseña más que las bestias de la tierra y quién nos hace más sabios que los pájaros del cielo?[11]» En el Talmud, en nombre Rabi Iojanan, se afirma que, si no se hubiera entregado la Torá, habríamos aprendido sencillez del gato, la prohibición de robar de la hormiga, la fidelidad en las relaciones de la paloma y la forma adecuada de tener relaciones maritales de las aves.[12] Esta visión del mundo considera la vida como la mejor maestra. Aprender de todos y de todo despierta una gran admiración e inspiración, así como una afinidad psicológica hacia toda la creación, lo que lleva al hombre a cantar la canción de esa criatura o creación. Ahora que tenemos tanto la Torá como el Perek Shirá, podemos aprender e intuir la esencia misma de cada criatura tal como se revela en los versículos que se les atribuyen.
Cuando Adán fue ubicado por primera vez en el Jardín del Edén, la Torá relata que Di-s llevó a todos los animales ante Adán para ver cómo los llamaría, “y sea como sea que Adán lo llamara, ese era su nombre.”[13] Se explica en la Cabalá que Adán, tras una profunda contemplación, fue capaz de intuir la esencia de cada animal y así elegir el nombre hebreo exacto que mejor transmitiera esa esencia, y “ese fue su nombre.”[14] El proceso de dar nombre a todos los animales es similar a reconocer qué canción canta cada criatura.
Cuarta opinión: Di-s está cantando
La cuarta opinión es que es Di-s quien canta el canto de cada parte de la creación. Según la idea de que Di-s habla o “canta” el mundo para crearlo, esa energía original del canto sigue existiendo en cada parte de la creación. Alternativamente, es la Shejiná – la Presencia Divina, que mora en cada creación – la que canta a través de ellas. Se nos enseña que la Shejiná habló a través de la garganta de Moisés.[15] De manera similar, Di-s como Creador es la boca, por así decirlo, que revitaliza cada parte de la creación con el canto. De hecho, esta idea corresponde a la noción cabalística de que cada parte de la creación está animada por una chispa de Divinidad.
Estas cuatro opiniones contienen cada una, una pizca de verdad y, en conjunto, se complementan mutuamente, proporcionando un entendimiento profundo de cómo diferentes niveles de verdad y realidad se interconectan y, en última instancia, se fusionan en una perfecta unidad.
[1] Véase también Música: La pluma del alma, cap. 8.
[2] Las Letras Hebreas, p. 258.
[3] Guía de los Perplejo 3:17.
[4] 1 Reyes 5:12-13.
[5] Véase el comentario de Abraham ben Shlomo (ראב”ש).
[6] Bereshit Rabá 10:6.
[7] En Génesis 32:25 citando a Bereshit Rabá 77:3.
[8] Génesis 32:27.
[9] Éxodo 14:10.
[10] Avot 4:1
[11] Job 35:11
[12] Eruvin 100b
[13] Génesis 2:19
[14] Bereishit Raba 17:4. Las Cartas Hebreas, p. 6.
[15] Zohar 3:232a. Las Letras Hebreas, p. 257.




