ESCUCHAR AL NIÑO PEQUEÑO

Un punto de una charla sagrada

El Rebe contó en el farbrenguen (reunión jasídica) del 19 de Kislev: “Una vez, cuando el Admur Haemtzai (el Rebe Intermedio) estaba sentado en su habitación y estudiaba, y en la misma habitación dormía un bebé en una cuna, el bebé se cayó —mientras dormía— de la cuna al suelo y estalló en llanto. Pero el Admur Haemtzai, estando sumergido en su estudio, no escuchó nada. Mientras que Rabenu Hazakén (el Alter Rebe), que estaba sentado y estudiando en otra habitación, es decir, en un lugar más lejano y detrás de una división, escuchó el llanto del niño, y entró, levantó al bebé, lo calmó y lo acostó en la cuna.

Después de un tiempo, Rabenu Hazakén habló con su hijo, el Admur Haemtzai, sobre este suceso, diciéndole cómo debe ser la forma del servicio [Divino]: que ciertamente se necesita estar sumergido en la profundidad del estudio, pero, en el momento en que un niño pequeño llora, incluso mientras duerme, se necesita “escuchar” la voz de su llanto, interrumpir el estudio y calmarlo.

Cuando uno se encuentra con un “niño pequeño” en espiritualidad, podría pensar para sí mismo: ¿Qué tiene que ver él, siendo un grande en Israel, con un niño pequeño que está sumergido en su sueño, que se cayó de la cuna, se golpeó y está llorando, para que por él interrumpa su Torá y su plegaria?!

Y la explicación de esto es: que precisamente en una conducta así se ve y se reconoce la cualidad de un Líder en Israel, como se trae en el Midrash, que cuando el Santo, Bendito Sea, tomó a Moshé Rabenu como pastor sobre Israel, “no lo probó sino con el rebaño”. Es decir, que no lo probó en su liderazgo en relación a “almas”, ni siquiera almas en cuerpos, sino “con el rebaño” específicamente: “Tienes misericordia para guiar el rebaño de carne y hueso —’a la que cojea y a la que se extravía’ (Ezequiel 34:16)—, así, por tu vida, tú pastorearás a mi rebaño, Israel”.

Y este fue el camino de los pastores de Israel en todas las generaciones posteriores, y este camino enseñaron a cada uno de Israel —al darles las fuerzas necesarias para ello—: que incluso cuando se encuentran en una posición y situación elevada, y en un movimiento de exaltación y separación, etc., he aquí que en el momento en que se encuentran con un niño pequeño llorando, incluso en su sueño, necesitan interrumpir sus asuntos y ocuparse del niño pequeño para llevarlo al reposo.

Esta es, pues, la enseñanza que comenzó por medio del Baal Hasimjá (el Dueño de la Alegría, el Admur Hazakén, dueño de la redención del 19 de Kislev), que interrumpió sus asuntos… para calmar a un niño pequeño.

Y de esto nació la enseñanza de honorabilidad de santidad de mi suegro y maestro el Admur (el Rebe Anterior), que exigió y exige y seguirá exigiendo de cada uno… que cuanto más crezca la propia elevación según se ve a sus ojos, y puede ser que de hecho haya crecido su propia elevación en la práctica realmente en verdad, dé cada día (no solo de su dinero, sino también) de su cuerpo y su alma para ayudar y asistir a un “niño pequeño” (o “niño grande”) en espiritualidad.

Y como el dicho del Baal Shem Tov: que un alma desciende de arriba a abajo para vestirse en un cuerpo material y vivir en él setenta u ochenta años, para hacer un favor a un judío en materialidad o en espiritualidad, ¡aunque sea una sola vez!”.

(Adaptado según el Farbrenguen del 19 de Kislev de 5704 [1943]. De ‘Nishmata Deoraita’)

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