PARASHÁ VAISHLAJ 5786
¿Por qué Iaacov se establece דווקא en Shejem?

UNA VISTA DE LA IESHIVÁ EN LA TUMBA DE IOSEF, SHJEM
¿POR QUÉ PARÓ EN SHJEM?
Sobre la verdadera elección entre el bien y el mal, y sobre por qué Hashem quiere que elijamos por nosotros mismos.
¿Por qué demorarse en Shejem?
En la parashá de esta semana, Parashat Vaishlaj, nos ocupamos del regreso de nuestro patriarca Iaacov desde Jarán a la Tierra de Israel. Antes de salir de la tierra, Iaacov mereció una revelación en Beit El, donde Hashem le prometió:
“Y he aquí que Yo estoy contigo y te guardaré por dondequiera que vayas”.
En respuesta, Iaacov hace un voto: si regresa en paz, convertirá ese lugar especial en un “Beit E-lohim”:
“Y esta piedra que he puesto como monumento será Casa de Dios”.
Ahora, cuando Iaacov regresa con todos sus bienes y su familia, lo natural habría sido que su primer acto fuera cumplir su voto, y subir directamente a Beit El, el lugar donde tuvo la revelación divina. Incluso cuando Iaacov estaba aún en casa de Labán, Hashem le recordó el voto que había hecho en Beit El, y lo más lógico habría sido que fuera inmediatamente a cumplir su promesa.
Sin embargo, la Torá relata que en vez de eso, Iaacov detiene su viaje en Shejem y permanece allí mucho tiempo. Compra allí una parcela, como está escrito:
“Y compró la porción del campo donde había plantado su tienda… y erigió allí un altar y lo llamó ‘El, Dios de Israel’”.
La permanencia en Shejem trae consigo acontecimientos difíciles, la historia de Diná y luego la acción de Shimón y Leví.
Solo después de todo esto, y solo cuando Hashem le ordena explícitamente:
“Levántate, sube a Beit El, y habita allí, y haz allí un altar…”,
solo entonces Iaacov completa su viaje, sube a Beit El y cumple su voto.
La pregunta que se nos presenta es:
¿Qué sentido tiene esta demora de Iaacov en Shejem?
¿Por qué elige no ir directamente al lugar santo donde se le reveló Hashem y que prometió convertir en Casa de Dios?
El lugar del libre albedrío
Para responder por qué Iaacov se detiene דווקא en Shejem, debemos comprender cuál es la singularidad interna de la ciudad de Shejem, y cómo se contrapone a Beit El.
¿Qué sabemos de Shejem?
Apenas el pueblo de Israel entra a la Tierra, se realiza allí el acto de la bendición y la maldición: los levitas se colocan entre el Monte Eival y el Monte Guerizim, y proclaman en voz alta al pueblo las palabras de bendición y de maldición.
Por lo tanto, Shejem simboliza el libre albedrío: el poder del ser humano de elegir el bien y recibir bendición (Monte Guerizim), o elegir el mal y recibir maldición (Monte Eival). Este poder se le da al hombre en el momento de su nacimiento, cuando el alma desciende al cuerpo. Y de la misma manera, el pueblo de Israel, al entrar en la Tierra —que es para él como un cuerpo para su alma— expresa el poder de elección que Hashem le otorgó.
En cambio, Beit El simboliza la elección enfocada en Hashem.
Shejem expresa la capacidad de elegir, el poder del libre albedrío.
Beit El, el lugar donde Hashem se revela a Iaacov, expresa la decisión de adherirse conscientemente a Hashem.
Dos miradas sobre la elección
Cuando al hombre se le da el libre albedrío, puede relacionarse con él de dos maneras opuestas. Si observamos las figuras de Iaacov y Esav, veremos que representan dos enfoques totalmente distintos sobre el sentido de la elección.
Desde la perspectiva de Esav, el libre albedrío es un permiso para hacer todo lo que se le antoje. Esa era su naturaleza como “hombre experto en la caza”: disfrutaba usar su elección para dominar a los animales del campo y a toda forma de vida. Esav goza de la experiencia de elegir porque eso le da la sensación de ser dueño de sí mismo y de la realidad. Por eso es llamado en nuestra parashá “mi señor Esav”: su sensación es que el poder de elección lo convierte en señor de todo lo que lo rodea.
En cambio, Iaacov vive la elección de una manera completamente opuesta. Para él, la elección no es libertad sin límites, sino una responsabilidad total por su adhesión a Hashem. Cuando recibe la capacidad de elegir, siente que sobre él recae la obligación de crear activamente su adhesión al bien, luchando por la verdad con esfuerzo, porque esta no se realizará por sí sola si él no trabaja por ella.
Por eso, mientras que para Esav la elección lo vuelve un señor, para Iaacov la elección lo vuelve un siervo. La elección obliga a Iaacov a trabajar duro, a esforzarse para concretar el bien, con la conciencia de que “todo depende de mí”.
En otras palabras:
Esav separa la elección de Quien la da. Ve el libre albedrío como una herramienta autónoma dirigida hacia la realidad, sin preguntarse por su origen.
En cambio, cuando Iaacov recibe la elección, inmediatamente dirige su pensamiento hacia el Dador de la elección:
¿Qué quiere Hashem de mí al darme este poder de elegir?
Esav usa su elección para su placer personal y para dominar la realidad. Se comporta como un señor que encabeza un ejército de servidores, como está escrito:
“Y Esav fue a su encuentro, y con él cuatrocientos hombres”.
Iaacov, en cambio, observa cómo Hashem da vida y sostiene toda la creación, y comprende que cuando Hashem le da a él la capacidad de elegir, espera que él también elija dar vida, cuidar y desarrollar la realidad. Por eso Iaacov forma una familia numerosa (en lugar de un destacamento de hombres obedientes) y se convierte en pastor de ovejas (en lugar de cazador).
Iaacov entiende que el propósito de Hashem al otorgar el libre albedrío es que el hombre elija por sí mismo producir vida y sostener el mundo, de manera similar a como Hashem mismo elige hacerlo.
No renunciar a la elección
Ahora podemos responder a la pregunta inicial:
¿Por qué Iaacov no llega directamente a Beit El, sino que antes se demora en Shejem?
Como explicamos, Shejem representa el poder de elegir entre el bien y el mal, mientras que Beit El representa la decisión de adherirse directamente a Hashem. Si Iaacov hubiera ido directamente a Beit El y se hubiera entregado de inmediato a la adhesión a Hashem, esa adhesión podría interpretarse no como fruto de su libre elección y de su propio esfuerzo, sino como una consecuencia inevitable de la revelación divina, como si no hubiera tenido otra alternativa. Una adhesión así es sagrada, pero carece de la creación personal de Iaacov.
Por eso, Iaacov va primero a Shejem y se detiene allí: para expresar que su adhesión a Hashem en Beit El surge de su libre elección. Shejem es llamada en la Torá “hombros”, porque coloca sobre los hombros la plena responsabilidad del servicio a Hashem. Iaacov comprende que Hashem quiere que su adhesión sea una obra personal, nacida de la elección.
Precisamente por haber pasado por Shejem, Iaacov llega luego a ser llamado “señor”, e incluso Hashem mismo lo llama así:
“No se dirá más tu nombre Iaacov, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido”.
Si Iaacov hubiera ido directamente a Beit El, habría permanecido como un siervo, porque su adhesión a Hashem habría surgido solo por arrastre tras la revelación divina. Pero al pasar por Shejem y fortalecerse en su libre elección, Iaacov merece el nombre de ‘Israel’, el que gobierna, porque su adhesión a Hashem fue creada por él mismo.
La ieshivá “עוד יוסף חי”, fundada en Shejem junto a la tumba de Yosef HaTzadik y que hoy se encuentra en Itzhar, guarda en su corazón la aspiración de regresar a su lugar natural: Shejem. Volver a Shejem significa volver a amar asumir la responsabilidad total por nuestra adhesión a Hashem, y querer construirla por nosotros mismos.
Cuando no regresamos a Shejem, y no disfrutamos de que nuestra adhesión surja de nuestra elección, corremos el riesgo de quejarnos del peso del yugo y de enojarnos con quienes creemos que no cargan tanto como nosotros (como sucede hoy…). Pero cuando se retorna a Shejem, se vuelve a disfrutar de cargar con la responsabilidad, y a alegrarse de asumir plenamente el “peso” de la adhesión a Hashem.
¡Shabat Shalom!
Rab Itzjak Shapira
Beit Midrash “עוד יוסף חי”




