“¿CUÁNDO ALCANZARÁN MIS ACTOSEL NIVEL DE LOS PATRIARCAS?”

En las porciones de la Torá que se leen durante el mes de Jeshvan, aparecen por primera vez los tres patriarcas de la nación judía, Abraham, Itzjak y Iaacov. De acuerdo con el conocido principio de que “debemos vivir con el tiempo” (en referencia a las porciones semanales de la Torá), el mes de Jeshvan es el momento apropiado para realzar la identificación con nuestros patriarcas, provocando de esta manera el refuerzo de nuestro servicio a Di-s. Uno debe cuestionarse: “¿Cuándo alcanzarán mis actos el nivel de los de mis Patriarcas, Abraham, Itzjak y Iaacov?” (Tana D’vei Eliahu, Capítulo 25).

En el libro cabalístico Sefer Ietzirá, el “sentido” particular asociado con el mes de Jeshvan es el del olfato, el sentido especial atribuido al Mashíaj. Está escrito respecto a nuestro redentor: “Y él olerá con el temor a Di-s” (Isaías 11:3), que los sabios interpretan: “El olerá la verdad” (Talmud BavliSanhedrin 93b). El juzgará con el olfato, no por lo que vea o escuche.

Este es también el sentido de nuestros patriarcas. Nuestros sabios interpretan el verso del Cantar de los Cantares (1:3) “Tus ungüentos (aceites) tienen una fragancia agradable”, como referido a las mitzvot y los actos de caridad de nuestros patriarcas. Varios fenómenos numéricos relacionados con las palabras de esta frase aluden a esta interpretación. Lereaj [fragancia] = Abraham = 248, shemen [ungüento, aceite] = Itzjak más Iaacov = 390; re’aj shmaneja [la fragancia de tus ungüentos] = Abraham más Itzjak más Iaacov = 638.

Similarmente, en el verso (Zejaria 1:8) “y se paró entre los arbustos de mirto”, los sabios dicen que aquellos que se ocupan de actos de autosacrificio para proclamar la santidad de Di-s (como Jananiá, Mishael y Azariá, que se comparan a nuestros patriarcas) despiertan agradables fragancias como los patriarcas, un aroma grato para Di-s”.

Los patriarcas fueron una “carroza”, fueron portadores, por así decirlo, de los tres atributos emocionales supremos: bondad, rigor y belleza, expresión de las cualidades interiores: amor, temor y misericordia, respectivamente. El Mashíaj, como descendiente del Rey David, se compara relativamente con el atributo supremo del rey o la soberanía en su nivel espiritual más elevado. David refleja el Reinado del mundo de Atzilut (emanación); el Mashíaj refleja la realeza en el nivel espiritual de ein-sof (“el infinito”), representando el cuarto y último pie de la “carroza” celestial. A través del Mashíaj se va a concretar el objetivo definitivo de la creación: “y Di-s será Rey sobre todo el mundo, en aquel día Di-s será Uno y su Nombre será Uno” (Zejaria 14:9). El secreto de la “carroza” es la capacidad de demostrar una autoanulación completa ante Di-s, hasta el punto incluso de entregar la propia existencia física en aras de Di-s y dedicar totalmente nuestra vida a revelar la Presencia de Di-s en el mundo.

Todos los judíos son igualmente capaces de llegar al autosacrificio, por cuanto este refleja la manifestación del más elevado de los cinco niveles del alma: el nivel de iejidá (“el único”). Por el contrario, respecto a la capacidad intelectual y la estructura emocional, que reflejan los niveles inferiores del alma, hay claramente diferencias entre los individuos. Iejidá, descripta como “partiendo hacia Ti, llevando Tu yugo, exclusiva en declarar Tu Unicidad” (ver las plegarias de Hoshana Raba), es una herencia de nuestros santos patriarcas. Abraham dedicó su vida a anunciar la presencia de Di-s en el mundo; Itzjak puso su cuello para ser sacrificado en el altar; Iaacov exhibió un autosacrificio tremendo para establecer la nación judía. En lo que incumbe específicamente a este tipo de autosacrificio, se exige de cada judío que se pregunte: “¿Cuándo alcanzarán mis actos el nivel de los de mis Patriarcas Abraham, Itzjak y Iaacov?”.

“Las buenas acciones de los Patriarcas son señales para los hijos”. El Midrash mencionado demuestra con una parábola qué se espera que aprendamos de nuestro patriarca Abraham. Señala que un ejemplo arquetípico de su autosacrificio fue su comportamiento en la Guerra de los Reyes (Génesis, capítulo 14), que, de acuerdo con Ramban, alude a las guerras del Mashíaj. Leemos que Abraham juró que no se beneficiaría del botín de guerra:

“Y Abraham dijo al rey de Sedom, he elevado mi mano a Di-s, que no tomaré ni una hebra del cordón de un zapato y que no tomaré nada que sea tuyo…” (Génesis 14: 22-23). El Midrash cuenta que:

Esto puede ser comparado con un rey que le dijo a su hujo que vaya y mate a todos los ladrones, pero no tome nada de su dinero, para que no digan que el hijo del rey sólo mató a los ladrones para apoderarse de su dinero. El hijo del rey inmediatamente fue y mató a los ladrones, pero sin participar del botín. Cuando volvió, el rey se adelantó a recibirlo y dijo: “Las bendiciones sean sobre ti, mi hijo. Ahora tendrás una gran recompensa, ya que no te beneficiaste del dinero de los ladrones. Ahora ven conmigo y te daré preciosos e innumerables recipientes, joyas y perlas de mis tesoros…”

El Midrash continúa alabando a Abraham:

“Y en ese momento, Abraham santificó el nombre de Di-s, e inmediatamente luego de estas cosas la palabra de Di-s vino a Abraham en una visión: tu recompensa será muy grande” (Génesis 15:1)…

De esto aprendemos que cada judío debe servir a Di-s desinteresadamente presentando “batalla” en aras de Di-s (desde adentro y desde afuera), sin esperar recompensa o sacar provecho de lo que sea. No es posible luchar y salir victorioso en estas guerras espirituales si no se está dispuesto a entregarse y poner de lado todo lo que uno posee. En un nivel más profundo: si uno quiere aumentar la gloria de Di-s, debe minimizar su honor propio. Sólo cuando se huye del honor, el honor lo perseguirá”, el honor seguramente llegará eventualmente.

¿Pero qué es este honor verdadero que lo seguirá? En los escritos cabalísticos del Santo Arí, está escrito que las palabras sejarja harbai meod, “tu recompensa será muy grande”, es un acrónimo de Moshé. La recompensa por el autosacrificio del judío al cumplir el desafío de alcanzar “el nivel de los actos de nuestros patriarcas Abraham, Itzjak y Iaacov” es que tendrá un hijo que salvará a Israel y que revelará en su alma las chispas sagradas de Moshé, “el más humilde de todos los hombres”, para quien el honor personal no significó nada, sólo deseaba aumentar la Gloria de Di-s.

“El es el primer redentor y él será el redentor final.”