GRACIAS A LA RISA

El Baal Shem Tov enseñó que la risa no es superficialidad, sino una fuerza que endulza los juicios y ayuda a levantarse después de una caída, como dice el versículo: “Siete veces cae el justo y se levanta”.

Con humildad auténtica, el Rebe de Lelov también sabía reírse de sí mismo, recordando que todo lo que lograba provenía solo de Hashem y de los méritos de sus antepasados. Esa risa, llena de santidad, se convertía en fuente de bendición y alivio para sus jasidim.

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Rabí David Tzvi Shlomo Biderman de Lelov nació en el año 5604 (1844), hijo del santo rabino Elazar Mendel de Lelov, que su mérito nos proteja.
En su niñez, en 5611 (1851), emigró a la Tierra de Israel junto con su padre y su abuelo, el santo rabino Moshé de Lelov, que su mérito nos proteja.
Movido por su anhelo de elevarse en el servicio divino y en la senda jasídica, emprendió viajes por Europa visitando las cortes de los grandes rebes.
En Karlin se acercó al santo rabino, el “Beit Aharon”, convirtiéndose en su maestro principal.
Al regresar a Jerusalén, fijó su lugar de plegaria en el beit midrash de los jasidim de Karlin.
Servía al Creador con intensa devoción, y sus plegarias eran dichas con fuerza y entrega total.

También se dedicó a proyectos comunitarios, recolectando grandes sumas de dinero con las que fundó el barrio “Batei Varsha” en Jerusalén. Sin embargo, él mismo se negó a beneficiarse de esos fondos, evitó vivir allí y hasta prohibió a sus hijos residir en el barrio.

Falleció el 5 de Elul de 5678 (1918) y fue enterrado en el Monte de los Olivos. En su lápida solo figuran su nombre y la fecha de su fallecimiento, tal como él lo dejó estipulado.

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Uno de sus jasidim, el anciano rabino Iehuda Leib Daitch de Stropkov, relató:
Desde que llegó a Ierushalaim se aferró a nuestro maestro, el santo rabi David Tzvi Shlomo y se conectó con él con toda su alma.

En un melavé malka después de su fallecimiento, mientras compartíamos la mesa, de repente él dijo:

Dos jasidim de Lublin viajaban para pasar los Días Temibles con el santo rabi de Lublin.
Durante el camino se quedaron sin dinero.
Decidieron que uno de ellos se haría pasar por rebe y el otro por su asistente, para obtener ayuda y continuar el viaje.

En uno de los poblados había un hombre adinerado sin hijos, que ya había acudido a varios tzadikim para ser bendecido con descendencia.
El “asistente” se le acercó y le anunció que había llegado un gran rebe y que quería hospedarse en su casa.
El hombre, molesto, respondió:
—¡Ya conozco a todos esos rabinos que solo buscan dinero y no hacen nada!

Pero el supuesto asistente insistió:
—Este rebe es diferente. Sus segulot siempre funcionan.

Intrigado, el hombre los recibió, los alimentó y les dio dinero y provisiones.
El “rebe” escribió una segulá, lo selló y se lo entregó.
Al año siguiente, evitando pasar por ese pueblo para no ser descubiertos, llegaron de nuevo al rabino de Lublin y lo encontraron allí… ¡junto con aquel hombre, que había tenido un hijo!

El rabino de Lublin explicó:
—Había una muralla de hierro que bloqueaba todas las plegarias de los tzadikim por él.
La segulá que escribisteis, con las letras: מ.ק.מ.ד.  (מטרה קוראווה מילקא דייא) matra krova mielko daie, que significaba “incluso una vaca vieja da leche”— provocó tal risa en el cielo que la muralla se resquebrajó, y las plegarias acumuladas pudieron finalmente llegar, trayendo la bendición de un hijo.

El rabino David Tzvi Shlomo agregaba:
—Cuando el rabino Yehuda Leib llegó al cielo y le preguntaron de qué rebe era jasid, él respondió que era mío. Y todos se rieron: “¿David también es un rebe?”. Y así, con esa risa, logró entrar. Instantes antes de su fallecimiento, rabí Yehuda Leib pidió a sus hijos que lo recordaran ante el rebe.

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