RAZI NOS ENSEÑA
En la parashá Ki Tavó se describen extensamente los sufrimientos y las desgracias que pueden sobrevenirnos si no seguimos los caminos de Hashem. En medio de esta larga serie de reproches aparece un versículo sorprendente, que explica cómo llegamos a esta situación tan grave. No dice allí que los castigos nos alcanzan por los pecados que cometimos, ni siquiera porque descuidamos el cumplimiento de las mitzvot.
La causa principal es:
“Por cuanto no serviste a Hashem, tu Di-s, con alegría y con corazón bueno, de la abundancia de todo” (Devarim 28:47).
Es interesante: ya estamos casi finalizando los Cinco Libros de la Torá, y hasta ahora no encontramos la mitzvá de estar alegres. En las festividades hay una mitzvá explícita de alegrarse – “y te alegrarás en tu fiesta” –, pero no existe una mitzvá específica de estar siempre alegres.
El iehudí Hakadosh de Pshisjá solía decir que, aunque la alegría no está contada entre las 613 mitzvot de la Torá, sin ella no podríamos cumplir ninguna de ellas.
El Arizal Hakadosh testificó sobre sí mismo que todos los logros celestiales que alcanzó – y con los que benefició a las generaciones venideras – le llegaron gracias a la “alegría de la mitzvá”.
Por eso, sobre la alegría y su importancia me alegra que hablemos hoy.
“LA MADRE DE LOS HIJOS SE ALEGRA”
¿Por lo general, cuándo estoy alegre?
Cuando descubro que algo nuevo pasó a ser de mi propiedad, que logré obtenerlo. La última vez fue cuando mi abuelo llegó y me trajo la cámara nueva con la que soñaba. Siempre lo había soñado, pero no realmente creía que sucedería, ¡y de pronto la tengo!
También me ocurre cuando algo pesa en mi corazón, me da vergüenza o miedo hablarlo, y finalmente logro expresarme. En ese instante me siento liberado y feliz. No sé exactamente por qué, pero la sensación es que ahora “tengo”.
Pero lo más interesante es la alegría que surge en mi mente, cuando logro comprender o captar algo nuevo con mi intelecto. Por ejemplo, después de esforzarme durante veinte minutos en resolver un complicado ejercicio de matemáticas. Mientras estaba ocupado buscando el camino a la solución, e incluso en el momento en que se me ocurrió la idea de la respuesta, todavía no tenía espacio para alegrarme. ¿Por qué? Porque aún estaba enfrascado en el pensamiento. Pero cuando comprendí el método y completé la solución, ¡me sentí pleno de alegría! ¿Sobre qué? Sobre que ahora el resultado ya está en mi mano, lo tengo.
En la Jasidut se explica que la alegría en el corazón está profundamente vinculada con la sefirá de Biná (entendimiento). A veces la alegría surge como resultado de la comprensión – porque logré superar el desafío y adquirí un conocimiento nuevo. Otras veces, la misma alegría es la que provoca y me ayuda a comprender cosas nuevas. Todos sabemos: cuando una persona está triste, siente que todo el mundo está bloqueado igual que él, y se desespera de intentar entender algo nuevo: “no entiendo, y punto”.
Pero cuando la alegría irrumpe, siento que todo es posible, y “la alegría rompe todas las barreras”. Esa es la alegría que trae entendimiento.
LA ALEGRÍA CONSTANTE
Entonces, ¿de qué debo alegrarme?
Dicen que un buen judío responde a una pregunta con otra pregunta. Así que respondo: ¿de qué no?…
Primero que nada, estás vivo y respiras. ¿Pensaste cuántas veces realizaste el acto de respirar en la última hora? Un adulto lo hace unas 20 veces por minuto, un niño algo más. ¿Y en el último día? ¿En el último año? Una sola vez en un ascensor atascado alcanza para que uno sienta la angustia cuando apenas parece faltarle aire… El aire, por cierto, lo recibimos gratis, sin pagar nada.
Entonces, lo primero: gracias a Hashem por cada respiración, por la comida, la ropa, y principalmente por la atención especial que Él dedica a cada uno de nosotros. ¿No es esa una buena razón para estar alegre?
Pero hay una alegría aún mayor, también por algo que recibimos constantemente: ser judío.
Hashem me eligió para ser parte de Él, “una chispa de la Divinidad de lo Alto, literalmente”. ¿Eso es algo obvio? ¡De ningún modo! Aunque soy judío desde que nací, si me examinara a fondo no estoy seguro de que estaría satisfecho con el resultado. Más aún, no estoy seguro de que Hashem siempre esté satisfecho con mi conducta. Y sin embargo, ¡sigo siendo judío! Hashem cree en mí y no se desespera de mí.
En una empresa exitosa, quien no trabaja con esmero daña a la compañía y muy pronto recibe una carta de despido. ¿Acaso alguien recibió alguna vez de Hashem – el Gerente del mundo – una carta así? Todo lo contrario: Hashem nos concede fuerzas especiales y múltiples oportunidades para acercarnos a Él – “Grande es Tu fidelidad”.
ALEGRÍA “POR LA ABUNDANCIA DE TODO”
Volvamos a nuestra parashá. El versículo sobre la causa del exilio y las desgracias se puede – y así lo explican algunos comentaristas – entender así:
¿Por qué te sobrevino todo este sufrimiento? Porque no serviste a Hashem con alegría.
¿Y por qué no lo serviste con alegría? Porque estabas sumergido en la persecución de placeres materiales, mareado por tanto éxito, “de la abundancia de todo”, y olvidaste a Hashem.
Ese es un ejemplo de una alegría equivocada, la que surge del sentimiento de “tengo”, sin recordar que toda abundancia proviene de Él. La verdadera alegría en santidad también nace de la sensación de “tengo”, pero lo que tengo es algo totalmente diferente: “Hashem está dentro de mí”. Nuestra búsqueda es por Hashem, por Sus mitzvot, por traer la redención verdadera y completa al mundo.
Cuando nuestro patriarca Iaakov se encontró con su hermano Esav, se escuchó entre ellos un intercambio interesante. Esav, con orgullo, declara sobre sus riquezas: “Tengo mucho” (yesh li rav). Es decir, tengo mucho, pero siempre quiero más…
En contraste, Iaakov, con humildad, proclama: “Tengo todo” (iesh li kol). De mí mismo no tengo nada, pero tengo un vínculo sólido con Hashem, que me concede abundancia infinita. Por eso no me falta nada.
La alegría del judío, la que anulará el sufrimiento del exilio y nos devolverá a nuestra tierra santa, siempre es “de la abundancia de todo”.
Que merezcamos la llegada del Mashíaj, el judío más alegre, que vendrá a alegrarnos a todos.
¡Shabat Shalom uMevoraj!
Razi




