UN TERCER INSTINTO

El ser humano tiene una inclinación al bien (Ietzer HaTov), que tira hacia arriba, hacia el bien Divino, y una inclinación al mal (Ietzer HaRá), que tira hacia abajo, hacia los dominios de la impureza y la imaginación que están por debajo de la realidad.

Entre estas dos inclinaciones se encuentra una tercera inclinación, mezclada de bien y mal: la inclinación a conocer la realidad misma, con el bien y el mal que hay en ella. Este instinto de curiosidad es la característica humana más básica, en la cual el hombre se distingue del resto de las criaturas.

La persona curiosa no se conforma con lo que le es familiar, sino que busca siempre ampliar su conocimiento. No se satisface con el testimonio de otros, sino que quiere probarlo todo por sí misma. La falta de límites en la búsqueda hace caer en lugares negativos, pero la búsqueda sin límites es también la llave de todo el progreso humano, el desarrollo científico y también el espiritual.

La inclinación mixta, que se encuentra en el medio entre las dos inclinaciones, es en cierto sentido la arena donde ocurre la lucha humana entre el bien y el mal. Y, de hecho, la confrontación con esta inclinación, que pertenece a la definición misma del hombre, comenzó con el Primer Hombre (Adán), cuya curiosidad fue la que condujo a comer del “Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal”—a un ‘experimento’ para comprobar ‘¿qué pasará realmente si como del árbol prohibido?’. Esta confrontación se repite una y otra vez a lo largo de la historia, de diferentes formas, cuando a veces los curiosos se inclinan hacia el lado bueno y a veces, precisamente, hacia el otro lado. Al final, quien decidirá esta contienda será el Mesías, quien será un Baal Teshuvá (penitente/retornante) surgido del instinto del conocimiento (Daat) —un hombre de horizontes amplios, que conocerá todo de cerca, y precisamente sobre la base de su experiencia personal podrá tocar todos los corazones y redimir a cada uno desde su propio lugar, “allí donde se encuentre”.

En nuestra generación, es muy evidente que esta es la inclinación principal. Lo más disponible y común hoy en día es el conocimiento: una ‘explosión de información’ disponible para todo el que la busque y que evoluciona de un momento a otro. Hay en la disponibilidad del conocimiento una dimensión asombrosa de “pues la tierra estará llena del conocimiento de Dios”, cuando para cada uno está disponible una biblioteca de Torá accesible, tal como no estuvo a disposición ni siquiera de los grandes de la Torá en todas las generaciones, y en cada momento dado es posible escuchar clases de Torá en todas las formas y en todos los niveles.

Por otro lado, de la misma manera, las cosas más negativas —desde la herejía hasta la inmoralidad— se han vuelto también disponibles para todos. De este instinto de conocimiento surgen también todas las adicciones que caracterizan a nuestra generación: la adicción obsesiva a las noticias, a las encuestas, a las pantallas y a las redes, y recientemente también a la Inteligencia Artificial.

En las primeras generaciones era posible tratar con reserva a la inclinación intermedia, hasta desdibujar la distinción entre ella y la inclinación al mal, con una profunda sospecha ante cualquier intento de desviarse hacia dominios de conocimiento nuevos y ‘peligrosos’, fuera de la Torá que se nos ha transmitido de generación en generación. En nuestra propia generación, no se puede ignorar la revolución del conocimiento, con sus virtudes y sus defectos. Se debe educar sobre cómo seleccionar de ella solo el bien, mantener la inocencia (temimut) incluso dentro de toda la inundación de información, con la esperanza de merecer el destino mesiánico de “y de todo árbol del jardín comerás, y del Árbol del Conocimiento [del] Bien” (y solo “del mal no comerás”). Entonces todo el conocimiento no será un ‘puente’ que conduce de la santidad a la cáscara (klipá), Dios no lo quiera, sino exactamente lo contrario: un ‘puente’ que permite transportar a través de él todas las chispas hacia su raíz superior, hasta la rectificación de todo el mundo bajo el Reino del Todopoderoso (Maljut Shadai).

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