Se cuenta que una vez el santo Baal Shem Tov pidió traer ante él un vino kosher y supervisado, perfecto en todos sus requisitos halájicos, del país de ‘Besarabia’. Como en todos los asuntos del santo Baal Shem Tov, en esta misión también había un motivo oculto. La misión fue confiada a su discípulo, Rabi David de Mikliov de bendita memoria.
Rabi David asumió el papel con temor respetuoso y abnegación y fue a la ciudad de ‘Besarabia’ para cumplir con el mandato de su Rebe. Durante dos meses supervisó cada detalle en la producción y conservación del vino, para que fuera digno de ser servido en la mesa del Santo Baal Shem Tov. Él mismo estuvo presente en la compra de la uva, él mismo acompañó el transporte de la uva hasta el lagar, y él mismo estuvo presente mientras pisaban la uva, se la guardaba en las vasijas, y todos los demás trabajos que conllevaba. Todos fueron supervisados con los ojos abiertos sin ninguna distracción, y el trabajo en sí fue realizado por judíos kosher y piadosos. Cuando terminó la fermentación del vino, y el líquido claro y kosher fue transferido a la barrica, Rabi David acompañó la elaboración, con el fin de mantener el preciado vino estrictamente kosher.
Debido a la gran responsabilidad que asumió sobre sí mismo, y debido al temor por su rabino como el temor al cielo, Rabi David se sintió en estas semanas como aquel a quien el rey le había asignado una gran e importante tarea, y debía hacerla de la mejor manera. Cuando llegó el día de trasladar el barril de vino a Mezibuz, Rabi David estaba atrapado por una enorme y doble emoción, tanto por la bondad de Dios de haber llegado a finalizar la producción del vino, como por el gran cuidado y responsabilidad de trasladarlo con seguridad a su destino.
Eran días de invierno. La nieve y la lluvia dificultaron el camino, los vientos tormentosos y los efectos climáticos hicieron que el viaje fuera extremadamente peligroso, en caminos embarrados y complicados. Rabi David trabajó y se esforzó por conservar el vino incluso en caminos tan difíciles como esos. El carro con el barril de vino kosher finalmente llegó a Mezibuz. Rabi David se sintió feliz de tener el privilegio de cumplir la mitzvá de su rabino, y después de largas semanas de interminables dificultades, tener el privilegio de llegar a su destino en paz. Rabi David miró al cielo que se extendía sobre él y agradeció a Di-s por haberse cumplido por su intermedio el deseo de su rabino. Rabi David comenzó a imaginarse con alegría y gozo cómo el Baal Shem Tov HaKadosh, el Rabi y Luminaria de Israel, lo mirarían con alegría y gratitud por cumplir la tarea de la mejor manera… Hasta que de repente se produjo un problema en el camino…
Frente a la carreta, se acercó un enorme soldado a caballo. Bloqueó la carretera y no le permitió cruzar.
– “Deténgase y abra el barril para inspección. El gobernador de la aldea no permite que se traiga licor de otros distritos a la ciudad. ¡Abra el barril para inspección!” Ordenó el enorme soldado.
Rabi David atacado de miedo y pánico y dijo:
– “No te acerques a mi barril, no hay licor en él sino vino puro para mi maestro y rabino. No tienes nada que temer, no tengo licor y no transgredí el reglamento del gobernador”.
El gran soldado no escuchó las palabras de Rabi David y pidió revisar el contenido del barril. Saltó del caballo, abrió la tapa del barril de Rabi David, miró el vino transparente y mojó el dedo para comprobar el sabor del contenido.
– “Es cierto”, confirmó el soldado, “de hecho, esto es vino puro y no licor. Eres libre de seguir tu propio camino”.
El aturdido rabi David se entristeció mucho, el soldado cristiano tocó el vino e invalidó su vino kosher, ahora es iain nesej, un vino no permitido. Durante varios meses se molestó en preparar cada detalle del vino, lo fermentó, lo trasvasó, lo guardó, y a pocos metros de la casa del Baal Shem Tov, el vino quedó descalificado. Cuando vio la cara de su rabino, rompió a llorar y gritó compungido:
– “Kevod Tzadik y Kadosh, Rabi veateret roshí -Honorable justo y sagrado, mi rabino corona de mi cabeza- me esforcé tanto, meses que trabajé, supervisé meticulosamente cada paso y etapa para hacerlo con verdadera devoción, hasta que el vino fue descalificado en el último minuto, unos instantes antes de llegar al Santo. ¿Por qué me ha ocurrido esto a mí? ¿Qué hice y por qué fui castigado? Lloró amargamente.
El santo Baal Shem Tov tranquilizó a su santo discípulo y le dijo:
– “Sabe, querido discípulo mío, te has esforzado con toda tu alma, te has empeñado más allá de tus posibilidades, pero te has olvidado lo principal, y es, rezar a Hashem Bendito por el éxito de tus obras, por Su protección que te acompañe ¡de principio a fin!” Acaso no ha dicho ya el rey David: “Si Hashem no ha de cuidar una ciudad, inútil es la vigilancia de su sereno”. [Tehilim 127:1]