(del libro Or Israel, del Rabino Itzjak Ginsburgh)
Cuando el Ba’al Shem Tov tenía diez años, ya era miembro de la cohorte de tzadikim ocultos. Cuando tenía diecisiete años, visitaba varias aldeas para animar a los judíos allí y fortalecer su fe en Dios. Una vez, el Ba’al Shem Tov llegó a una comunidad agrícola. Era pleno verano y hacía mucho que no llovía. Los cultivos en los campos y los viñedos estaban secos y todos los animales estaban enfermos.
Los judíos de esta aldea eran temerosos de Dios e hicieron lo que pudieron para arrepentirse. Cuando vieron que sus esfuerzos no servían de nada, decidieron traer un maguid, un orador espiritual, para reprenderlos y despertarlos para que se arrepintieran más profundamente.
Todos los aldeanos se reunieron en la sinagoga para escuchar al maguid. No se anduvo con rodeos y comenzó de entrada a decir palabras fuertes, reprimendas de fuego y azufre. Los pobres aldeanos sollozaban desde lo más profundo de sus corazones.
El Baal Shem Tov también estaba en la sinagoga. “¿Qué tienes contra estos judíos?” le gritó al maguid. Luego se volvió hacia los aldeanos y dijo: “Venid, queridos judíos, bailemos juntos y después de las oraciones de la tarde, lloverá”.
Al principio los aldeanos lo miraron con sospecha. Quizás era un burlador, Dios no lo quiera. Pero el Baal Shem Tov procedió a traer pruebas de diferentes dichos de los sabios y se fortalecieron en su fe en la salvación de Dios. Junto con el Baal Shem Tov, salieron de la sinagoga a bailar, y en medio del baile comenzó a caer una fuerte lluvia del cielo.
(Del libro de Sijot del Rebe)