PARTE 32    GRACIA Y BONDAD

La cualidad de gracia (jen) está siempre en pareja con el atributo de bondad (jesed); la frase “gracia y bondad” (jen vajesed) aparece a menudo en las plegarias y bendiciones. En tales ocasiones se combinan en una sóla idea que sintetiza sus diferentes aportes individuales, formando un “matrimonio” lingüístico, una expresión idiomática. Como tales se transforman en una entidad en si mismas. Como jinuj (“iniciación/integración”) comparte una raíz gramatical común con jen (“gracia”), resulta que jesed (“bondad”) se puede asociar con hadrajá (“integración”) y con su raíz derej (“camino”). Más aún, este par en particular jen y jesed podría reflejar la relación entre jinuj y hadrajá, entre inspiración e integración.

Esto implica que, mientras que la inspiración es el camino de la gracia, la integración debe ser el de la realización de actos de benevolencia. Esta relación se comprueba también de otra manera:

Abraham llegó a identificarse con la integración cuando Di-s lo eligió como patriarca del pueblo judío por su empeño en enseñar a otros el “camino” de Di-s, el de la rectitud y la justicia.

Basándonos en las afirmaciones de la Torá, el Talmud y la Cabalá, el nombre de Abraham y su persona están conectados esencialmente con el atributo de benevolencia. De momento que Abraham se identifica con la integración –y con la benevolencia, la rectitud y la justicia- estas ideas se vuelven emparentadas directamente entre si por medio de su conexión mutua con él.

También hay una instancia adicional que establece un nexo directo entre ellos, es un versículo de los Salmos que dice:

Cuando la persona ama la rectitud y la justicia, entonces la bondad de Di-s llena la tierra”.

Asociando claramente los tres factores que ameritan a Abraham como el educador arquetípico.

De esto aprendemos que el educador debe entrenar a sus estudiantes para se comporten de acuerdo con los principios de rectitud y justicia, demostrando que han integrado estas lecciones cuando se relacionan con el prójimo con generosidad y bondad, mientras que, a su vez, se juzgan a si mismos con rigor, nulificando toda motivación egoísta de tal manera que realicen la labor de la benevolencia con una mayor abundancia de recursos materiales y emocionales. Este esfuerzo desde abajo atraerá la generosidad y la benevolencia de Di-s hacia el mundo desde arriba.

El Talmud de Jerusalem llama a la donación caritativa (tzedaká) con el término genérico “mandamiento” (mitzvá), implicando que es el mandamiento que incluye a todos los demás. Esto es así por varios motivos. Primero porque la relación primaria de Di-s con el mundo es la de dar, donde su continua recreación del universo, desde la nada absoluta, en cada instante, es pura tzedaká. Este regalo que es la existencia, Su infinita bondad, es el verdadero fundamento del universo. Como emulando a Di-s nos acercamos a El, entonces la tzedaká es particularmente propicia para este fin, emulando la forma elemental con que Di-s se relaciona con Su creación.

Segundo, la separación de una porción de nuestras ganancias semanales para este propósito transfocada momento de trabajo en un acto con el cual cumplimos este mandamiento, ya que todo nuestro ser está comprometido en ese momento en generar tzedaká. De esta manera toda nuestra semana laboral se transforma en una mitzvá, santificada y elevada a la categoría de servicio Divino.

La ley judía exige la entrega de un mínimo del 10% hasta un máximo del 20% de los ingresos a propósitos de caridad. Incluso un mendigo cuyo único ingreso es tzedaká, debe separar el diezmo mínimo. Aunque hay circunstancias atenuantes donde no se aplica el límite superior. Una excepción es durante una época de escases cuando el pueblo está hambriento y necesitado, situación en la cual todo cabeza de familia que tiene más que los otros debe vender sus bienes y repartirlos, hasta que su situación se equipare con la de la comunidad. No debe llegar a una situación peor que la de los demás, pero tampoco debe almacenar mientras los demás pasan hambre.

La segunda circunstancia atenuante es más común, es la enfermedad del alma que afecta a nuestra generación. Como hemos perdido la fortaleza física y espiritual para expiar completamente nuestras faltas o “enfermedades” a través del ayuno, la tzedaká se convirtió en la medicina más potente que se puede conseguir. Justamente por las razones mencionadas posee el poder de reparar el alma, curar las cicatrices, magulladuras y durezas resultantes de las diversas formas de transgresión, ya sea con el pensamiento, el habla y los actos. Dar a los demás es un depurativo que elimina los residuos producidos por una forma de vida decadente y de los alimentos y las relaciones prohibidas. Así como gastaríamos todo lo que sea necesario para salvar nuestra vida, de la misma manera se debería dar tzedaká para redimir nuestro alma. En esta situación de “tzedaká como medicina”, no se aplica el límite del 20%.La tercera excepción se aplica a aquellos que se acercaron al nivel de Abraham en relación a este atributo en particular y comprobaron que dar tzedaká se convirtió en su más grande placer y satisfacción. Entonces, así como están libres de gastar el dinero en placeres temporales, cuanto más deberían gratificarse con la alegría de emular a Di-s yendo en Sus caminos y dar libremente.

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