El Anhelo de Intimidad
En las fuentes tradicionales, rectificar la lujuria sexual se conoce como tikún habrit. Esta frase se puede traducir como “rectificar el pacto”. ¿Qué es exactamente un pacto y qué tiene que ver con la sexualidad? Lo primero a tener en cuenta es que nuestro impulso de procrear, nuestra sexualidad, solo puede expresarse correctamente dentro de los límites de la unión marital, que en sí misma es una forma de pacto entre un hombre y una mujer. Entonces, aquí está de nuevo la palabra “pacto” que necesitamos definir.
¿Qué es un pacto?
Un pacto puede definirse como un compromiso mutuo entre dos partes de permanecer juntas para siempre, pase lo que pase, e incluso si todas las razones actuales de la conexión se vuelven irrelevantes o se anulan. Cuando un hombre y una mujer deciden casarse entran en un pacto de matrimonio. Al encontrarse inicialmente, pueden sentir que no necesitan comprometerse el uno con el otro, pueden estar profundamente enamorados y sentir que fueron hechos el uno para el otro. Pero la decisión de hacer un pacto significa que desean persistir en su vínculo, incluso si desaparecen todas las razones de su amor, o si surgen todo tipo de dificultades. Esto es amor incondicional. ¡Estamos juntos para siempre! Esta es la naturaleza de un pacto.
Un pacto, entonces, es un deseo profundo de estar en una relación que tiene condiciones. No depende ni de la comprensión intelectual ni de la excitación emocional o física. En jasidut, este tipo de deseo se describe como situado, “por encima de la razón y la comprensión” (לְמַעְלָה מִטַּעַם וְדַעַת, lemala mitaam vadaat). Muchas crisis profundas pueden ser rectificadas por el poder de este profundo deseo, porque cuando las partes saben que su relación no depende de circunstancias externas, pueden superar todo tipo de obstáculos. Cuando surge repentinamente una crisis importante en su matrimonio, la capacidad de la pareja para superarla depende del recuerdo de su alianza firme, más fuerte que cualquier conflicto actual.
Esto también es cierto de nuestra relación con Dios; también es un pacto. Uno de los puntos más bajos de la relación entre los Hijos de Israel y Dios cayó justo antes de que Dios enviara a Moshé para redimirlos de Egipto. Moshé reveló al pueblo que la señal de la redención venidera de Egipto eran las palabras: “He recordado profundamente” (פָּקֹד פָּקַדְתִּי), usando el verbo pakod en lugar del más común zajor. Jasidut explica que zajor representa el despertar para volver a una buena relación con el otro basado en sus cualidades positivas y apoyándonos en factores que casi hemos olvidado. Sin embargo, Pakod —recuerdo profundo— es completamente diferente, es la expresión de un deseo que no depende de la razón. Por lo tanto, Dios nos redimió de Egipto puramente debido al pacto que hizo con los patriarcas y este pacto no dependía de nada, por lo tanto, podría servir como motivación para la redención independientemente del estado espiritual actual en que se encuentren los Hijos de Israel.
Esencialmente, el amor incondicional de Dios por nosotros es la respuesta divina al anhelo que sentimos por Él, que también es incondicional. Cuando se le pregunta a un judío por qué desea a Dios responde que no tiene explicación. Precisamente de esta manera, cuando los ángeles se acercan a Dios y le preguntan por qué elige a Israel, él responde: “No lo sé”. Sería deplorable que mi amor por Dios dependiera de una razón particular y viceversa. Cuando no hay razón para el amor, ninguna lógica opuesta puede destruirlo.
Nuestro anhelo irracional por Dios es un regalo inmaculado del Cielo. Esos anhelos son el pacto mismo enclavado en nuestras almas, y ninguna degradación puede manchar ese punto del alma. Incluso la inconducta sexual, que como vimos subyuga toda nuestra personalidad, nuestro intelecto y nuestros corazones, puede, como llegar al extremo de ocultar el anhelo de nuestra conciencia, causando lo que se denomina en Jasidut como “un ocultamiento de la integridad esencial” (הֶעְלֵם הַשְּׁלֵמוּת הָעַצְמִית, heelem hashlemut haatzmit). Sin embargo, no puede cortar nuestra conexión con Dios.
Rectificación del Pacto en la práctica
Volvamos al principio. Las fallas relacionadas con la sexualidad son comparables a perder nuestro sentido de identidad, la esencia misma de nuestro ser. Nos dejan con una sensación de desesperación que abarca toda nuestra personalidad. ¿Cómo podemos hacer teshuvá por esto? ¿Qué significa rectificar el pacto?
En esencia, todo arrepentimiento constituye un retorno a una condición original. He caído y me levanto y vuelvo a mi lugar inicial. Pero sin embargo, cuando mancillamos el pacto sexual no experimentamos que caímos hacia algo externo, al margen de nosotros; más bien descubrimos un estado existencial en nuestro interior, del cual no tenemos para nada claro como volver. Por eso está escrito en Cabalá que la teshuvá ordinaria, el arrepentimiento regular no es efectivo para rectificar el pacto sexual. Naturalmente, esto no debe interpretarse como una aprobación de la mala conducta, porque aún estamos obligados a sentir remordimiento y hacer todo lo posible para no mancharnos sexualmente de nuevo. Se espera que suprimamos los pensamientos lujuriosos y que dirijamos nuestra atención a asuntos positivos. Con esfuerzo ciertamente es posible tener éxito.
Pero incluso si nunca volvamos a transgredir, no podemos recrearnos de nuevo a nosotros mismos. En cambio, tenemos que reconocer el hecho de que esto es lo que somos, y si caemos, no debemos sorprendernos. Esta es precisamente la razón de la desesperación que acompaña a muchos cuando se enfrentan a sus deseos sexuales: el sentimiento de que el arrepentimiento en el sentido habitual simplemente no funciona.
Pero este no es el final del camino ni mucho menos. Cuando reconocemos que no tenemos el poder de cambiarnos a nosotros mismos, es cuando podemos comenzar a aferrarnos a aquello que, por un lado no es nosotros, pero de alguna manera siempre está dentro de nosotros. Nos estamos refiriendo al deseo del corazón, la reuta deliba que discutimos anteriormente. Jasidut enseña que la rectificación del pacto es simplemente un redescubrimiento del pacto que ya está grabado en nosotros. Es el recuerdo de que nuestra conexión inherente con Dios es incondicional e incluso cuando somos culpables de mala conducta, todavía estamos atados a Él. En lugar de torturarnos por el hecho de haber caído, rechazar con repulsión la imagen que vemos en el espejo y compadecernos de nosotros mismos, solo necesitamos volver a la facultad y virtud del anhelo y recordar nuestra alianza eterna con Dios.