Extraído de una clase que el rabino Ginsburgh dio recientemente a los talmidim de la ieshivá de Jomesh, que recientemente fue destruida por el gobierno israelí en respuesta al asesinato de uno de los estudiantes de la ieshivá por parte de los árabes.
Vivimos en el “Mundo de la mentira” (alma deshikra). Es difícil para los hombres de la verdad desenvolverse en este tipo de mundo. Pero Dios nos envió desde el Mundo de la verdad para revelar la verdad en este Mundo de la falsedad. Sin embargo, en esta realidad presente la verdad no es suficiente. Tiene que unirse con la paz y a veces está permitido o incluso es una mitzvá alterar un poco la verdad por el bien de la paz. Todo esto hasta que lleguemos a nuestra meta destinada “La verdad y la paz amaréis”.
Insistir en la verdad a toda costa trae a su paso peleas y conflictos, lo que, al menos en la superficie, arruina el amor y la unidad que debemos sentir por nuestro prójimo. Insistir en la paz a toda costa estropea, al menos externamente, la verdad y la capacidad de luchar por ella con devoción y determinación. ¿Cómo podemos luchar por la verdad sin destruir la paz? ¿Y cómo podemos mantener la paz sin abandonar la verdad?
Nuestra Torá es la “Torá de la Verdad”. Dios nos la dio para “hacer la paz en el mundo”. Esto se expresa particularmente en los litigios judiciales, cuyo fin último es asegurar la paz entre los demandantes. Podríamos pensar que es más fácil esperar que haya paz y compromiso en pequeños conflictos personales en los que no está claro quién tiene razón y quién no. Pero lo mismo se aplica incluso cuando el conflicto es entre servidores de Dios, amantes de la Torá, el Pueblo y la Tierra de Israel y aquellos que niegan esos valores. Incluso entonces, junto con el hecho de que no renunciemos a nuestra perspectiva, debemos adoptar la perspectiva de un juez en un tribunal de justicia judío:
Al juez se le ordena cumplir la directiva “No tuerzas el juicio de tu pobre en su causa”. De esta directiva, los sabios aprenden que está prohibido cambiar el veredicto de una persona malvada, que es “pobre en buenas obras”. El juez debe ver a la persona aparentemente malvada como un indigente, una persona pobre que no mereció la luz de la Torá y las mitzvot. Entonces tendrá compasión de él y orará por él. No cambiará injustamente su veredicto para castigarlo por sus malas acciones. Además, no puede asumir que la persona malvada es considerada un mentiroso según la ley judía y, al hacerlo, anular sus afirmaciones por ser falsedad, adulación o engaño. Debe escuchar sus afirmaciones con honesta sinceridad y analizarlas objetivamente.
El sagrado Zohar revela otra dimensión del conflicto. Explica que una verdadera comprensión de las leyes de la Torá depende del secreto de la reencarnación. Todo conflicto entre dos personas tiene un trasfondo más amplio desde lo más profundo de los secretos de la reencarnación. A veces, el trasfondo del conflicto se puede identificar en eventos pasados de esta vida en este mundo, algunos de los cuales pueden haber sido olvidados o pasados a nuestro subconsciente. Otras veces el trasfondo está en encarnaciones pasadas, de una vida anterior a nivel personal (alguna injusticia que exige una rectificación entre las almas que están involucradas en el conflicto).
A veces el trasfondo se conecta con una rectificación aún más amplia, donde encontramos un relato histórico en la Biblia o en generaciones anteriores que es la raíz del conflicto actual. Si miramos el panorama general, lo que parece una injusticia puede resultar un justo equilibrio o una rectificación vital de una distorsión anterior. Solo una persona con ruaj hakodesh (espíritu sagrado o inspiración Divina) puede ver la imagen completa. Pero, aunque sea saber que existe algo así, tener conciencia de la existencia de este cuadro más profunda nos permite mirar nuestra realidad con una conciencia expandida. Nos da las herramientas para percibir una justicia profunda que existe también en lo que parece injusticia y en una persona que parece mala.
Junto con nuestra lucha por la verdad, debemos cumplir las palabras del versículo “Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo”. No debemos centrarnos en la maldad de la otra persona, ni siquiera en nuestros propios pensamientos. No debemos acusarlo de motivaciones inapropiadas. Debemos juzgarlo favorablemente y escuchar sus palabras con lo profundo de nuestro corazón. Con un enfoque correcto hacia los demás mereceremos “la verdad, la justicia y la paz”. Al tratar a los demás de la manera apropiada, al acercarnos a los demás desde una perspectiva correcta y un enfoque adecuado, seremos capaces de cambiar el acercamiento de Dios hacia nosotros, y cambiar los juicios que acompañan al exilio por la bondad de la redención.