La frase: “Un estado judío en la Tierra de Israel” toca las fibras más profundas del corazón de cada judío. Durante generaciones, desde la destrucción del Templo y el exilio a la diáspora, hemos creído y esperado, rogado y soñado con la reunión de las diásporas y nuestro regreso a la vida digna en nuestra Tierra, pidiendo a Dios que “rompa el yugo de la las naciones de nuestros cuellos y nos lleve erguidos a nuestra tierra”.1 El objetivo final de nuestro anhelo es la redención completa, la llegada del Mashíaj y la construcción del Templo. No hay duda de que un Estado judío es un componente esencial y central de la gran imagen de la redención del pueblo de Israel.
Sin embargo, está claro que el estado que se estableció el 5 de Iyar de 5708 (1948), tal como está hoy, está todavía muy lejos de esa visión onírica que ha calentado nuestros corazones desde hace casi dos mil años. No es difícil entender por qué muchos de los judíos observantes de la Torá y las mitzvot son reacios a identificarse con el Estado y sus símbolos. Como prueba de este problema están las fiestas de Iom Haatzmaut, en torno a las cuales se libra una controversia larga e intensa dentro de la comunidad religiosa en Israel.
Introducción a la Plataforma
Uno podría suponer que las diferencias de opinión no van a terminar en un futuro próximo. Sin embargo, podemos y debemos elevarnos por encima de ellas y unirnos en cuanto a la cuestión principal, que es: ¿qué tipo de Estado queremos y qué estamos haciendo para lograrlo? Esta es una actividad constructiva y positiva que no sólo se refiere a lo que ha sido y a lo que existe actualmente, sino que se dirige principalmente al futuro con el objetivo de corregir y sanar la realidad, En lugar de insistir sin cesar en las situaciones del pasado y del presente. Esta visión debe ser tan acogedora y agradable que cada judío quiera identificarse fácilmente con ella, culminando en una masa crítica de cambio – el “punto de inflexión”- cuando un amplio espectro del público estará activo en la materialización de la visión.
Pero antes de que presentemos nuestra “plataforma” para rectificar la situación, es importante hacer hincapié en que el orden no debe ser percibido como inflexible -como una secuencia matemática, sino más bien como una sugerencia inicial dentro de la cual hay una gran cantidad de espacio para la flexibilidad. En la práctica, tenemos que tener oídos sensibles a lo que sucede en la realidad. Como en el concepto cabalístico de la “luz que retorna”, ver lo que hay que hacer y la mejor manera de actuar en cada momento dado. Esto es porque la realidad es dinámica, y al igual que nuestra psique no necesariamente funciona “según los libros” y no será nunca un ordenador programado, así también la vida real está en constante desarrollo y evolución. Por lo tanto se necesita un alto grado de sensibilidad para determinar cómo actuar dentro de ella y la forma de elevarla.2
La Motivación Espiritual: la Corona
La rectificación del Estado de Israel comienza desde la sefirá de keter (corona) “por encima del suelo”. A partir de aquí fluye el resto del sistema. Al igual que una corona que se coloca en la parte superior de la cabeza, esta sefirá representa el nivel de experiencia supra consciente en el alma. Dentro de la corona están los tres niveles de fe, placer y voluntad.
Lo primero que se necesita para cambiar una situación es la fe, especialmente la fe que comienza con la creencia en Dios, el Creador, que es el único bien, y concluye con la fe en el futuro sonriente que nos espera, “Creo con perfecta fe que Mashíaj llegará”.3
Después del nivel de la fe viene el placer, donde la fe abstracta comienza a integrarse como una experiencia inicial de placer puro y simple que revive el alma. Aquí, incluso la fe en la venida del Mashíaj ya no es algo etéreo y vago, sino que se manifiesta como una fuerza motivadora, que podemos aprovechar para fomentar un estudio en profundidad de esos temas de la Torá que se relacionan con la redención.
Desde el poder del placer nace la fuerza de voluntad, ese poder resuelto sin el cual nunca nada se podría lograr. Esto no es sólo un tipo de fe que flota por encima de las limitaciones del tiempo, ni es simplemente deleitándose en la imagen del futuro prometido, sino que es un impulso activa para levantarse y hacer algo, con la certeza de que “nada se interpone en el camino de la fuerza de voluntad.” Con fuerza de voluntad uno puede superar los obstáculos utilizando estrategias que bajan hasta los detalles más sutiles en el camino a un Estado Judío sin olvidar el objetivo final.
La Autoridad de la Torá – Sabiduría
Una vez que se han establecido los fundamentos de la fe, se llega al nivel de la conciencia revelada. El primero de los poderes conscientes del alma humana está en la sefirá de Jojmá (sabiduría), “El principio es la sabiduría”.4 La sabiduría no es todavía la percepción intelectual en sí, sino como una chispa inicial, una experiencia innegable de ver la luz de la verdad.
En el contexto de la rectificación del estado, la sabiduría significa reconocer que la autoridad de la Torá está por encima de toda otra autoridad, porque la Torá es una “Torá de la verdad”, y sólo hay una verdad. Obviamente, la Torá misma otorga amplias facultades a las normas sociales y las leyes del país, ya que los sabios nos enseñan: “La ley del reino es ley”.5 Sin embargo, esto incluye tomar en cuenta nuestra “brújula moral”, que indica una jerarquía en la cual la ley de la Torá está por encima de las leyes hechas por el hombre. Esto sale a la palestra en particular en la ley que establece que cada vez que hay una contradicción entre las mitzvot de la Torá y el decreto del rey (incluso un rey judío que fue ungido por un profeta), la ley de la Torá tiene preferencia.6
Podría parecer que prima facie, podríamos pasar por alto esta etapa, porque por desgracia hay muchos judíos hoy que no ven a la Torá como la fuente última de autoridad. Sin embargo, la regla máxima de este proceso de rectificación es que “nada está perdido”.7 Así como creemos en la Torá, también creemos en el pueblo judío en su conjunto y confiamos en que tarde o temprano el proceso de teshuvá se intensificará, hasta que la gran mayoría de la nación aceptará amorosamente la autoridad de la Torá. Para ello, debe ser refutada la representación amenazante actual de “un estado dirigido por ley de la Torá”, mostrando en su lugar cómo “el Estado de la Torá” es lo más bonito y adecuado para nosotros como pueblo.
En las primeras etapas, será necesario que por lo menos los judíos que reconocen la Torá, expresen este reconocimiento mediante el establecimiento de un orden correcto de prioridades, en el que la Torá tome el lugar como la autoridad última y definitiva.
La Conciencia de Totalidad – Entendimiento
En la psiquis humana, la sefirá de biná (entendimiento) es la etapa en que la luz de la sabiduría se integra y se hace tangible como una percepción intelectual integral y bien definida. En el contexto actual, vamos a colocar la conciencia de la integración en esta etapa de reconocimiento, la integridad de la Torá, la integridad del pueblo y la integridad de la tierra de Israel.
La totalidad de la Torá significa que la Torá debe ser identificada como una entidad compuesta en la que cada faceta contiene santidad, pero sin embargo, sólo cuando toda la Torá se percibe como una unidad que incluye todo, puede ser comprendida correctamente. Cuando “la Torá de Dios es completa, revive el alma”.8
La totalidad del Pueblo Judío pasa a primer plano en la afirmación de que “Todos los judíos son responsables unos de los otros”,9 y cada judío tiene una parte integral de la imagen completa. Esta es también la raíz de la actitud correcta hacia la conversión, al expresar luminosamente nuestra aprobación a aquellos justos conversos que se unen al pueblo judío, mientras que cuidamos no aceptar las conversiones falsas, que aceleran el peligroso proceso de matrimonios mixtos que ponen en peligro la integridad de la nación.
La totalidad de la Tierra de Israel es la simple constatación de que toda la Tierra Santa fue dada a todo el pueblo judío por Dios, el Creador. Este derecho fundamental se mantiene incluso cuando el pueblo judío se encuentra en tierra extranjera, y es aún más cierto ahora que hemos regresado a nuestra tierra, la poblamos y la reclamamos de manos extranjeras a través de una extraordinaria Providencia Divina (por ejemplo, la Guerra de la Independencia y la Guerra de los seis Días, que recordamos durante el mes de Iiar).
“Tú Nos has Elegido” – Conocimiento
Después de la sabiduría y el entendimiento viene el conocimiento. La sefirá de daat (conocimiento) no es un poder puramente racional, sino un poder del alma que activa la conciencia intelectual y la trae a un primer plano en el campo de las emocionales del alma. Conceptos tales como el reconocimiento y la responsabilidad, libre elección y devoción a una causa, todos ellos pertenecen en particular a la sefirá de conocimiento, y el Zohar define el conocimiento como la “llave” que abre los seis atributos del corazón.
Con referencia a la rectificación del estado de Israel, la sefirá de conocimiento se centra en el reconocimiento de que somos el pueblo elegido, como dice el versículo: “Y vosotros seréis para mí un tesoro entre todas las otras naciones”.10
Hoy en día, el término “Pueblo Elegido” puede sonar un tanto desagradable, ya que se identifica erróneamente con el racismo. Esta aversión se intensifica bajo el trasfondo de la monstruosa teoría racista (que no vamos a mencionar por su nombre), cuyos defensores han arrojado sobre nosotros el período más oscuro y sangriento de la historia judía. Pero hay que dejar claro que estamos hablando de la diferencia entre la luz y la oscuridad, y la verdad es que la elección del pueblo judío por Dios nos obliga a una mayor responsabilidad de mejorar, e incluye dentro de ella el bien y la bendición para el mundo entero.
Tratar de huir de la singularidad del pueblo judío, o intentar crear una igualdad imaginaria entre todos, es como alguien que huye de su propio ser y se olvida de su nombre e identidad. Olvidar la propia identidad lleva a deteriorarse aún más, hasta desdibujar los límites entre amigos y enemigos (que por desgracia sucede muy a menudo). Por lo tanto, la rectificación debe ser alcanzada mediante la aceptación de un entendimiento profundo y correcto de que somos un pueblo especial, y vinculándonos a nuestra cadena de tradición judía a través de la cual corre el cordel escarlata del reconocimiento de que “Tú nos has elegido de entre todas las naciones, Tú nos amas y nos has deseado”.11
Hasta aquí hemos sentado las bases iniciales para rectificar la situación en los planos supra conscientes y conscientes y racionales del alma. Una vez que se ha logrado esta percepción correcta, podemos empezar a descender a los niveles prácticos del proceso, al igual que en nuestra alma humana en la cual nuestras emociones y acciones derivan del intelecto que está por encima de ellos y los motiva a manifestarse.
NOTAS
1 A partir de la bendición ahavat olam [amor eterno] recitada antes del kriat shemá cada mañana.
2 Por ejemplo, como afirma Maimónides (Leyes de Reyes 12:2), “Todas estas cosas y cómo serán nadie sabrá nunca cómo van a ser hasta que sucedan.”
3 El penúltimo principio de los Trece Principios de la fe de acuerdo a Maimónides.
4 Salmos 111:10.
5 Maimónides, Leyes de Robo y Pérdidas de Propiedades, 5:11.
6 Maimónides, Leyes de Reyes 3:9.
7 Ver Haiom Iom, 14a Iiar.
8 Salmos 19:8.
9 Sanhedrin 27b
11 Éxodo 19:5.
12 De los versos del kidush dicho en las festividades.