con el rabino Jaim Frim
Nos hubiera gustado tanto servir a Dios con fuerza, con ansias, con alegría. Nos gustaría tanto ser mejores personas, y judíos más fieles a nuestra misión. ¿Qué es lo que realmente nos molesta?
La respuesta habitual es “el ietzer hará”, el instinto del mal”. A veces lo llamamos “el satán” o “el ángel de la muerte”. Los “iodei Jen”, aquellos que conocen la Sabiduría Secreta, “la Cabalá, lo llamarán “sitra ájra” (= el otro lado), y los estudiosos del Tania responderán: el nefesh habehamit, “el alma animal”. En nuestra parashá esta es la lucha entre Iaacov y Eisav que tiene lugar incluso desde el vientre de su madre.
Y en general, es difícil para nosotros etiquetar algo como completamente malo; después de todo, a nuestros ojos no hay un instinto malo, solo hay un instinto que es malo para mí, que me perjudica…
Necesitamos una “historia” nueva. Nuevos apelativos y denominaciones que nos sirvan en el servicio de Dios y en nuestro crecimiento espiritual. Deben ser tales que nos “enciendan” y nos hagan querer movilizar todos los poderes del alma para luchar por el bien.
Nuestra propuesta es ver a los dos bandos en lucha como dos aspectos opuestos de un todo. Uno es el lado iluminado que vuelve su mirada hacia Dios. El otro es el lado oscuro, el que mira hacia atrás.
“El Eterno le dijo: Dos pueblos hay en tu vientre, y dos civilizaciones de tus entrañas se separarán, una civilización se fortalecerá de la otra civilización, y el mayor servirá al menor” [Bereshit 25:24]
“Y los ojos de Lea eran lánguidos, pero rajel era hermosa de cualidades y bella de aspecto”. [Bereshit 25:24]
Únete a nosotros en un viaje fascinante para hacer un upgrade, “actualizar la versión” del servicio a Dios.
Esteban J. Andrada
Necesitamos una “historia” nueva
Nos hubiera gustado tanto servir a Dios con fuerza, con ansias, con alegría. Nos gustaría tanto ser mejores personas, y judíos más fieles a nuestra misión. ¿Qué es lo que realmente nos molesta?
La respuesta habitual es “el ietzer hará”, el instinto del mal”. A veces lo llamamos “el satán” o “el ángel de la muerte”. Los “iodei Jen”, aquellos que conocen la Sabiduría Secreta, “la Cabalá, lo llamarán “sitra ájra” (= el otro lado), y los estudiosos del Tania responderán: el nefesh habehamit, “el alma animal”. En nuestra parashá esta es la lucha entre Iaacov y Eisav que tiene lugar incluso desde el vientre de su madre.
Todos estos apelativos son reales y verdaderos, y cada uno de ellos agrega un estrato o significado valioso e importante. Pero con el paso de las generaciones les pasa lo mismo que a cualquier buen medicamento: desarrollamos una tolerancia, y ya no nos influye como al principio.
Es duro para nosotros el concepto de “instinto del mal”. Parece como que pertenece a cuestiones religiosas y no a nuestra existencia como seres humanos. Y en general, es difícil para nosotros etiquetar algo como completamente malo; después de todo, a nuestros ojos no hay un instinto malo, solo hay un instinto que es malo para mí, que me perjudica… El concepto de “alma animal” también es desalentador, porque nos ofende que se nos asemejen a los animales. Así, la historia pletórica de aventuras de nuestra vida de servicio a Dios se va decolorando cada vez más de generación en generación.
Necesitamos una “historia” nueva. Nuevos apelativos y denominaciones que nos sirvan en el servicio de Dios y en nuestro crecimiento espiritual. Deben ser tales que nos “enciendan” y nos hagan querer movilizar todos los poderes del alma para luchar por el bien.
Nuestra propuesta es ver a los dos bandos en lucha como dos aspectos opuestos de un todo. Uno es el lado iluminado que vuelve su mirada hacia Dios. El otro es el lado oscuro, el que mira hacia atrás.
Si lo dibujamos de forma tangible, los dos lados son como la cara de una persona con un foco iluminando desde un costado. Su rostro está dividido en dos lados, dos perfiles: un lado es claro y el otro es oscuro.
El beneficio desde esta perspectiva es enorme: el “problema” del lado oscuro no es su esencia misma. Cuando reconocemos algo como oscuro queda implícito un reconocimiento de su capacidad para ser iluminado algún día. El servicio de la teshuvá ahora es menos combatiente y humillante, y nos brinda un relax que también nos inspira un gran vigor para iluminar el mundo entero.
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