Para hacer una morada para Dios aquí en los reinos inferiores, que es el objetivo final de la creación, debemos tener cuidado con la humildad fuera de lugar.
La humildad es el fundamento básico del servicio de Dios – desde la rectificación de nuestros rasgos de carácter hasta la anulación de nuestro sentimiento de “ser” para que podamos vencer la inclinación al mal, abstenernos del pecado y cumplir los mandamientos – incluso si no tenemos ganas de hacerlo. Sin embargo, la humildad indecorosa es lo que destruyó el Templo. Para hacer una morada para Dios aquí en los reinos inferiores, que es el objetivo final de la creación, debemos tener cuidado con la humildad fuera de lugar. No hay lugar para la humildad que pone en duda la importancia de nuestras acciones a los ojos de Dios y nos impide adoptar las medidas necesarias.
Por lo tanto, la primera ley (citada de la Mishná) en el Código de la Ley Judía se refiere a cómo debe despertarse un judío por la mañana. Debe contemplar el hecho de que un gran Rey está por encima de él, observando todos sus actos – los cuáles son importantes y queridos para Él. “Sé audaz como un leopardo” frente a todos aquellos que lo ridiculizan (incluidos sus detractores internos, escépticos y arrebatadores del entusiasmo). ¿No se contradice este arrojo con la humildad?
Nuestro maestro, el Baal Shem Tov, dijo que una persona debe contemplar que Dios está mirando sus labios, esperando que hable palabras de Torá y oración. Y cuando pronuncia esas palabras, Dios lo besa en los labios con amor. Cuando la fuente de audacia y autoestima es la conexión con Dios, no existe el orgullo de sentirse separado de Dios apegado a ellos. Las acciones y palabras de un judío crean ángeles, atrayendo gran abundancia a los mundos. Toda esta relevancia externa y mensurable, sin embargo, se atenúa a la luz del precioso y verdaderamente importante estado de besarse con Dios.
Esto adquiere un enfoque aún mayor cuando entendemos que, desde el punto de vista del Rey, el beso en si – enlazarse con Sus amados hijos – es primordial. El Maguid de Mezritch dijo que Dios ama a cada judío – tal como es – y se complace en él en cada estado hasta tal punto que su forma está grabada en Dios. Es en esta forma que Él se revela a ese judío. Cuando salimos de Egipto con la conciencia inmadura y contraída, Dios se nos reveló como un joven héroe de guerra. Cuando la Nación de Israel maduró (en un proceso rápido) Él se reveló a la Nación Judía en el Monte Sinaí como un anciano lleno de compasión. Dios se hace “pequeño” o “grande” según el estado de cada judío.
Un judío accede a la audacia y el coraje para apreciar y atesorar los principios del Primer Mandamiento, que establece la conexión personal entre él y la Esencia Interna de Dios: “Yo soy Havaia tu Dios, Quien te ha sacado de la Tierra de Egipto, de la Casa de esclavitud.” ‘(Este mandamiento es la raíz inclusiva de todos los mandamientos positivos). El judío recibe la humildad que anula todo excepto a Dios del Segundo Mandamiento: “No tendrás Dioses ajenos delante de Mí” (que es la raíz general de todas las prohibiciones ordenadas en la Torá). De esta manera, merecemos valentía y humildad juntos. La audacia precede a la humildad como en el famoso poema litúrgico, “La audacia y la humildad por el Eterno”.
El conocimiento que se equilibra entre la asertividad y la importancia y la desconsolación y la humildad, en un estado de unificación con Dios, es exclusivo de la Nación de Israel. Expresamos esta unificación dos veces al día en nuestras oraciones: “Escucha, Israel (unificación con Dios en el atributo de conocimiento) Havaia nuestro Dios (como en el Primer Mandamiento, “Yo soy Havaia tu Dios) Havaia es Uno (como en el Segundo mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de Mí”).El objetivo final es “Para que todas las naciones de la tierra sepan que Havaia es Dios”. Con nuestra facultad de conocimiento asertivo, rompemos y anulamos la experiencia de existencia que abarca a todas las naciones del mundo y revelamos a todos que Dios es Uno.