En el final del libro de Job, Di-s mismo le habla y despliega frente a él todos los misterios de la creación. Por haber padecido ansiedad se hace meritorio de la revelación de todos los secretos de la Torá; sus sufrimientos lo llevaron a un estado de conciencia plena de la grandeza de Di-s y la insignificancia humana. El final de este proceso se rememora en el libro de Eclesiastes (12:13): “Al final de la cuestión, todo ha sido escuchado ya, temer a Di-s y cuidar sus preceptos, porque para esto es todo hombre”.
Los cinco socios del diálogo de Job (sus tres amigos, Eliahu y Di-s) corresponden y expresan los cinco niveles del alma descriptos en la cabalá y el jasidismo. Los tres amigos corresponden a los tres niveles del alma que están investidos en el cuerpo (y por lo tanto limitados por sus parámetros). Estos son el poder de vida del alma (nefesh), las emociones (ruaj) y el intelecto (neshamá). Estos tres niveles son incapaces por si mismos de resolver los problemas que afloran del subconciente humano. Eliahu corresponde al cuarto nivel, la voluntad (jaia), que aunque actúa sobre el cuerpo no está localizado dentro de él y por lo tanto es relativamente libre de las restricciones que afectan a los niveles inferiores del alma. La revelación de Di-s corresponde al quinto y más elevado nivel del alma, su fuente como parte componente de Di-s Mismo, como ya se explicó anteriormente.
La odisea psicológica de Job desemboca entonces en la revelación de un aspecto superior y más profundo del alma, que se logra a través de despojarse de las sucesivas vestimentas de las limitaciones del cuerpo. En la literatura psicológica está documentada en forma amplia la idea de que dialogando con un terapeuta la persona puede enajenarse de sus problemas y dirigirse a los estratos íntimos de su alma. El proceso de dialogar con uno mismo reflejándose en otra persona, ayuda en el desarrollo del proceso terapéutico.Pero la clave definitiva para desentrañar y curar el mundo estará a nuestro alcance sólo cuando venga el Mashiaj. Hasta entonces, de acuerdo con las palabras del Talmud, no podremos comprender “la tranquilidad del inicuo ni los sufrimientos de los justos”. Por cierto no podemos esperar comprender las terribles tragedias que cayeron sobre nuestro pueblo (y sobre todos los pueblos). Sólo cuando venga el máximo psicólogo, el Mashiaj, podremos descubrir el bien oculto dentro de la maldad aparente. Porque entonces la oscuridad se convertirá en luz y la amargura en dulzura. La luz brillará de la misma oscuridad, así como aspectos nuevos de la Torá que Di-s nos revelará. Entonces podremos decir verdaderamente: “Doy gracias a Ti, o Di-s por haberte enojado conmigo, porque así nos revelas Tu bondad interior”.