La tercera etapa es la capacidad de endulzar la ansiedad verbalizandola y debatiéndola con una segunda parte.
A esto se refiere alegóricamente la profecía de Ezequiel. Al bosquejar el Templo que va a ser reconstruido en la era mesiánica como centro de Jerusalem, el profeta describe un maravilloso manantial cuyas aguas fluirán hacia afuera desde la cámara interna del Templo. El agua se convertirá en un poderoso río que endulzará (esto es, hará potable) toda el agua salada del mundo. En las orillas de este río crecerán árboles cuyos frutos serán para alimento, y sus hojas para descanso curativo. (Ezequiel 47:12).
El descanso curativo es el relax que provee liberación de las tensiones y presiones que acompañan los miedos y ansiedades. Cuando una persona se desahoga de esta fricción, se restituye el flujo apropiado a los sistemas fisiológicos y psicológicos de su cuerpo. La relajación es entonces la condición sine qua non de las salud mental y física. Por supuesto, parte de este proceso de relajación es la licencia que se le concede a la persona de expresarse libremente y exteriorizar sus preocupaciones y temores. Este proceso conduce en definitiva a su curación psicológica.
La fuente de este reposo reparador, en el simbolismo de la profecía de Ezequiel, es la hoja. Una hoja es de secundaria importancia cuando se la compara con el propio árbol o sus frutos, un detalle menor que a menudo no es apreciado, a pesar de que realiza la función crucial de la fotosíntesis. Similarmente, generalmente ignoramos nuestras mentes subconcientes y le damos escaso cuidado a la forma crucial en que afecta nuestras vidas. Así, la hoja es una metáfora apropiada para el subconciente.
La hoja, el inconciente, contiene la clave de la curación definitiva de la psiquis. En el futuro, las hojas se tornarán comestibles como el fruto; con la completa transformación del mal en bien el subconciente será capaz de expresarse plenamente, todas las constricciones y cautelas que rodean a su verbalización se relajarán.
El comienzo del libro de Salmos también hace uso de la metáfora de la hoja en el contexto del árbol al que está adherida (Salmos 1:1-3):
“Feliz es el hombre que no siguió el consejo del malvado…
Sino más bien [sólo] los deseos de la Torá de Di-s…
El será como un árbol plantado a la orilla de la corriente de agua,
Que brindará su fruto en la estación apropiada,
cuyas hojas nunca se marchitarán,
“y todo lo que produzca prosperará”.
Vemos aquí que el individuo virtuoso es comparado con un árbol plantado junto al agua vivificante. La hoja que no se marchitará es su subconciente, que ya ha sido verbalizado y endulzado. Esto ha sido logrado después de las fases de sumisión (no siguiendo el consejo del malvado, apartándose de lo negativo) y separación (deseando y estudiando la Torá de Di-s). Se dice que el Baal Shem Tov, cuando aún era un niño, reconoció la providencia de Di-s sobre todas sus criaturas observando la forma en que una hoja era levantada desde el suelo por el viento. Prestando atención y tomando nota de un factor aparentemente insignificante en el gran esquema de la creación, discernió la verdad que iba a ser la piedra fundamental de su sistema teológico, basado en la existencia, el desarrollo y el despertar (evocar) de los lazos extraconcientes entre el hombre y Di-s.En la misma vena, nuestros sabios usan la alegoría de la hoja para simbolizar la conversación mundana de los estudiosos de la Torá. En contraste con la charla mundanal de los iletrados, la conversación mundana de alguien que está lleno de la sabiduría de la Torá es en si misma una lección de sagrado vivir y es siempre considerada un tema digno de estudio. Las lecciones de vida que afloran en la conversación mundana del sabio de la Torá, refleja la forma en que ha rectificado su mente subconciente. Absorbiendo las actitudes expresadas en sus palabras, la persona ordinaria puede adquirir algo de su perspectiva constructiva de la vida. Como tal, su conversación sobre temas mundanos, sus hojas, pueden servir como una fuente de optimismo y curación para la persona ordinaria.