La psicología secular no posee la Torá, por consiguiente no cuenta con una definición clara de lo que es permitido y lo que es prohibido, por lo que tiende intrínsecamente a la permisibilidad, la actitud en que todo es esencialmente permitido. Esto es especialmente evidente en cuanto a la sexualidad, cuya falta de restricción es, en apariencia, no del todo dañino para la sociedad. De acuerdo con el punto de vista secular, el mejor método para resolver problemas psicológicos es ser lo más libre e irrestricto posible y permitir que los deseos naturales del ser humano reinen libres para buscar su realización.
En contraste, la premisividad que se logra en la fase tercera de dulcificación de la terapia guiada por la Torá, que es llevada a cabo sólo después de las fases preliminares de sumisión y separación, no constituye una forma de liberarse de ninguna de las prohibiciones legisladas en la Torá, esto a pesar del hecho de que la persona entra en el reino de la oscuridad con el objetivo de transformarla en luz.
(En verdad existen casos extremadamente excepcionales en los cuales la Torá misma ordena al individuo realizar temporariamente un acto normalmente prohibido o abstenerse de realizar un acto normalmente permitido. En las palabras de los Salmos, 119:126): “Es el tiempo de actuar en haras de Di-s; profanaron la Torá!” De todas maneras estos casos son muy raros y por lo tanto fuera del alcance de la presente discusión.)
El cambio de rumbo que ocurre, entonces, entre las fases de separación y dulcificación del proceso de la terapia psicológica definido por la Torá es como se describe a continuación:
Durante el período en que una persona está atravesando la fase de separación de su renovación espiritual, se debe refrenar de entregarse a cualquiera de los placeres mundanos con propósitos personales. Es verdad que la Torá permite disfrutar de estos placeres en la medida en que el hacerlo no involucre una transgresión palpable de ninguna de sus prohibiciones; sin embargo, en esta etapa el individuo no está aún suficientemente maduro espiritualmente para permitirse estos lujos. Debe más bien seguir el consejo de nuestros sabios para la gente en este estado de conciencia: “Santifícate [incluso] con lo que te es [por lo demás] permitido”. Se debe abstener de cualquier placer sensual que este mundo le ofrece, a menos que forme una parte esencial de la observancia de algún mandamiento Divino. Un ejemplo podría ser comidas y bebidas finas en honor del Shabat. Pero incluso aquí, de momento que no alcanzó madurez espiritual, se le aconseja ejercitar la máxima restricción posible.
Por el contrario, cuando una persona ha alcanzado la etapa de endulzamiento y se ha liberado de su orientación hacia el interes personal del ego no rectificado, puede empezar por cierto a saborear las delicias que Di-s ha puesto en el mundo para su regocijo. En este contexto, el ya mencionado consejo de nuestros sabios se entenderá como “Infunde tu actitud sagrada hacia la vida en todos los placeres que te son permitidos”. Esta es la interpretación del jasidismo de la directiva del Rey Salomón (Proverbios 3:6: “Conócelo a El en todos tus caminos”, y también la aserción de nuestros sabios que “eventualmente el hombre será llamado a rendir cuenta por todos los placeres que pudo haber disfrutado en este mundo y se abstuvo de ellos”. En este nivel, todos los actos de la persona son verdaderamente en haras del cielo.Esta dulcificación de la vida avalada por la Torá es descripta como que brinda gran placer a Di-s, como si fuera, ya que El creó este mundo como un vehículo a través del cual brindar placer a Sus criaturas. No obstante se debe tener en mente que es imposible disfrutar el mundo de la manera en que Di-s pretende a menos que mantengamos una conciencia y apercibimiento constantes de Su presencia en nuestras vidas.