La primera etapa de la rectificación de la psiquis es la sumisión. El agresivo yo es la causa de todo mal físico y espiritual y su neutralización es la condición sine qua non del proceso de rectificación. Cuanto más grande sea el ego de la persona, más lo serán sus preocupaciones y problemas; cuanto más se empeña la persona en la experiencia de si misma y ocupa su conciencia con sus propios sentimientos y autoimagen, más intimidante va a ser cualquier cosa que entraé una amenaza potencial a la perfección de su autopercepción. Merece todo y carece de todo.
Por lo tanto, la etapa primaria y más básica para recobrar la salud de la psiquis es la sumisión. La sumisión es la simple percepción y la experiencia existencial natural de no ser perfecto. A cierto nivel, toda persona sabe que tiene un alma animal, un depósito básico de deseos y conductas egoístas. Aunque generalmente preferimos identificarnos con objetivos más elevados que este, en verdad la mayor parte del tiempo nos identificamos con este alma, consideramos como propia su perspectiva, forma de pensar y aspiraciones. Una vez que la persona se da cuenta de esto, la lógica conclusión es que no merece nada! en contradicción con su presunción inicial. En realidad no es mejor que nadie y es muy grande la posibilidad de que sea peor que la mayoría de la gente.
Siendo este el caso, todas las ansiedades de la persona se desvanecen como una bocanada de humo. Ya no merece nada, y ya nada es una amenaza para su propia imagen nunca más. El conocimiento de su bajeza innata lo hace comprender que es naturalmente propenso a adquirir toda clase de complejos y desórdenes psicológicos. El lado oscuro de su personalidad, que ahora cae en la cuenta de que domina su conciencia, actúa naturalmente como un magneto para todo malestar físico y psicológico imaginable que exista.
Entonces, si hay algo positivo acerca de su vida, sólo puede ser una acción benevolente inmerecida que Di-s le concede. Su respuesta a este acto de gracia Divina será de una interminable alegría y agradecimiento a Di-s.
Alumbrado con esta nueva luz, la persona despojada de su ego podrá considerar bueno todo lo que le suceda, de momento que todo proviene de DI-s y todo lo que El hace es bueno, porque esa es su naturaleza.
El objetivo del auto refinamiento es reorientar nuestras emociones hacia la Divinidad; Di-s debe ser el único objeto de nuestro amor, el único al que temamos, y así sucesivamente. Sin embargo, para lograr esto la persona no debe intentar cambiar la orientación de sus emociones directamente, buscando experiencias que lo inspiren a amar y temer a Di-s, ya que por cierto puede tener un éxito temporario en reorientar sus emociones de esta manera, pero el efecto será efímero. En cuanto la experiencia llegue a su fin, se irá con ella la emoción así engendrada. El camino más efectivo para lograr el cambio buscado es el indirecto, sujetando la mente y forzándola a contemplar verdades que generen espontáneamente las reacciones emocionales correspondientes.
La magnitud de la nulificación del ego que la persona puede alcanzar depende de qué es lo que contempla y cómo elige contemplarlo. Primero debe considerar su nulidad existencial como así también la del universo en general. De todas maneras esto no es suficiente en y por sí mismo. Debe seguir examinado todas sus fallas y defectos, que se expresan como sus ansiedades y temores. A medida que va reviendo una por una, se va arrivando más y más graficamente a lo absoluto de su nulidad existencial. El efecto acumulativo de encarar un ejemplo trás otro de la propia insignificancia, es un “agujero negro” psicológico que succiona el ego de la persona, aniquilándolo trozo por trozo.
En esta etapa, la persona está demasiado ocupada enfrentando su propia tosquedad y vulgaridad como para rectificar o sanar sus ansiedades. Todo lo que puede y debe hacer en este punto es sobrecogerse ante lo profundo de su depravación a medida que se va desplegando ante si. Esta habilidad de examinar las propias ansiedades sin sentirse atrapado dentro de ellas es un presagio de la segunda fase de la sumisión, como se explicará.
En el curso de la contemplación de la infinidad de Di-s y la nulidad del a creación en general, la realidad de esta verdad se va gravar tanto en la mente que va a comenzar a considerar insignificante a la creación. Si continúa aún más con la consideración de esta realidad, llegará a la conclusión de que la creación per se no posee una existencia independiente en absoluto, como está escrito: no hay nadie fuera de El.
No obstante, cuando comienza a contemplar esta verdad en todos sus detalles, teniendo en cuenta sus falencias en todo su relieve gráfico, comprenderá que no sólo no tiene la intrínseca realidad que posee Di-s, es una antítesis de esa realidad. Su orientación material le da a su vida en general un cariz de negación y afrenta a la omnipresencia de Di-s. No sólo es no significativo, no real y no esencial, sino antisignificativo, antireal y antiesencial; no sólo no posee una realidad intrínseca, sino que posee una realidad negativa. En verdad es un agujero negro espiritual de anti materia, una mancha negativa en la perfección de la creación de Di-s.
Después de esta contemplación intensiva de sus fallas, la persona se vuelve en súplica hacia Di-s clamando desde las profundidades de su corazón, le suplica que lo abrigue y, en Su infinita misericordia, le tienda un puente sobre el abismo que lo separa de El. Cada detalle de la ahora desenmascarada depravación de la persona deviene en causa y sujeto de una nueva plegaria, otro clamor dirigido hacia Di-s.Hemos identificado entonces tres subprocesos distintos dentro del proceso general de sumisión. De acuerdo con el principio de interinclusión, estos son los tres subniveles de sumisión dentro de sumisión, separación dentro de sumisión y dulcificación dentro de sumisión. La anulación general del ego es sumisión dentro de sumisión; la examinación detallada de las falencias y ansiedades es un acto de separación, porque separa a la persona de sus problemas y lo divorcia de su identificación con ellos; la plegaria a Di-s sincera y humilde, la conversación privada entre el hombre y su Creador, es similar a la etapa dulcificante de la confidencia a un confidente, identificándose aquí claramente con la etapa de dulcificación dentro de sumisión.