En la antigua Delfos, estaba escrito en el altar del oráculo de Apolo las palabras “Conócete a ti mismo”. Desde aquella época, la cultura secular occidental ha considerado al autoconocimiento, como la gema de la corona del propósito humano. La Torá, por el contrario, nos dice: “Conoce al Di-s de tu padre, sírvelo a El con todo tu corazón y el deseo de tu alma”, y también “Sabe ante quién estás parado”. Dentro del esquema de la Torá, el propósito del hombre es conocer a Di-s, o sea, estar constantemente perceptivo a Su presencia, que es lo que da plenitud a la conciencia del hombre.
Sin embargo, esto crea una paradoja. Para conocer a Di-s, el hombre debe conocerse primero a si mismo, porque en cada judío hay un alma que debe ser considerada parte de Di-s. Al conocer una parte, podemos conocer el todo. La tarea del hombre es, entonces, descubrir la Divinidad oculta en su interior. Empresa nada simple, pero sin duda invalorable. Una vez armonizada con su propia dimensión Divina, la persona estará mejor posicionada para ver la Divinidad inherente en toda la creación, y sentir exactamente cuál es su rol individual en el gran proyecto del Creador.
Dice la Tora, que Di-s creó el mundo para tener un hogar en los mundos inferiores. “Inferiores”, no implica humildad física, sino humildad en la escala de la conciencia de Di-s. Nuestro mundo material, se encuentra en el peldaño más bajo de una basta jerarquía de universos u órdenes de existencia, dotado cada uno, con un grado diferente de percepción de qué y quién es Di-s. Nuestro mundo es el más bajo en ese respecto, y por si mismo, no refleja en principio el hecho de que alguien lo haya creado. La naturaleza es entonces, un disfraz perfecto para el poder Divino, que constantemente crea el mundo, que le permite a la gente nacer, vivir toda su vida, y morir sin que jamás se les pueda ocurrir que hay un Di-s. De hecho, El está tan oculto, que hay mucha gente inteligente que está convencida de que no existe.
Es este mundo, en donde la Divinidad está tan oculta, donde El pretende hacer su hogar. Precisamente aquí, donde todo aparenta ser antitético de la percepción de Di-s, El quiere que todos se percaten de su existencia, y establezcan una relación con su Creador. Este es el motivo de que haya creado semejante mundo en primer término, y de que cada alma individual, que es parte de Di-s, sea enviada aquí abajo. Cada individuo tiene un rol único en el logro de este objetivo, y la única manera de que una persona pueda tener idea de cuál es su propósito específico en este esquema, es armonizándose con la Divinidad que hay dentro de él.
De acuerdo con el judaísmo, es con este sentido y para este fin, que la persona debe conocerse a si misma. Conociendo la parte, o sea su alma Divina, puede tener un atisbo del todo, la esencia de Di-s reflejada en ella.