1. ANTECEDENTES TEÓRICOS

Uno de los símbolos más conocidos y universales de la ciencia moderna en general y de la química en particular es la Tabla Periódica de los Elementos . La que conocemos en la actualidad fue construida durante al menos 300 años. Las tablas de Geoffroy (1718) y Lavoisier (1787) fueron primeros esfuerzos por agrupar los elementos. La teoría atómica formulada por Dalton en los comienzos de 1800 brindó a los químicos una base sólida para clasificar los elementos y estimuló vigorosamente la experimentación que culminó con el desarrollo de forma moderna de la tabla periódica en 1869 (ver figura 1).

TABLA

Figure 1

Desde los primeros agrupamientos rudimentarios de los compuestos químicos hasta nuestra clasificación moderna que reconoce la periodicidad de los elementos atómicos, las tablas químicas están basadas usualmente en una teoría implícita de la composición de la materia, que comparten un axioma en común: toda la materia del universo está compuesta por una variedad finita de elementos básicos. Estos “ladrillos” han sido conocidos desde la antigua Grecia hasta el presente como átomos .

En la tabla moderna de los elementos químicos, los diferentes átomos están identificados y ordenados por su número atómico. El átomo se define como la unidad más pequeña de un elemento que se puede combinar con otro elemento. Según la teoría atómica están compuestos por un núcleo, hecho de protones y neutrones, y electrones girando a su alrededor. El número atómico identifica la cantidad de protones en el núcleo del elemento. Los átomos pueden ganar o perder electrones y la facilidad con que lo hacen es una medida de su reactividad.

Los elementos están ordenados en la tabla en columnas y filas o períodos. Como su nombre lo implica es de naturaleza periódica , o sea que los elementos están ubicados en base a sus características compartidas y recurrentes (periódicas). Se observa que la periodicidad de las propiedades de los elementos es más fuerte bajando por las columnas de la tabla. El ejemplo más evidente de este fenómeno está en la última columna de la derecha ocupada por los 6 gases nobles o inertes, que comparten la característica de la falta de reactividad, resultante de su incapacidad de ganar o perder electrones.

Otro ejemplo: el primer elemento de la tabla, el gas Hidrógeno (H), el segundo el gas noble Helio (He) y el tercero, el Litio (Li) un metal liviano reactivo. En la fila inmediata inferior encontramos con un intervalo de 8 elementos desde el H al Fluor (F), Neón (Ne) y Sodio (Na), un gas, un gas noble y un metal liviano reactivo. Otra fila más abajo o sea 8 elementos más adelante hallamos al Cloro (Cl), Argón (Ar) y Potasio (K), con las mismas características respectivamente.

Esta notable predictibilidad de las propiedades de los elementos de la tabla periódica permitió a los químicos “describir” a los elementos aun no identificados según su supuesta ubicación en la tabla. Ese fue el caso cuando en 1871 Dimitry Mendeleyev, el químico ruso que formuló inicialmente la ley periódica, describió correctamente las propiedades del elemento entre el Silicio (Si, 14) y el Estaño Sn (50) que llamó ekasilicio. El elemento en cuestión no fue identificado hasta 1886 por un químico Alemán que lo llamó Germanio.

2. La contrapartida cabalística de la Tabla Periódica

En este artículo nuestro objetivo es presentar una analogía completa y exacta de la moderna tabla periódica con la Torá. El motivo está explicado en los capítulos precedentes, cuando hablamos de la Universidad de la Torah y la Ciencia. Para hacerlo de una manera metodológica, primero debemos cerciorarnos de que la Torá contiene ejemplos de los dos conceptos centrales en que se basa el contenido y la forma de la Tabla Periódica: los átomos (1) y la periodicidad (2) .

La noción de que la toda creación está construida a partir de una variedad limitada de “ ladrillos ” es algo central en el primer documento cabalístico conocido (e incidentalmente el primer libro de gramática hebrea) el Libro de la Formación Sefer Ietzirá . De allí esta noción asume un rol central a través de la tradición cabalística y esotérica dentro de la Torá.

Este libro se refiere específicamente a Génesis y, siguiendo una perspectiva lingüística espiritual, identifica 32 elementos no corpóreos o átomos. Son las 10 sefirot [que corresponden a las 10 aserciones maamarim , מאמרים ) dichas por Dios cuando creó el mundo] y las 22 letras del alfabeto hebreo [con las cuales se construyeron las aserciones]. Juntos, estos 32 átomos forman la base del lenguaje y el habla, los canales del proceso creativo.

Sin embargo, a pesar que el Libro de la Formación nos provee la noción de los bloques básicos para la construcción del universo, los átomos que identifica no

No obstante, aunque el Libro de la Creación nos provee la noción de la construcción del Universo por medio de bloques básicos, los átomos que identifica no se ajustan para nuestros propósitos de correspondencia. En primer término, porque son de dos categorías diferentes: una (las acersiones), claramente se encuentran en una jerarqu ía claramente por encima de la otra, (las letras). En segundo término, porque estamos procurando una correspondencia uno a uno entre los átomos de la tabla periódica y alguna unidad correspondiente en la Torá.

Sin embargo, una pieza de invaluable valor dentro del Libro de la Creación es la idea de que si encontrásemos los elementos equivalentes a los átomos en la Torá, debería estar contenida en el Génesis, en donde se describe el acto de la creación. ¿En que mejor lugar deberíamos buscar los átomos de la Torá , sino en donde la misma Creación fue construida?

* * *

Para explicar la correspondencia que hemos encontrado, mencionemos en primer término, que de los 100 o más elementos descriptos, solo 92 de ellos ocurren en forma natural. Los átomos de elementos cuyo número atómico es mayor a 92 pueden ser sintetizados artificialmente, aunque son generalmente inestables y sufren reacomodaciones en sus núcleos, resultando ser de corta vida ya que su radioactividad decae en muy corto tiempo, luego de ser sintetizados.

Y ahora ocupémonos de nuestra correspondencia: una de las más importantes contribuciones realizadas al pensamiento Judío, en el pasado reciente, ha sido el trabajo del Rav Zalman Pinjas Horowitz. Hasta donde llega nuestro conocimiento, fue el primero que enumeró correctamente el número de veces que el Tetragrama ( Iud-Hei-Vav-Hei ) aparece en el Pentateuco: 1820 veces. Más sorprendente aún es la innovadora forma de catalogar las palabras distintas que contiene el Pentateuco, que asombrosamente encontró que eran exactamente el número 1820.

Esta igualdad numérica requiere todavía mucha investigación, pero aquí vamos a destacar un hecho relacionado con nuestro tema en particular: del total de 1820 palabras únicas contenidas en el Pentateuco, la sección que describe la Creación (Génesis 1:1 al 2:3 inclusive) contiene exactamente 92 palabras únicas o distintas.

Ciertamente, como ya lo hemos mencionado, esta sección de la Torah describe literalmente la creación de la materia en el Universo, y encaja aquí con la correspondencia que procurábamos encontrar: el paralelismo con los 92 elementos naturales descriptos e identificados por la ciencia moderna.

Antes de continuar, procedamos a incorporar a la conocida tabla periódica de elementos, las 92 palabras diferentes o únicas del Génesis, puestas en orden:

1
H
בראשית
                2
He
ברא
3
Li
אלהים
4
Be
את
          5
B
השמים
6
C
הארץ
7
N
היתה
8
O
תהו
9
F
ובהו
10
Ne
וחשך
11
Na
על
12
Mg
פני
          13
Al
תהום
14
Si
ורוח
15
P
מרחפת
16
S
המים
17
Cl
ויאמר
18
Ar
אור
19
K
וירא
20
Ca
כי
21
Sc
טוב
22
Ti
ויבדל
23
V
בין
24
Cr
ויקרא
25
Mn
יום
26
Fe
לילה
27
Co
ערב
28
Ni
בקר
29
Cu
אחד
30
Zn
רקיע
31
Ga
בתוך
32
Ge
ויעש
33
As
אשר
34
Se
מתחת
35
Gr
כן
36
Kr
שני
37
Rb
יקוו
38
Sr
אל
39
Y
מקום
40
Zr
היבשה
41
Nb
ימים
42
Mo
תדשא
43
Tc
עשב
44
Ru
מזריע
45
Rh
עץ
46
Pd
פרי
47
Ag
למינו
48
Cd
בו
49
In
ותוצא
50
Sn
שלישי
51
Sb
לאותות
52
Te
ולמועדים
53
I
ושנים
54
Xe
הגדולים
55
Cs
לממשלת
56
Ba
הקטן
57
La
הכוכבים
72
Hf
בהמה
73
Ta
האדמה
74
W
בצלמנו
75
Re
כדמותנו
76
Os
וירדו
77
Ir
בדגת
78
Pt
זכר
79
Au
ונקבה
80
Hg
להם
81
Tl
וכבשה
82
Pb
הנה
83
Bi
לאכלה
84
Po
ירק
85
At
מאד
86
Rn
הששי
87
Fr
ויכלו
88
Ra
צבאם
89
Ac
השביעי
               
                  
   58
Ce
ויתן
59
Pr
רביעי
60
Nd
ישרצו
61
Pm
נפש
62
Sm
חיה
63
Eu
ועוף
64
Gd
התנינים
65
Tb
כל
66
Dy
הרמשת
67
Ho
כנף
68
Er
ויברך
69
Tm
ורבו
70
Yb
ומלאו
71
Lu
חמישי
 
   90
Th
מלאכתו
91
Pa
וישבת
92
U
ויקדש
93
Np
94
Pu
95
Am
96
Cm
97
Bk
98
Cf
99
Es
100
Fm
101
Md
102
No
103
Lr
 

Siguiendo nuestra metodología, debemos ahora buscar la periodicidad, el segundo principio organizador mencionado anteriormente. A tales efectos, examinemos y entendamos primero, en profundidad, la naturaleza, la estructura y la forma de los períodos en la tabla de elementos, y el modelo usado para explicar esta periodicidad. Exploraremos luego modelos espirituales paralelos encontrados en Cabalá y Jasidut. En próximos artículos utilizaremos nuestros hallazgos para examinar la periodicidad inherente en nuestra tabla de elementos paralelos contenidos en la Torá, de acuerdo al cuadro presentado anterior .

3. Acerca de la relación entre la espiritualidad y lo mundano en la Torá

Antes de comenzar nuestro análisis, volvamos unos pasos para atrás para decir algunas palabras acerca de la lógica para buscar en la Torá modelos que puedan describir (directa o indirectamente) los fenómenos naturales.

El mundo físico y sus atributos son generalmente descriptos como un reflejo o una manifestación de la esfera espiritual, y como tal, estudiando el mundo físico podremos llegar a conocer más acerca de los mundos espirituales, y en definitiva a nuestro Creador.

La tradición Judía explica que existen dos maneras de describir la relación entre la Torá y la realidad del mundo físico:

La primera y más comúnmente aceptada es que la Torá trata de asuntos cotidianos, (por ejemplo las leyes de comercio, obligaciones, etc.) pero estos asuntos cotidianos se deben encontrar reflejados, por así decirlo, también en las dimensiones superiores (o internas) del universo. Es así que podemos decir que la Torá puede ser interpretada como que dice algo acerca del mundo espiritual, además de lo mundano. Esta interpretación puede ser tan simple como hablar del espíritu de la ley (en oposición a la letra de la ley). O puede formar la base para un complejo e intrincado (antropomórfico) análisis de la Divinidad , basado en la Torá.

La segunda aproximación, sustentada por el jasidismo, sostiene que el principal asunto que trata Torá son las dimensiones espirituales elevadas (o internas) del universo, y son ellas las que también son reflejadas o imitadas en las dimensiones materiales cotidianas inferiores. Por lo tanto, podemos decir que el significado literal de la Torá es espiritual, y que una interpretación no literal o alegórica nos enseña acerca del mundo físico cotidiano.

La segunda aproximación puede parecer problemática, ya que la Torá no parece emplear un lenguaje “espiritual” (nótese la falta de mención de ángeles o algún otro artefacto “celestial”). De hecho, parece que se trata de lo contrario, ya que las historias que relatadas y los mandamientos de Dios que encontramos en el texto bíblico, parecen hablar directamente de un mundo real, tal como era hace algunos miles de años. La respuesta a este punto la encontramos en la conocida sentencia Talmúdica que dice “la Torá habla el lenguaje de los hombres”. En otras palabras, a pesar que los asuntos que trata la Torá son ciertamente espirituales, su lenguaje es cotidiano- “el lenguaje de los hombres”- tal como el lenguaje que emplea para referirse a objetos y asuntos familiares de los seres humanos.

Armados con estas dos nociones básicas respecto los asuntos que trata y el lenguaje de la Torá, sostenemos que estudiando el mundo físico usando métodos científicos (que debería darnos una clara imagen de los fenómenos físicos) deberíamos encontrar paralelismos entre la terminología “física” de la Torá, y los descubrimientos de la ciencia experimental en lo que a estos fenómenos se refiere. Relacionar nuestro conocimiento de los fenómenos físicos con el vocabulario de la Torá (u otra forma no lingüística de comunicación, como se explicará luego), nos llevará a su vez, a un mejor entendimiento de los asuntos “espirituales”, que son los asuntos “reales” subyacentes. Es así que llegamos a comprender más del reino espiritual utilizando el conocimiento científico.

La Torá contiene distintas clases de información comunicable, como está insinuado en el conocido acrónimo PaRDeS, acróstico que sintetiza los cuatro tipos de análisis textuales, tradicionalmente utilizados para explorar la Torá, a fin de rescatar la información que contiene. Ellos son: pshat (análisis literal), remez (análisis numérico o simbólico), drash (análisis hermenéutico) y sod (análisis basado en modelos asociativos). Con el fin de orientar rápidamente al lector, les hacemos notar que el drash (el análisis hermenéutico) fue utilizado para el estudio de la Halajá ( La Ley Judía ); el Sod (el análisis basado en modelos asociativos) fue desarrollado en su mayoría en la Cabalá de la escuela del Arizal . El presente estudio hará uso de los cuatro tipos de análisis de los textos. Algunas veces, nos referimos al conocimiento que nos llega analizando el remez y el sod como “la sabiduría interna (o esotérica) de la Torá”.

4. La Naturaleza y la Divinidad

Uno de los hallazgos más básicos en la Torá utilizando el análisis del remez (numérico, en este caso) es que el valor numérico de la palabra en hebreo para “la naturaleza” ( הטבע , hateva ) = 86. Este es el valor numérico del nombre de Dios asociado con la creación del mundo natural: Elokim ( א־להים ) = 86. Esta equivalencia numérica se entiende como una indicación de que existe un aspecto de la Divinidad que se encuentra investida en el mundo natural.

Como veremos, esta equivalencia básica sustentará mucho de la presente discusión.

5. 92 Elementos Naturales.

La primera posibilidad de análisis sería ubicar cada elemento con su correspondiente raíz Hebrea, simplemente basándonos en el orden de aparición como en la tabla anterior en el punto A. Una reflexión más profunda nos revelará una alternativa. Las 92 raíces distintas de la historia de la creación están divididas de tal manera que las primeras 86 aparecen en los versículos que se relacionan con los primeros seis días de la creación (Génesis 1:1 al 2:3), en cambio las últimas 6 raíces se encuentran en los versículos que se relacionan con el Shabat (ibid 2:1 a 2:3). Ello nos motiva a buscar la correlación de los 6 gases nobles con las 6 distintas raíces encontradas en el capítulo que se refiere al Shabat, en el Génesis. Por su lado, los restantes 86 elementos se corresponderán ordenadamente con las distintas raíces encontradas en los capítulos relacionados con los 6 días de la creación del Génesis.

Mencionamos esta segunda posibilidad de mapeo, ya que nos interesamos en los gases inertes, como veremos a continuación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *