Capitulo 3: El Sendero Espiritual del Noájico (parte 2)

Bondad: Experimentar la continua Recreación

El amor es el poder esencial del crecimiento espiritual inherente en todos los ámbitos de la realidad. Dios creó el mundo con amor y con él lo sustenta.  La experiencia del amor entre dos personas, un hombre y una mujer (3) comienza con una sensación de atracción, un sentimiento que continúa creciendo y expandiéndose hasta que abarca a la persona y su amado en unión marital. Es fácil ver que el adulterio, que viola esta unión, es una terrible trasgresión contra el amor. Por eso la prohibición contra el adulterio es un antídoto para la perversión del poder de bondad y su dimensión interior, el amor.

De esta observación derivamos el primer principio de meditación Divina y el inicio del proceso de rectificación de los bnei Noaj y su servicio al Todopoderoso: el reconocimiento de que Dios recrea continuamente el universo con amor.

No requiere una inteligencia sobrehumana darse cuenta que Dios creó el universo. Ninguna entidad se crea a si misma. Sin embargo como la mente humana está ligada al tiempo e incluso si está convencida de que el mundo fue creado ex-nihilo (quizás por medio de un Big Bang o un proceso similar), el acto de creación aparenta haber tenido lugar en el pasado remoto. A partir de ese momento, parecería como que el universo ha evolucionado naturalmente, que su cantidad total de energía y materia ha permanecido fijo y sólo sus formas han atravesado cambios. Para la percepción humana parecería que ahora no existiera un aumento de energía nueva en el universo.

Por cierto, la Torá nos enseña que este nos el caso.

La toma de conciencia de Dios como el Creador comienza con el reconocimiento de que Dios no está limitado por el tiempo y que El recrea el mundo nuevamente en cada instante. Si Dios no se involucrara activamente, como si fuera, en la recreación continua el universo regresaría a la nada primordial. (4)

Para poder entender y captar la noción de la recreación continua debemos comenzar experimentando el amor infinito que siente Dios por cada uno de los seres creados.

Y así lo enseñan los Salmos: “El mundo es creado desde la bondad” (5). Tanto desde su origen como en cada uno de los momentos subsecuentes, el mundo es dependiente de un constante influjo del amor de Dios por la creación.

Podemos cuestionarnos por qué la recreación continua no es observable abiertamente, por qué sólo puede ser experimentada a través de la meditación. Las enseñanzas jasídicas explican que hay una cierta medida de modestia o intimidad inherente en el acto creativo, cosa que podemos ver comparándola con el acto de procreación en los seres humanos. Así como en la sagrada unión matrimonial la ofrenda de la semilla vital es realizada con completo recato, así también es cuando Dios recrea el universo en cada momento.

En nuestro ejemplo, el marido simboliza a Dios el Creador y la mujer a la creación. La semilla vital es el poder Divino de recreación; la modestia de la sagrada unión del marido y la mujer simboliza la voluntad (conciencia) de Dios de crear el mundo (junto con la voluntad inconciente del mundo de ser creado por Él) de tal manera que la conciencia normal de la creación permanece desapercibida del acto Divino de la continua recreación. Dios desea que la maravilla de la continua recreación sea conocida sólo por el ojo amoroso, solícito y meditativo de aquellas almas que Lo buscan sinceramente.


Demos una mirada más profunda a la relación entre la continua recreación de la realidad y el amor.

El alma arquetípica de la Torá que personifica el atributo del amor es Abraham. Las letras de su nombre en hebreo  (אַבְרָהָם) se permutan para formar la palabra hebrea “creación” (הִבָּרְאָם) como aparece en el primer versículo del segundo relato de la creación en la Torá.(6) Los sabios interpretan que este fenómeno significa que Dios creó (y recrea continuamente (7)) el mundo con el poder del alma-raíz Divina de Abraham, el poder del amor (8).

Los no judíos que reconocen que su propia existencia y la de todo lo creado en la realidad depende continuamente del infinito amor de Dios –que en esencia es idéntica al alma-raíz de Abraham el primer judío- se sienten atraídos por el amor al pueblo judío. Algunos permanecerán siguiendo justos gentiles y observando las siete leyes noájicas y otros atravesarán la conversión completa al judaísmo.

Se dice de Abraham junto con su esposa Sará que ellos hicieron, es decir, crearon las almas de los justos conversos durante el tiempo que tenían relaciones matrimoniales pero no concibieron hijos físicos. (9) En su gran amor mutuo, experimentando en el otro un reflejo de Dios, y con el recato absoluto de su santa unión matrimonial (10), se volvieron socios con Dios en el acto de la recreación continua.

La palabra “creó” en hebreo (bará) está estrechamente relacionada con la palabra para “saludable” (barí), clarificando la idea de que al crear continuamente el universo, Dios cura sus heridas (11). Percibir la recreación continua es traer el poder Divino de curación a nuestro ser, tanto a los judíos como a los no judíos, curándonos y dándonos el poder de curar a los demás. Por cierto, fue Abraham (12), la encarnación misma del poder del amor, el primero que curó a otros a través de su plegaria a Dios. (13)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *