De los cincuenta portales del entendimiento, un ser humano sólo puede alcanzar cuarenta y nueve, como nos enseñan los sabios: “Cincuenta portales del entendimiento se han creado en el mundo y todos ellos fueron transmitidos a Moisés, excepto uno, como está dicho: ‘Le faltó un poco de Dios.’” Refiriéndose al quincuagésimo portal del entendimiento, Dios le dijo a Moisés: “no podrás ver mi rostro, porque ningún ser humano puede verme y vivir.”
Los cuarenta y nueve portales que revelan el control de Dios sobre el mundo se manifiestan en nuestro conocimiento de Dios a través de nuestro intelecto humano. Sin embargo, el conocimiento intelectual de Dios es como conocer a Dios desde su “espalda”, como se le dijo a Moisés: “Tú verás mis espaldas.” Pero el quincuagésimo portal del entendimiento, el conocimiento de Dios desde Su “cara”, de lo que está dicho: “Mi rostro no se verá,” está por encima de todos los poderes de nuestro intelecto. Conocer la “cara” de Dios es un conocimiento más profundo que deriva de nuestra esencia vital.
Los cuarenta y nueve portales del entendimiento que se pueden alcanzar por el intelecto corresponden a los cuarenta y nueve días de la cuenta del Omer. Durante la Cuenta del Omer adquirimos más y más portales de entendimiento, que elevan y refinan los siete atributos de nuestro corazón -siete veces siete. Estos siete atributos incluyen todo el mundo de nuestras emociones y nuestro comportamiento que nuestras mentes deben controlar. Pero después de la consecución de estos cuarenta y nueve portales se llega a la entrada del inalcanzable portal cincuenta. Este es el portal que no se nos permite entrar y Moisés, “el maestro de todos los profetas” no llegó a tener el mérito de entrar en su vida.
No obstante, la dimensión interior de la Torá explica que el portal cincuenta nos fue revelado a nosotros en el momento de la entrega de la Torá, cuando fue revelado a Moisés, y a través de él a todo el pueblo judío. Del mismo modo, la luz de ese portal cincuenta ilumina al mundo cada año en Shavuot, el Tiempo de la Entrega de nuestra Torá. Durante el período mientras contamos el Omer, sólo contamos cuarenta y nueve días, pero el día cincuenta también participa en el conteo, según lo indicado por el precepto: “contaréis cincuenta días.” Aunque sólo contamos cuarenta y nueve días en la práctica, el cincuenta se cuenta por sí mismo.
En lo profundo del corazón
¿Esto significa que el portal cincuenta se puede alcanzar o no? Jasidut explica que aunque nuestras facultades intelectuales normales no pueden alcanzarlo, puede ser detectado e incorporado en el punto interior del corazón. Esto significa que aunque las manifestaciones exteriores del corazón (los atributos emotivos) se encuentran por debajo de las facultades intelectuales del alma, y por lo tanto, “la mente [puede y debe] controlar el corazón,” el punto más interno del corazón está por encima de nuestra inteligencia y usualmente no somos conscientes de ello. Sólo en momentos especiales en la vida uno puede sentir el delicado pulso del portal cincuenta del entendimiento.
Los primeros cuarenta y nueve portales del entendimiento son alcanzables a través de la meditación concentrada y la contemplación de Dios. Este es el servicio por el cual refinamos la manifestación externa de nuestros atributos emotivos durante la cuenta del Omer. Pero cuando este servicio llegua a su culminación, me doy cuenta de que después de todo lo que he logrado a través de mi propio intelecto y entendimiento, en realidad no sé nada en absoluto. Entonces, el punto interior del corazón, el portal cincuenta de repente centella en nuestra conciencia.
Esta revelación ya no depende de nuestro servicio, sino que es un don de lo Alto, que puede ser alcanzado sólo después de una larga subida de la montaña. Después de haber contado cuarenta y nueve días, el Todopoderoso mismo cuenta el día cincuenta y nos lega el don de la Torá: “Moisés se regocija en su don heredado.”
Moisés – el ojo de la mente en el corazón
A través de la conexión con tres justos cuyas personalidades iluminan la festividad de Shavuot en particular, obtendremos una idea de los tipos de servicio de Dios que nos permiten percibir el punto interior del corazón donde se oculta el portal cincuenta.
Primero y ante todo Moisés, nuestro Maestro. “Moisés recibió la Torá en el Sinaí”, y es imposible imaginar la Entrega de la Torá sin Moisés figurando en el punto central; Moisés nos ordenó la Torá. Moisés personifica la sabiduría del pueblo judío. Subió la escalera del conocimiento de Dios, mereció la profecía a través de “una lente clara”, y en su mérito la infinita sabiduría de la Torá está ahora disponible para cada alma judía. Todo esto se logra a través de su temor y su desinterés total (la experiencia interna de la sabiduría), “Si no hay temor no hay sabiduría.” Sin embargo, el Zohar describe un diálogo entre el alma de Moisés y el alma de Rabí Shimón Bar Iojai en el que Moisés se queja de que no se dio cuenta del privilegio de ver la gloria de Dios: “Porque no Me verá el hombre y vivirá” y Rashbi responde “en el ojo de la mente de tu corazón has visto todo.” Aunque el ojo normal del intelecto es incapaz de visualizar la gloria de Dios, el punto interior del corazón de Moisés ciertamente sí la vio, ¡e incluso el portal cincuenta del entendimiento! La consecución de este nivel es una tarea intelectualmente exigente. Primero hay que escuchar mucho antes de que uno merezca la visión interior del ojo oculto, “El ojo de la mente del corazón.”
Por lo tanto, de Moisés aprendemos el atributo del temor y el servicio de la meditación, a través del cual podemos aspirar a “conocer al Dios de vuestros padres y servirLe” y aprender acerca de Dios y sus caminos.
David – la llamada del corazón
La segunda figura es el rey David, que nació y falleció en la festividad de Shavuot y por eso en esta festividad leemos en su honor la Meguilat Rut, el relato de la genealogía de David. En general el rey David alcanzó el punto interior de su corazón derramando su alma en la oración y, más concretamente, a través de las oraciones y súplicas que él nos legó en el Libro de los Salmos.
Por encima de todo, David reveló el nivel más alto del punto interior del corazón a través de su servicio de teshuvá (arrepentimiento). Después de caer y reconocer su pecado, clamó a Dios desde el fondo de su corazón; amargado, suplicó a Dios y exclamó su plegaria: “Créame un corazón puro, Dios, y renueva un espíritu correcto dentro de mí. No me eches de delante de Ti y Tu espíritu Divino no retires de mí.” Desde el fondo de su corazón quebrado, llorando, David revela el extraordinario poder del arrepentimiento, y así preparó el camino para que todos y cada uno de nosotros podamos volver a Dios con teshuvá sincera. La lección que aprendemos de la teshuvá del Rey David es que, si se puede romper algo, entonces es posible repararlo. En el Zohar, la teshuvá se asocia con la sefirá de entendimiento, y desde aquí nos damos cuenta de que el nivel más profundo de la teshuvá toca en el portal cincuenta del entendimiento.
A través de la oración sincera, “desde las profundidades del hombre y desde un corazón profundo”, y a través de nuestro servicio de teshuvá de la que nadie está exento, todos y cada uno de nosotros somos capaces de identificarnos con el rey David en algún nivel.
El Baal Shem Tov – la fe en el corazón
Nuestra tercera figura es el Baal Shem Tov, el fundador del movimiento jasídico, quien también falleció en Shavuot.
El Baal Shem Tov le dijo a sus discípulos que su alma fue enviada a este mundo para despertar al pueblo judío desde el profundo sueño del exilio. Un método seguro para despertar de su sueño a una persona dormida es susurrarle su nombre al oído, y así también, el Todopoderoso le susurró “Israel” en los oídos de todo el pueblo judío cuando envió al mundo el alma pura de Rabi Israel Baal Shem Tov. El Baal Shem Tov reveló cuánto está conectado a Dios cada individuo judío en cualquier circunstancia, no sólo cuando se eleva por la escalera en búsqueda de nuevos niveles Divinos de visión espiritual, como Moisés, y no sólo cuando clama y vuelve a Dios como el rey David, porque cada judío manifiesta una unión con Dios que no cambia, ya que “el pueblo judío y el Todopoderoso son uno.”
Fortalecidos por las enseñanzas de la Torá del Baal Shem Tov, podemos revelar nuestra “esencia judía”; ese punto vital de nuestras almas que siempre está conectado a la esencia de Dios, del que dice el versículo: “Yo estoy dormido [en el exilio], pero mi corazón está despierto.” En el momento en que logramos hacer contacto con ese punto de nuestras almas, toda nuestra persona se despierta a Dios. En particular, ese punto revela el poder de la fe que está por encima de la mente. La fe es el legado del judío simple al igual que es la herencia de los grandes justos, y es el punto en el que se pone de manifiesto que “Tu pueblo son todos justos.” La fe es la corona súper consciente del alma que cada judío tiene sobre su cabeza, por encima de todos los poderes conscientes de su alma. La corona de la fe llega hasta tocar las profundidades insondables del portal cincuenta del entendimiento.
En Shavuot podemos identificarnos con la sabiduría de Moisés y con su temor a Dios, con la oración del rey David y con su teshuvá, y con la fe simple del pueblo judío y la esencia del alma judía que el Baal Shem Tov reveló. De esta manera, también nosotros tenemos el privilegio de experimentar una chispa del portal cincuenta del entendimiento que nos merecíamos en la entrega de la Torá, ese mismo portal que nos será revelado completamente en los días del Mashíaj, rápidamente y en nuestros días. Amén.
Gracias!