*JUDAÍSMO PARA TODOS*
*📖 CABALÁ Y JASIDUT*
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🗓*DOMINGO 6 TISHREI 5785 – 28 SEPTIEMBRE 2025*
🕘*18:00 HORAS DE ARGENTINA*
🕘 *24:00 HORAS DE ISRAEL
*📖Con el Rabino Jaim Frim*
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La Parashat Haazinu, que se lee en el Shabat antes de Iom Kipur es una de las más singulares de toda la Torá. No es una narrativa ni un conjunto de leyes, sino una Shirá, un cántico poético. Desde la perspectiva jasídica, esta forma no es accidental; es la clave de todo su significado. La pregunta fundamental que aborda el Jasidut sobre Haazinu es: ¿Por qué Moshé concluye su liderazgo de 120 años, y casi la totalidad de la Torá, con un cántico?
Veámoslo juntos en un momento
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💦 “Mi camoja Av HaRajamim” – ¿Quién como Tú, Padre de las misericordias?
Cuando alguien te hiere y después viene a reconciliarse, intentas perdonarlo. Pero si lo hace tres veces al día… ya no resulta gracioso 😤
Sin embargo, Hashem no es así. Él es “Janún hamarbe lisloaj” – “clemente, que multiplica el perdón”. Tres veces al día pedimos: “Selaj lanu” – “Perdónanos”, y Él nos perdona en el acto.
📖 Una de las adiciones en la tefilá de los Diez Días de Teshuvá es:
“Mi camoja Av HaRajamán, zojer ietzurav berajamim lejaim” –
“¿Quién como Tú, Padre misericordioso, que recuerda a Sus criaturas con misericordia para la vida?”.
👈🏻 Generalmente se dice así. Pero en algunos nusajim (ritos), en Musaf y Minjá de Shabat, se cambia y se dice:
“Mi camoja Av HaRajamim” – “Padre de las misericordias”.
🤔 ¿Cuál es la diferencia?
Jasidut explica que “Av HaRajamán” alude a una compasión normal: como un padre compasivo cuyo hijo lo apacigua y él lo perdona.
Pero “Av HaRajamim” es algo completamente distinto:
no son misericordias comunes, sino “rajamim rabim” – misericordias inmensas, más allá de toda lógica. A veces, incluso nosotros mismos no entendemos por qué merecemos misericordia en determinada situación…
💓 Cuando esas misericordias se despiertan, no importa cuánto hayas pecado: Hashem te perdona, se apiada de ti y desea estar en relación contigo.
Y no solo en los Diez Días de Teshuvá.
Por eso rezamos cada día en la bendición Ahavat Olam:
“Berajameja harabim rajem aleinu” –
“Con Tus grandes misericordias, compadécete de nosotros”.
Le pedimos a Hashem con nostalgia y súplica:
¡Ten piedad de nosotros con Tus misericordias infinitas, capaces de curar toda herida, saltar sobre toda brecha y acercar cualquier lejanía!
❤️🔥 Que merezcamos despertar las misericordias de Hashem sobre nosotros, y encontrarlo en estos días muy, muy cerca de nosotros.
🌟 “Sorbitos de luz” 👇🏼
Rashi
Dijo Moshé: “Yo advierto contra ellos a los cielos y a la tierra. Ustedes serán testigos de que lo que les he dicho a los hijos de Israel —que acepten el pacto—, ustedes mismos serán los testigos de esta palabra”. Y así también está escrito: “Y que escuche la tierra las palabras de mi boca”.
¿Por qué hizo testigos a los cielos y a la tierra?
Dijo Moshé: “Yo soy de carne y hueso, mañana moriré. Y si Israel llegara a decir: ‘No aceptamos sobre nosotros el pacto’, ¿quién vendrá y los desmentirá?”. Por eso, puso como testigos a los cielos y a la tierra, que son testigos que permanecen para siempre.
Además: si Israel tiene mérito, los testigos vendrán y darán su recompensa: la vid dará su fruto, la tierra dará su cosecha y los cielos darán su rocío.
Pero si —Dios no lo quiera— llegan a ser culpables, los testigos mismos serán los primeros en castigarlos, como está dicho (arriba, Devarim 11): “Y cerrará Él los cielos, y no habrá lluvia, y la tierra no dará su cosecha”; y más adelante: “Y perecerán rápidamente” por medio de los idólatras.
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La enseñanza en cuanto al servicio a Di-s es la siguiente:
“El cielo y la tierra” — se aplica tanto al que se dedica al estudio de la Torá (yoshev ohel – “el que habita en la tienda”) como al que se ocupa en asuntos materiales (baal esek – “el que está en negocios”).
Y necesita haber en ambos una inclusión de dos opuestos:
El yoshev ohel debe saber que no basta con decir: “Mi tarea es estudiar Torá, y no tengo obligación de cumplir las mitzvot prácticas”. Al contrario, también él debe estar en un lugar donde se cumplan mitzvot en la acción real.
Y el baal esek debe saber que no basta con hacer mitzvot en la práctica, sino que también necesita tener tiempos fijos para estudiar Torá todos los días, por la mañana y por la tarde.
Asimismo, en cada mitzvá particular, la persona necesita cumplir tanto con la acción como con la intención: el acto de la mitzvá con el cuerpo, y junto a ello, la concentración del alma (kavaná). Pues una mitzvá sin intención es como un cuerpo sin alma.
Más aún: la persona debe tener dos aspectos: ser “un trabajador con su alma” y “un trabajador con su cuerpo”.
Un oved Hashem con su alma — su servicio está del lado espiritual, con iluminación y sentimiento del corazón.
Un oved Hashem con su cuerpo — su servicio consiste en someter la materialidad, luchando con el cuerpo y con el alma animal, transformándolos para que se conviertan en un receptáculo para la luz del alma divina.
(Y esto está tomado de una Sijá del Rebe, Shabat Teshuvá, 5711).
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La Parashat Haazinu, que se lee en el Shabat entre Yom Kipur y Sucot (Shabat Shuvá o el siguiente), es una de las más singulares de toda la Torá. No es una narrativa ni un conjunto de leyes, sino una Shirá, un cántico poético.
Desde la perspectiva jasídica, esta forma no es accidental; es la clave de todo su significado.
Parashat Haazinu: El Cántico del Alma
La pregunta fundamental que aborda el Jasidut sobre Haazinu es: ¿Por qué Moshé concluye su liderazgo de 120 años, y casi la totalidad de la Torá, con un cántico?
La respuesta es que un cántico opera en un nivel completamente diferente al de la prosa o el intelecto. Un mandamiento se entiende, una historia se aprende, pero un cántico se siente. Penetra directamente en el alma, en el נֶפֶשׁ (Nefesh), el רוּחַ (Ruaj) y la נְשָׁמָה (Neshamá).
El Pensamiento Jasídico Central: El Cántico como Testigo Interior
Moshé necesita establecer “testigos” eternos del pacto entre Dios e Israel. Llama al Cielo y a la Tierra, pero el testigo más poderoso que establece es el propio cántico. Dios le dice a Moshé: “Y ahora, escriban para ustedes este cántico… para que este cántico sea para Mí un testigo”.
El Jasidut explica que este cántico no es solo un texto externo; se convierte en el “cántico del ADN espiritual judío”. Es una melodía existencial grabada en la esencia de cada alma judía. Incluso si una persona se aleja, peca y olvida el significado intelectual de la Torá, este cántico interior nunca se olvida por completo. Permanece latente, esperando ser despertado.
Cielo y Tierra: El Testimonio del Alma y el Cuerpo
El cántico comienza con el llamado: “¡Escuchad, Cielos, y hablaré! ¡Y oiga la Tierra los dichos de mi boca!”.
- Cielo (Shamaim): En la mística judía, representa la dimensión espiritual, el alma, la conciencia, la inspiración que viene de arriba.
- Tierra (Aretz): Representa la dimensión física, el cuerpo, nuestras acciones en el mundo, el despertar que viene desde abajo.
Moshé no solo habla a las esferas celestiales y al mundo físico. Le está hablando a la totalidad de nuestro ser: “¡Oh, alma mía (Cielo), escucha! ¡Oh, cuerpo mío (Tierra), oye!”. El cántico une estas dos realidades. Enseña que no puede haber una desconexión entre nuestra fe y nuestras acciones. Lo que creemos en nuestro “cielo” interior debe manifestarse en nuestra “tierra” cotidiana.
El Ciclo Eterno del Alma: Caída y Redención
El cántico de Haazinu describe un ciclo que no es solo la historia del pueblo de Israel, sino el viaje psicológico de cada alma individual:
- La Cercanía con Dios: “Él lo encontró en una tierra desértica… lo rodeó, lo instruyó, lo protegió como a la niña de Su ojo”. Describe la intimidad y el cuidado Divino inicial.
- La Complacencia y el Olvido: “Y Ieshurún engordó y pateó… abandonó a Dios que lo hizo”. Este es el peligro de la comodidad material y espiritual. Cuando nos sentimos autosuficientes, olvidamos la Fuente de nuestra vitalidad.
- El Ocultamiento Divino (Hester Panim): Como consecuencia, Dios “oculta Su rostro”. En términos personales, esto es el sentimiento de vacío, de sequedad espiritual, cuando parece que nuestras plegarias no son escuchadas y hemos perdido la conexión.
- El Despertar y el Retorno (Teshuvá): En lo más profundo de la crisis, surge el reconocimiento de la verdadera causa del sufrimiento. Este es el despertar que inicia el retorno.
- La Redención Incondicional: El cántico concluye con la promesa de que, en última instancia, el vínculo de Dios con Su pueblo es eterno e incondicional. La redención no se basa en nuestros méritos, sino en Su esencia.
La Conexión con las Fiestas
Leer Haazinu entre Yom Kipur y Sucot es un puente perfecto:
- Acabamos de salir de Yom Kipur, el día en que nuestra alma se purifica y vuelve a su estado esencialmente puro. El cántico de Haazinu es el “sello” de esta pureza, recordándonos nuestra verdadera identidad y dándonos la hoja de ruta para el año.
- Nos dirigimos hacia Sucot, la “época de nuestra alegría”. El cántico, que termina con una nota de redención y alegría, nos prepara para entrar en la Sucá, que simboliza el abrazo protector y amoroso de Dios.
En esencia, Haazinu es el regalo final de Moshé: una canción eterna en el corazón de cada judío que nos asegura que, sin importar cuán lejos nos desviemos, la melodía de nuestro origen nunca se borra y el camino de regreso a casa siempre está abierto.
Enseñanzas del Rebe
Escuchar al “niño que sopla”
Todo judío que se encuentra en el exilio —ya sea que sopla el shofar en Babilonia, o incluso si no puede soplar en Babilonia—, su situación se encuentra en la categoría del “niño que sopla”: aquel que todavía no está en condiciones de comprender, pero que se encuentra en el estado de la redención verdadera y completa, que vendrá por medio de nuestro justo Mashíaj, pronto en nuestros días, aun mientras estamos en el exilio.
Y dado que el judío es, en esencia, un judío verdadero, entonces es seguro que se despertará en él la chispa interior que pertenece al nivel del “shofar” —un despertar que anuncia la salida del exilio—.
📌 Fuente: Sijá del Rebe, 5 de Tamuz 5730, de “Likutei Sijot”.
Deber de ocuparse en la difusión de las fuentes
Cada uno y cada una del pueblo de Israel debe creer y esperar la llegada de nuestro justo Mashíaj con inmediatez. Y la preparación adecuada para ello es —la difusión de las “fuentes” de la Torá Jasídica hacia el exterior, hasta que incluso las “plazas” se llenen con el conocimiento de Hashem.
Y aunque uno pueda pensar: “¿Qué valor tiene mi esfuerzo personal en comparación con la magnitud de la tarea?”, debe saber que incluso un pequeño acto puede inclinar la balanza para traer la redención.
Así, cada palabra de Torá difundida, cada mitzvá realizada y cada chispa revelada puede ser la acción que termine de inclinar la balanza y logre la redención verdadera y completa, con la llegada de nuestro justo Mashíaj, pronto en nuestros días.
(Likutei Sijot, vol. 7, p. 227)
Todo comienza con la Torá
Ya que la redención debe abarcar a todo el mundo, y el mundo entero debe estar enfocado en la Torá —se entiende que todo comienza con la Torá.
El estudio de la Torá y la conexión con ella es lo que hace al mundo apto para la redención.
Por eso, el comienzo de toda la labor de redención debe ser el fortalecimiento del estudio de la Torá, tanto en cantidad como en calidad, en cada judío y en cada judía.
Y de manera especial, el estudio de la parte interior de la Torá —la Jasidut—, que prepara a la persona y al mundo entero para recibir la luz de la redención.
📌 Fuente: Sijá del Rebe, Parashat Haazinu 5750.
Rebe y guer Parashá Vaielej
וילך תשלה-וגרך אשר בשעריך
“Y tu forastero que está en tus puertas”
En la parashá Vaielej encontramos nuevamente la mitzvá de Hakhel:
“Reúnan al pueblo: hombres, mujeres, niños y tu forastero que está en tus puertas, para que escuchen y para que aprendan, y teman a Hashem vuestro Di-s, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta Torá” (Devarim 31:12).
La mitzvá de Hakhel contiene un detalle llamativo: también los niños pequeños debían ser traídos al Beit Hamikdash para escuchar las palabras del rey cuando leía la Torá. El Talmud pregunta: “¿Para qué vienen los niños?” y responde: “Para dar recompensa a quienes los traen” (Jagigá 3a).
Pero si esa es la única razón, ¿por qué la Torá los menciona explícitamente? Podría haber ordenado reunir sólo a los adultos, y de manera natural los padres habrían llevado también a sus hijos pequeños. El hecho de que la Torá detalle “hombres, mujeres, niños” enseña que hay un propósito más profundo: incluso el niño en su inocencia debe estar presente en este gran acto de fortalecimiento de la fe y el compromiso con la Torá.
Lo mismo ocurre con “tu forastero que está en tus puertas”. Aun cuando no sea parte integral del pueblo, también él está llamado a participar, a escuchar y a aprender. La Torá abre las puertas de Hakhel a todo aquel que esté bajo la influencia del pueblo judío, incluso si es extranjero, ger, para que también él reciba inspiración.
El hecho de que la Torá incluya al ger asher bish’areja —“el forastero que está en tus puertas”— junto con el pueblo de Israel, ilumina un aspecto central de la mitzvá de Hakhel: no se trata sólo de un acto interno, de reforzar el pacto entre Israel y la Torá, sino también de una declaración universal.
El Beit Hamikdash, lugar donde se realizaba Hakhel, es llamado “una casa de oración para todos los pueblos” (Ieshayahu 56:7). El rey de Israel, al leer la Torá delante de todos, proclamaba la soberanía de Hashem sobre el mundo entero, y esto debía ser escuchado tanto por judíos como por quienes vivían bajo su influencia.
Esto anticipa la visión mesiánica en la que “todas las naciones acudirán a Jerusalén… porque de Tzión saldrá la Torá y la palabra de Hashem desde Jerusalén” (Yeshayahu 2:3). La mitzvá de Hakhel no era únicamente un acto educativo para Israel, sino un anticipo del rol del pueblo judío como “luz para las naciones”.
De aquí también se entiende la mención especial de los niños: incluso quienes todavía no comprenden racionalmente, participan del pacto. La conexión con Hashem trasciende el intelecto; es parte de la esencia del alma. Así, Hakhel reúne a todos —grandes y pequeños, judíos y forasteros— en un mismo acto de aceptación de la soberanía divina.
La dimensión jasídica de Hakhel profundiza aún más este mensaje. El Rebe de Lubavitch explicó que cada detalle en la Torá tiene una aplicación espiritual en la vida del judío. Así, Hakhel no es solamente un evento histórico que ocurría cada siete años en el Beit Hamikdash, sino una fuerza viva que debe inspirar a cada generación.
En la práctica, Hakhel significa reunir a las personas para fortalecer la Torá y la fe. No se trata únicamente de una gran asamblea nacional, sino también de encuentros en pequeña escala: en la familia, en la comunidad, en cualquier lugar donde judíos se reúnan para escuchar palabras de Torá y reforzar el temor a Hashem.
La inclusión del “forastero que está en tus puertas” enseña que la influencia del judío no se limita a su círculo interno. Así como en Hakhel incluso el extraño debía estar presente, así también en nuestros días, cada acto de Hakhel debe irradiar hacia el entorno, alcanzando a quienes, aunque no sean parte plena del pueblo judío, viven bajo su influencia.
De este modo, el judío cumple con su misión de ser “un reino de sacerdotes y una nación santa” (Shemot 19:6), sirviendo de ejemplo y fuente de inspiración espiritual para toda la humanidad.
En este contexto, se entiende por qué el versículo recalca tanto los diferentes grupos: “hombres, mujeres, niños y tu forastero que está en tus puertas”. La mitzvá de Hakhel no es parcial, sino total: abarca a toda la realidad.
- Hombres: representan la dimensión del estudio y la comprensión intelectual de la Torá.
- Mujeres: simbolizan la fe profunda y la transmisión a la próxima generación.
- Niños: manifiestan la conexión esencial, anterior al entendimiento.
- El forastero en tus puertas: refleja la influencia que Israel debe tener en su entorno.
Todos estos aspectos juntos constituyen la plenitud de Hakhel: una reunión que eleva no sólo al pueblo judío en su totalidad, sino también a quienes están en contacto con él.
El Rebe enseñó que el año de Hakhel (como lo es este) otorga una energía especial para reunir y fortalecer en Torá y mitzvot. Cada judío puede y debe transformarse en un “rey” en miniatura, que influye e inspira a su alrededor. Así se cumple hoy, en la práctica, el mandamiento de Hakhel, preparándonos para el gran Hakhel mesiánico, cuando se revele el Rey Mashíaj y reúna a todo el pueblo en el Beit Hamikdash reconstruido.
El Rambam concluye sus Hiljot Jaguigá con la mitzvá de Hakhel y escribe que el rey debía leer secciones de la Torá “para fortalecer la religión verdadera”. Luego agrega: “Y cada uno debe prepararse y dirigir su corazón, y escuchar con temor y con alegría reverente, como el día en que fue entregada en el Sinaí. El rey es el emisario para hacer oír las palabras de Di-s”.
Esto significa que Hakhel es una repetición y renovación de la entrega de la Torá en el Monte Sinaí. Así como en Sinaí estaban presentes todos —hombres, mujeres, niños, y hasta las almas de las generaciones futuras—, del mismo modo Hakhel reúne a todos, incluyendo al forastero.
Por eso, cada encuentro de Hakhel en nuestros días debe vivirse con la misma conciencia: no es simplemente una reunión comunitaria, sino un eco del Sinaí. Cuando un judío reúne a otros para fortalecer la Torá, se despierta en ese momento una chispa de la revelación del Sinaí, y todos los presentes se renuevan en su aceptación de la soberanía de Hashem.
De esta manera, el Hakhel terrenal se conecta con el Hakhel celestial, donde las almas y los ángeles se reúnen constantemente para escuchar la palabra de Hashem.
El Midrash explica que en el futuro, en la época mesiánica, se cumplirá plenamente la visión de Hakhel. Entonces no sólo el pueblo de Israel se reunirá, sino que también todas las naciones acudirán a Jerusalén para escuchar la palabra de Hashem.
La inclusión del “forastero que está en tus puertas” en la mitzvá de Hakhel es, por lo tanto, un anticipo de esta realidad futura. Incluso hoy, cuando un judío realiza un acto de Hakhel, está sembrando la semilla de esa reunión universal.
Por eso, el Rebe insistía en que cada uno se convierta en un “mensajero de Hakhel”, organizando encuentros, grandes o pequeños, en los que se estudie Torá, se refuercen las mitzvot y se hable del temor a Hashem. Cada reunión de este tipo acerca un paso más la realización de la visión profética: “Y será en el fin de los días, que el monte de la casa de Hashem será establecido en la cima de los montes, y correrán hacia él todas las naciones” (Mijá 4:1).
De este modo, el mandamiento de Hakhel trasciende su marco original de cada siete años, y se convierte en una misión permanente: reunir, unir e inspirar, hasta que se cumpla la promesa de la redención completa con la llegada del Mashíaj.
El Rebe explicó además que Hakhel no es solamente un mandato colectivo, sino también una experiencia personal e interior. Cada judío debe realizar dentro de sí mismo un Hakhel: reunir todas las facultades de su alma —intelecto, emociones y acciones— para orientarlas hacia el servicio de Hashem.
Así como en Hakhel físico se congregaban diferentes tipos de personas, en el Hakhel interior se unen las distintas dimensiones del ser humano:
- El intelecto (moaj) escucha y comprende la Torá.
- El corazón (lev) se despierta en amor y temor a Hashem.
- Las acciones (maasé) se alinean con la voluntad divina.
De esta manera, la persona se transforma en un pequeño Beit Hamikdash, donde toda su existencia proclama la soberanía de Hashem.
Y tal como el Hakhel nacional incluía también al “forastero en tus puertas”, en el Hakhel interior la persona debe integrar incluso aquellas partes de sí mismo que parecen externas o alejadas: sus pensamientos dispersos, sus deseos extraños. Todo debe ser reunido y consagrado al servicio divino.




