¿Quién no quiere ser joven por siempre? A muchas personas no les gusta que un rostro anciano les devuelva la mirada en el espejo. Luchan contra sus arrugas y sus canas y sueñan con la fuente de la eterna juventud. Abraham, sin embargo, nos enseña mucho sobre la juventud y la vejez.
Abraham es el primer anciano de la historia. Es cierto que muchas personas vivieron vidas muy largas antes que él, pero el adjetivo “viejo” aparece primero en la Torá con respecto a Abraham: “Y Abraham era viejo, venido en días”. Los sabios dicen que, hasta Abraham, no hubo tal cosa como ser anciano. El envejecimiento no cambiaba la apariencia de uno. “Hasta Abraham, no había vejez, y una persona que quería hablar con Abraham, hablaba con Itzjak (que era idéntico a Abraham). Abraham vino y pidió misericordia y hubo envejecimiento”.
Hay algo bueno en poder discernir las diferencias en las edades y en el estatus de una “edad de oro”. La vejez permite relacionarse con la experiencia vital de una persona, con la sabiduría que da el haber visto y experimentado los altibajos de la vida. La vejez atrae respeto, que sin duda merece, “Y honrarás el rostro del anciano”.
La buena vejez
En hebreo, hay dos palabras para vejez: Zikná y seivá. Literalmente, seivá significa “pelo blanco”. Seivá aparece por primera vez en la Torá con respecto a Abraham: “Serás sepultado en buena vejez (seivá)”. De hecho, ¡el valor numérico de Abraham Avinu es igual a seivá!
Abraham fue llamado “viejo” y teniendo “seivá” a una edad avanzada. Sin embargo, la mishná en Pirkei Avot dice: “Sesenta años para zikná, setenta años para seivá”. A la edad de setenta años, completamos tanto zikná como seivá. No hay razón para sentirse avergonzado por el cabello blanco y desde luego, no por una barba blanca. “Rabí Shimon Bar Iojai dice: “Belleza y fuerza, riqueza y honor, sabiduría y zikná y seivá e hijos es apropiado para los tzadikim y apropiado para el mundo”. Seivá, cabello blanco, es como una corona en la cabeza. La corona, sin embargo, tiene un aspecto lamentable en la cabeza de alguien que está preocupado por lo absurdo y que intenta desesperadamente recuperar su juventud. Es apropiada solo para la persona mayor que ha adquirido sabiduría y buenas obras. “La cabeza canosa es una corona de gloria, se encuentra en el camino de la justicia”. El Malbim en este versículo explica: “Pero esta corona solo se encontrará en el camino de la justicia, porque todos aquéllos que añadieron días incorporaron mitzvot y buenas obras”.
En un nivel más profundo, los primeros setenta años de nuestra vida son el período de las emociones. Los setenta años son paralelos a los siete atributos del corazón (representados por las siete sefirot desde bondad hasta reinado). Al comienzo de la octava década, una persona está madura para pasar del mundo de las emociones al mundo del intelecto, que está menos influenciado por las emociones tormentosas. Las emociones son coloridas, turbulentas y vivas. El intelecto puro, por el contrario, se asemeja más al blanco y negro. Así, cuando las canas conquistan nuestras cabezas, apunta a esta etapa de la vida en blanco y negro.
El rocío de la juventud
A menudo, el concepto de vejez se asocia con pesadez e inflexibilidad. Nada parece nuevo y no parece haber ninguna razón para apresurarse.
Hay, sin embargo, un lado adicional y complementario de Abraham. Incluso cuando era viejo, siempre fue rápido. En la maravillosa descripción de cómo Abraham recibió a sus angelicales invitados, la Torá dice: “Y Abraham corrió… Y Abraham se apresuró”. Y en la atadura de Itzjak, “Y Abraham se levantó temprano en la mañana”. El nombre אברהם se puede permutar a בא מהר “vino rápido”. Esta rapidez, sin embargo, no es casualidad, sino una diligencia sin igual: “Los prestos son los primeros en hacer mitzvot” (una regla en la ley judía que aprendemos de Abraham).
Los jasidim dicen que no existe tal cosa como un jasid viejo. Tan pronto como envejece en su forma de pensar, ya no es un jasid, sino un anciano. Una persona de edad avanzada como Abraham siempre será joven. En el capítulo de los Salmos dedicado a Abraham está escrito “para ti es el rocío de tu juventud”. Abraham que tiene tanto zikná como seivá permanece eternamente joven, nunca se queda anticuado. Aunque es de edad avanzada y está asentado, logra conservar el rocío fresco de la juventud, un niño viejo que siempre está vigoroso.
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