La percepción de la absoluta realidad de Di-s y la tenue naturaleza de la creación, hace que la persona desarrolle un saludable desdén por todo lo que se oponga a este conocimiento. Todo lo que desafíe la existencia de Di-s, requiriendo nuestra atencion o respeto por si mismo se vuelve, concientemente o no, un enemigo de la verdad. Aquel que percibe la verdadera naturaleza de la realidad buscará tanto elaborar cómo evitar tales entidades. Ciertamente, la maldad (y el pecado) debe ser definida como todo aquello (o todo acto) que se opone a la percepción de la existencia de Di-s y Su voluntad por parte del hombre.
Una persona que lleva grabada debidamente en si misma la perfección de la existencia de Di-s, ha de valorar los elementos que integran su vida en términos de hasta qué punto armonizan o no con esta verdad. Y el primer elemento de su vida que deberá estar sujeto a este escrutinio es su propia conducta. ¿Vive su vida amando, temiendo, respetando, etc. a Di-s, o a un panteón completo de pequeñas deidades?
Cada uno sabe en cierta medida que posee un alma animal, un bagaje básico de urgencias y conductas egoístas. Aunque generalmente nos guste identificanos a nosotros mismos con causas más elevadas que ésta, la verdad es que la mayoría del tiempo nos identificamos con este alma; consideramos como nuestras su perspectiva, forma de pensamiento y aspiraciones.
Por consiguiente, contemplar la grandeza de Di-s luego de llevar a la persona a la apreciación de su propia insignificancia, favorece que llegue al reconocimiento de su propia imperfección y bajeza. Una vez que la persona comprendió esto, su conclusión chocante pero lógica debe ser que, al contrario de su sentimiento original de que es una víctima inocente de alguna circunstancia o fuerza malévola, ya no es sorprendente que en realidad esté plagado de cualquier cantidad y clase de problemas. A pesar de que pueda cubrirlo con una fachada de decoro, de hecho no es menos animal que cualquiera, e incluso las chances son bastante elevadas de que el sea más depravado que muchos. Entonces, ¿qué derecho tiene a merecer alguna cosa?
Este entendimiento lleva a propinarle el primer golpe al ego, junto al espectro completo de sus ansiedades. El individuo ya no siente que merece algo, por lo que el tener menos de lo que amerita no le puede causar ningún problema. Ya nada podrá pretender coercionar su inflada autoimagen ahora debilitada. Por el contrario, el conocimiento de su propia bajeza le hace entender que debe estar propenso a todo tipo de complejos y desórdenes psicológicos. Ahora comprende que el lado oscuro de su personalidad domina su conciencia, y actúa naturalmente como un magneto para todo malestar físico o psicológico imaginable.
Entonces, si hay algo positivo en su vida, sólo puede ser una bondad inmerecida que Di-s tuvo para con él. Su respuesta a este acto de gracia Divina será una inmensa alegría y un fluir de agradecimiento a Di-s. Mientras que una persona egocéntrica siempre considera insuficiente lo bueno que tiene en su vida, lo que en consecuencia es motivo de lamentación, la persona humilde considera que lo bueno que recibió está por encima y más allá de lo que merece y por lo tanto es causa de alegría y gratitud consumada. De hecho, cuanto más simple se siente la persona, más indigno se va a sentir de merecer la benevolencia de Di-s, y más feliz va a estar con lo que El le pueda dar. La felicidad de la persona es proporcional a su sentimiento de no merecer. Incumbe pues a la persona examinar sus propios errores a la luz de todo esto, bajo el mayor candor y detalle.
Bajo esta luz, la persona humilde va a ser capaz de considerar bueno lo que pudiera sucederle, de momento que todo proviene de Di-s y todo lo que hace Di-s es bueno, simplemente porque tal es su naturaleza.Esta negativa a relacionarse con el ego y los problemas que presenta con todo el respeto que presume demandar, es claramente un acto de silenciar el ruido interno con el que trata de monopolizar la atención del individuo. La negación del ego requerido por este proceso es un acto de sumisión, la persona debe humillarse ante la suprema realidad de Di-s..