La cabalá y el jasidismo consumen gran cantidad de tiempo y esfuerzo en describir nuestra inclinación negativa (ietzer hará) y en dar consejo para aprender a dominarlo.
En la terminología del jasidismo, la mala inclinación es denominada usualmente alma animal (nefesh behemit), una analogía plena de significado. De entre las múltiples interpretaciones, la más directa y honesta es que idealmente podemos transformar la inclinación negativa en una “bestia de carga”.
Esta inclinación es maligna sólo porque “no se la conoce mejor”. “Domesticándola” o “sometiéndola” basándonos en la sabiduría del jasidismo, podemos transformarla en una ayuda útil que puede soportar mucho de la carga psicológica y física que hay en nuestras vidas.
Pero, así como hay animales kosher (ganado vacuno, ovino y caprino) y no kosher (casi todos los demás) y podemos comer o utilizar como sacrificios sólo los kosher, también hay partes de la mala inclinación que no pueden ser usadas para alimento y no pueden ser transformadas para ayudarnos a llevar a cabo nuestra tarea en la vida.
Estas partes en particular no pueden ser utilizadas como ayuda y deben ser dejadas de lado.
En el Zohar y en muchas enseñanzas jasídicas, muchas de las leyes pertenecientes al ritual del sacrificio del animal kosher en el Santo Templo son interpretados, metafóricamente, como una guía y ayuda para sacrificarse correctamente, es decir, para transformar nuestra alma animal en un ayudante educado y útil para la vida.
De esta manera podemos entender el significado que lleva en su interior el versículo de la Torá que dice:
“Cuando nazca un novillo o una oveja o una cabra deberá permanecer siete días con su madre y desde el octavo en adelante será aceptable como ofrenda hecha en el fuego para Di-s” (Levítico 22:27).
Al comentar este versículo el Zohar compara estos 7 días necesarios durante los cuales el animal recién nacido debe permanecer con su madre, con los 7 días que preceden a la realización del mandamiento de la circuncisión.
Para ilustrar que el hombre y el animal pueden ser comparados de esta manera, el Zohar cita el versículo:
“Tu rectitud es como las grandes montañas y tus juicios como la profundidad del abismo; al hombre y al animal, Tú Di-s, salvarás” (Salmos 36:7).
Dice el Zohar: del hombre la Torá dice: “A los ocho días de vida cada niño será circuncidado” (Génesis 17:12), y del animal la Torá dice: “…por siete días deberá permanecer con su madre…”.
Escribamos en hebreo este versículo de Levítico respecto al animal:
45 es el valor de la palabra hebrea , Adam, “hombre”, 52 es el valor de la palabra hebrea “animal” , behemá. Entonces, 4365 es el valor de la suma de “hombre” (45) y “animal” (52) multiplicado por “hombre” (45).
¿Qué significa esto? Mencionamos arriba que nuestra mala inclinación se llama instinto animal. Por lo tanto, su opuesto, la voluntad o alma Divina (nefesh elokit) que es responsable de domesticar y redefinir el uso de nuestra alma animal, está entonces conectado a un “hombre”.
Las dos apariciones de “hombre” en la ecuación matemática aluden a dos niveles del alma Divina descriptas en cabalá y jasidut.
El primer nivel es la parte del alma Divina (“hombre”) que se manifiesta directamente en el individuo. Que se manifieste una parte del alma Divina permite a la persona conquistar o controlar su alma animal.
El asiento del alma Divina es la mente, mientras que el corazón es el asiento del alma animal. Por eso, en el Tania, la obra seminal del jasidut, la conquista del alma animal está comparada con “la mente que controla al corazón”.
Que la mente (el intelecto) pueda controlar el corazón (las emociones) permite que nos conduzcamos de una manera civilizada y superar cualquier barrera emocional que podamos tener en contra de seguir las prescripciones de la Torá.
La desventaja de este “control” es que los deseos profundos del corazón, las emociones, no pueden ser expresados.
Ciertamente, muchos de estos anhelos no deberían ser expresados. Pero el corazón no es sólo el asiento de nuestras emociones, de acuerdo con el jasidismo, sino también el del núcleo más individual de nuestra esencia Divina, por lo que si el corazón está controlado y restringido, también lo está este núcleo tan único y no puede expresarse.
La segunda parte del alma Divina es tal que no se manifiesta directamente desde adentro. Es la parte del alma Divina que ayuda al individuo desde “más allá” y le permite revelar también ese núcleo tan profundo de esencia Divina.
Otra forma de explicar estos dos niveles de “hombre” en la ecuación mencionada es a través de los número 45 y 52, quienes en cabalá son dos de los cuatro “rellenos” (la guematria de la palabra tomando cada letra en forma completa, por ej.: iud=10, rellena: iud-vav-dalet=20 ) del nombre esencial de Di-s, Havaiá.
Las enseñanzas jasídicas explican que el relleno que suma 45 corresponde a la cualidad de altruismo o auto anulación en el alma, que es la facultad interior de la sefirá de sabiduría, y que el de 52 corresponde a la cualidad de humildad en el alma, que es la facultad interior de la sefirá de reinado.
De esta manera, la suma de ambos alude a la cualidad de auto anulación conocida como “la anulación del ser”, bitul haiesh, mientras que la multiplicación de esta suma a su vez por 45 alude a la cualidad superior de auto anulación conocida como “la anulación de la realidad” (bitul bemetziut).
La razón de que una persona busque anular el ser es porque llega a comprender que Di-s no quiere que seamos egoístas. Anular nuestro yo es similar a tener la mente controlando el corazón, sus emociones y especialmente su sentido de ser (una entidad distinta y separada de su Creador).
Pero a este nivel, aunque el individuo ha anulado sus emociones (por ejemplo, puede ser capaz de despertar su temor a Di-s, a pesar de que previamente a esta anulación no sentía ningún temor a Di-s), aún así, existe todavía un sentido dominante del yo.
O sea que incluso cumpliendo los mandamientos prescriptos en la Torá por el Todopoderoso, le sigue fastidiando el sentimiento de que hay “alguien aquí” haciendo lo que se espera de él o ella.
Cuando se logra la anulación de la realidad al multiplicar nuevamente con el Nombre de 45, entonces se vence también este sentido del yo. En este punto, el individuo puede experimentar claramente que la realidad es simplemente cero.
Por consiguiente, esta relación matemática alude a un proceso de dos etapas: 1) lograr la anulación del ser, 2) lograr la anulación de la realidad.
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Sigamos analizando este versículo.
Contiene en total 69 letras. Como es un número impar, hay en este versículo dos diluguei otiot, dos “conjuntos de intervalos de letras, formados al tomar una letra y saltear la siguiente, como se ve en la ilustración que sigue, donde están coloreadas las letras de verde y azul:
La suma de las letras del grupo más “largo”, con las letras en azul es 3285, o 73 x 45.
73 es el valor de la palabra hebrea , jojmá, “sabiduría, de la cual se explica en jasidut que está compuesta de dos palabra , coaj ma, “el poder del Nombre Ma”, o “el poder de la autoanulación”.
Mencionaremos que 97 es el valor del nombre femenino “Meitavel” . Observando este nombre, vemos que sus letras pueden separarse claramente en dos grupos, uno que vale 73 (en azul) y otro (en verde) que vale 24 . Entonces estos dos “intervalos”, 73×45 y 24×45 están reflejados en este nombre de mujer asociado con la rectificación (meitav significa “lo mejor”).
Vayamos más allá en esta descomposición del 97 en 73 y 24. El valor del primer versículo de la Torá es 2701: “Bereshit bará Elokim et hashamaim ve et haaretz“.
Sería sorprendente si al escribir la ecuación 1 en forma algebraica pudiéramos descubrir una regla respecto de estas relaciones. Procedamos entonces:
Para comprobar esto ensayemos para n=7. Obtenemos
o sea,
Por cierto, está comprobado. Utilizando una simple manipulación algebraica se puede mostrar que nuestra regla general escrita en la ecuación 2 es cierta para todo n.
La relación matemática en la ecuación 2 puede ahora estar dando una referencia de la Torá. Volvemos a repetir que llegamos a ella retirando la letra shin del primer versículo de la Torá.
El resto del versículo se puede leer: “En el comienzo, Di-s creó las aguas y la tierra“. Esto alude a los dos temas principales del segundo versículo: “Y la tierra estaba caótica y el espíritu de Di-s merodeaba sobre las aguas“.
Sorprendentemente, el valor numérico de las palabras en hebreo para “el espíritu de Di-s”, , ruaj Elokim, es exactamente 300, el valor de la letra shin. Entonces, la shin que quitamos puede asociarse con “el espíritu de Di-s” y nuestra relación matemática recientemente descubierta puede ser llamada: “el espíritu de Di-s sobrevuela sobre las aguas“.