Basado en un discurso jasídico de
Rabi Aizik de Homel
Una discusión acerca de las seis modalidades únicas de curación correspondientes a las distintas dimensiones del alma judía
NIVEL UNO
El primer nivel de verdadera curación, el más bajo pero fundamental, sobre el que vamos a construir esta escalera de seis escalones es el de un médico experto.
El practicante experto y consumado conoce la medicina apropiada que debe prescribir para tratar los padecimientos específicos del cuerpo.
Su experiencia para prescribir la medicina se relaciona con el nivel natural del cuerpo, en el cual el cuerpo “vive” (la fuerza de vida del alma que está investida en su interior.
El poder de elegir la medicina correcta se concreta conectándose con este nivel inferior del alma y conduciéndolo hacia su fuente Infinita, estando la conciencia del médico primariamente, sino únicamente, dirigida hacia el cuerpo y sus dolencias.
Este nivel corresponde al nivel más bajo del alma, el nefesh, cuya función es conectar el alma al cuerpo por medio del “intermediario conector”, la sangre, como está dicho: “La sangre es el nefesh“.
La palabra hebrea para “sangre” es “dam” y tiene la misma raíz que la palabra “similar”. Este nivel de curación se relaciona con la similitud Divina con la que el hombre fue creado.
Adam, cuyo nombre significa “Me convertiré en sangre” (como se enseña en jasidut), representa el secreto del médico experto.
Eva es la paciente, la serpiente primordial es tanto la enfermedad como el secreto de la medicina.
NIVEL DOS
El segundo nivel de curación es a través del poder del “encanto”. Aunque en sus orígenes era una ciencia de las más auténticas, a través de las generaciones se fue degenerando en gran manera y se fue identificando con distintas prácticas supersticiosas.
Con el poder del “encanto”, se puede dibujar la forma de un hombre en una pared de manera que todo lo que se haga a la figura, le sucederá realmente al cuerpo de la persona que se quiere curar. La sabiduría empleada aquí es sugestiva por naturaleza.
El encanto toca el segundo nivel del alma, el espíritu o ruaj, que está por encima del aspecto del alma asociada directamente con el cuerpo, el nefesh.
El acto es “espiritualista” por naturaleza. El evento espiritual tiene lugar a nivel de ruaj (el nivel del alma asociada con los poder emotivos del hombre, sus pasiones, enojos, etc.) y cuando son positivos (constructivos) el ruaj se vuelve sufucientemente energizado p
NIVEL TRES
El tercer nivel de curación se manifiesta a través del poder de los Nombres Sagrados, tales como los que se escriben en un amuleto que se lleva en el cuerpo o se coloca en algún lugar visible.
El Nombre tiene el poder de provocar un influjo Divino hacia los aspectos suprarracionales del alma, produciendo una experiencia Divina celestial que fortalece el alma y le provee poder suficiente como para sanar el cuerpo.
Este tipo de curación se relaciona en particular con el tercer nivel del alma, la neshamá, que en principio es supraconciente, ya que la conciencia inicial del hombre es su nefesh (conciencia material, física) y su ruaj (conciencia espiritual), como se enseña en cabalá.
También podemos llegar merecer atraer el nivel de neshamá a nuestra conciencia en un estado de inteligencia abstracta, que es la percepción pura de los Nombres Sagrados.
NIVEL CUATRO
El cuarto nivel de curación es el citado por nuestros sabios: “Si hay una dolencia en la cabeza debes profundizar en la Torá… si todo el cuerpo te duele debes profundizar en la Torá”.
Similarmente dicen nuestros sabios: “Quien ahonda en la luz de la Torá, la luz de la Torá lo fortalece”.
Para producir vitalidad física a partir de esta luz, debemos estar en un estado de verdadera conexión del alma con la Torá, que es la Palabra de Di-s. Así entra espontáneamente en el alma una fortaleza trascendente, que la impregna con el poder de curar el cuerpo.
Aquí el alma no experimenta Divinidad (incluso en sus niveles más sublimes) como una entidad separada, sino que más bien se fusiona en la Divinidad de la Torá (“La Torá y Di-s son uno”).
Esto es análogo a la ley que dice que una masa de agua impura (enferma) se vuelve instantáneamente pura cuando se la hace “besar” las aguas de una mikve pura. De la misma manera, cuando el alma toca (“besa”) la luz de Di-s en la Torá, se “fusiona” en sus aguas vivientes recibiendo suficiente fuerza de vida para sanar al cuerpo.
No obstante, en lo citado arriba el término “dolencia” implica que los órganos internos permanecen intactos a pesar de que una dolencia o una afección menor se apodere de algún órgano sano. El “problema” se debe a la influencia espiritual impura de las “cáscaras” (klipot) que atacan y luego se adhieren al cuerpo. Entonces, la “luz” de la Torá ciega los ojos de las “cáscaras” y las anulan.
Este tipo de curación se relaciona con el cuarto nivel del alma, jaiá, “viviente”, identificado con el origen de la sabiduría, incluso por encima de la conciencia pura del intelecto descripta arriba.
“La sabiduría (de la Torá) da vida a su dueño”.
Jaiá reside en el “fluido aéreo” por encima del cerebro, debajo del cráneo. Esto corresponde en el servicio Divino al verdadero estado de auto anulación (relacionado con el secreto de la inmersión en una mikve pura) imbuido de un sentido de infinita serenidad.
Pero cuando los órganos internos están deteriorados mortalmente esta luz no alcanza para sanarlos milagrosamente (es decir, devolverlos a su anterior estado completo de ser).
NIVEL CINCO
El quinto nivel es un nivel superior al anterior. A pesar de que pueda ser físicamente imposible curar a una persona enferma mortalmente, incluso con la luz Divina de la Torá, sin embargo, es posible para nuestra alma “encargarse” del cuerpo y “reemplazarlo” desempeñando todas sus funciones físicas.
El cuerpo permanece mortalmente enfermo como antes (a tal grado que la ley de la Torá lo define como “traif“, por morir), pero permanece vivo de alguna manera.
Sobre este nivel está dicho: “Como si fuera que El Santo mora en sus entrañas”. “El Santo” en nuestras entrañas hace aparecer al cuerpo como funcionando normalmente aunque esté virtualmente muerto.
La santidad trascendente de “El Santo” está separado y desprendido existencialmente del cuerpo físico, por lo que el cuerpo no es afectado de ninguna manera por Su presencia habitando en su interior y “viviendo” por él.
Este nivel se relaciona con el quinto nivel del alma, el “único”, iejidá.
Aquí, su “singularidad” esencial se refleja en la habilidad de funcionar independientemente (es decir por si mismo) como “otro” (es decir, el cuerpo).
“El tzadik (el justo) en su fe vivirá”. Iejidá, el poder de la fe de los tzadikim “vive en si mismo” (en contraste con jaiá que “da vida”), aunque espontáneamente “vive” para otro (es decir, en lugar del cuerpo).
NIVEL SEIS
El sexto nivel de curación es al cual se le reserva la palabra “milagro” en su verdadero sentido.
A pesar de que los niveles antes mencionados (desde el segundo en adelante) aparentan ser sobrenaturales, es en este nivel en que el cuerpo mortalmente enfermo experimenta una metamorfosis milagrosa y existencial y el cuerpo físico renace.
Nuestro sabios enseñan que en el tiempo de la resurrección de los muertos, los cuerpos volverán a la vida desde las sepulturas exactamente en el mismo estado de ser y condición física y psicológica que cuando murieron, entonces serán curados instantáneamente.
El estado de este primer momento de resurrección corresponde al quinto nivel de curación explicado anteriormente.
El segundo momento de resurrección corresponde al sexto nivel. Un ejemplo de esto es el milagro de Jananiá, Mishael y Azariá relatado en el libro de Daniel. Cuando fueron arrojados al horno por orden del rey de Babilonia, el fuego no quemó sus cuerpos, a pesar de que sí lo hizo con el de los que estaban a su alrededor.
El estado del cuerpo en el fuego es un ejemplo de una enfermedad terminal. Sobrevivir y emerger sin daño físico ejemplifica el poder existencial de renacer, el “Santa Sanctorum” Divino imbuyendo al alma del mártir potencial con el poder de producir la metamorfosis de su cuerpo.
Este nivel corresponde a la “chispa de Di-s” dentro de iejidá del alma judía. Esta chispa deriva de la esencia de la Luz Infinita que está por encima (“precediendo”) la “contracción primordial” (tzimtzum).
Desde la perspectiva de la creación, el secreto del tzimtzum excluye la posibilidad de un milagro absoluto como se describió antes, pero la “chispa de Di-s” investida dentro de cada alma judía da cabida a la manifestación de ese milagro.
Este es en definitiva el secreto y el propósito de la presencia del alma judía en el mundo.