La teoría de juegos nos dice que “todo es un juego” y “todo es intereses”. A primera vista, asusta a algunas personas serias e idealistas, pero en verdad, esa es la cosmovisión que se ajusta a la dimensión de comportamiento de la psiquis, y es la forma correcta de implementar, de la mejor manera, la visión objetiva de la mente y el altruismo de las emociones.
En la visión de la teoría de juegos, cada acontecimiento en el mundo – desde las guerras, pasando por la conducción de la economía hasta las relaciones humanas privadas – es un juego. El juego involucra a diferentes jugadores, dos o más, y como en cualquier juego hay un jugador que triunfa-gana y hay un jugador que pierde, donde cada jugador es impulsado por su propio interés. ¿Es correcto mirar el mundo de esa manera? ¿Es verdad que “todos son intereses” y la realidad es sólo un campo de juego entre ellos?
La Cabalá y el Jasidismo dividen la psique en tres niveles, muscal-murgash-mutvá, intelectual-emocional-conductual.
El intelecto está compuesto por las sefirot jojmá-biná-daat, sabiduría-entendimiento-conocimiento, (cuyos poderes interiores son anulación-alegría-conexión) y pertenece a la objetividad pura, el razonamiento y el juicio correcto, limpio y abstracto, libre de cualquier toque personal (emocional o egoísta).
A lo emotivo, jesed,guevurá.tiferet, bondad-poder-belleza (cuyos poderes interiores son amor-temor-misericordia), pertenece la emoción sublime y altruista.
Pero la conducta, netzaj-hod-iesod-maljut, eternidad-esplendor-fundamento-reinado, (confianza-agradecimiento-verdad-humildad), es el terreno de las fuerzas de la acción y los instintos naturales.
El fundamento, iesod, es el poder de realización y concreción y el reinado es su expresión en la realidad. Para la concreción en la realidad externa no basta la verdad clara de la mente o la emoción pura e inequívoca, se requiere un correcto ‘juego’ de equilibrios, colaboraciones, superación y vencer las oposiciones y también saber cuándo y cómo perder, entregar o sacrificar. Todos estos conceptos pertenecen claramente a netzaj y hod, la victoria y el esplendor, los dos aspectos o tipos de ‘jugadores’: el jugador ganador y el jugador que sabe admitir la derrota.
En contraste con los niveles de intelecto y emociones, en el nivel de la conducta el interés propio no significa necesariamente egoísmo negativo, egocentrismo, es simplemente la fuerza impulsora más básica de las acciones humanas. Además, al pasar al ámbito de la acción, uno debe ‘cuantificar’ incluso las consideraciones más elevadas de la mente y la emoción y traducirlas en conceptos de intereses: ‘
A la luz de mi comprensión o de mi emoción pura, ¿qué quiero lograr en la realidad? ¿Cuál es el mapa de intereses que se crea como resultado de la definición de mi voluntad, qué ayuda a su realización y qué la obstaculiza, quién está a mi favor y quién está en mi contra? ¿Cuál es la ganancia y cuál es la pérdida?
Los conceptos de victoria-ganancia y derrota-pérdida tampoco son tan absolutos: aquellos que viven en una conciencia de juego no siempre se esfuerzan necesariamente por ganar (y de esta manera ‘atropellar’ a todos). Más allá del hecho de que un buen jugador sabe cómo perder y sacrificarse para lograr luego una victoria mayor, hay casos en los que la pérdida es el interés propio. Un buen jugador también sabe cómo jugar en equipo: a veces pierde deliberadamente a favor de la victoria del oponente, a veces el impulso altruista convierte el interés propio en sacrificio para salvar a los demás (por el bien común, o por cumplir con la mitzvá de “no de pares ante la sangre de tu prójimo”) y, a veces, el instinto más básico en la conducta que es la conservación de la especia impulsa a la entrega de la vida en beneficio de la próxima generación.
El retrato del mundo como campo de juego, a gran escala, también concierne a nuestra relación con el Creador del mundo, quien también sabe jugar con sus criaturas (“El leviatán que creaste para jugar con él”): en el juego entre nosotros y Hashem, muchas veces Él “nos deja ganar” cuando “el justo decreta y Hashem cumple, Hashem decreta y el justo anula”, y se regocija cuando “mi hijo triunfa”.
Y más en profundidad, el mundo entero es un ‘juego’ entre la naturaleza y la revelación de Dios, entre el atributo del juicio, Guevurá, y el atributo de la misericordia, Tiferet, un juego entre el nombre Elokim y el nombre Havaia, donde la tendencia es revelar que “Havaia es Elokim” y que todo es Rajamim ein sofiim, la misericordia infinita de Dios.