El mes de Kislev es paralelo al poder de confianza del alma. Este es también el significado de Kislev: “Y pusieron kislam (su confianza) en Dios”.[1] La confianza es la dimensión interna de la sefirá de netzaj (victoria-eternidad). Netzaj es el poder de tomar lo que ronda en los mundos del pensamiento y la emoción y aplicarlo en la realidad. Es el poder de implementación y la capacidad de superar obstáculos, de supervisar todo lo que hay que hacer y de perpetuar el objetivo en el mundo real. Todas estas acciones de netzaj requieren una motivación interna del alma de confianza (y también aumentan la confianza).
Confianza en uno mismo
Para entrar en el mundo de la acción, iniciarse y trabajar en la realidad, una persona necesita confianza en sí misma. Después de todo, no todo viene preenvasado y listo para nosotros. Experimentamos dudas y deliberaciones: ¿Quién dijo que triunfaré? ¿Y quién soy yo para intentarlo? ¿Y qué evitará que fracase? Sin un mínimo de confianza en sí mismo, un niño pequeño no dará sus primeros pasos. Le animamos y le decimos que puede hacerlo. También para los adultos, cada paso adelante va acompañado de una sensación de inestabilidad (un pie en el aire). Tenemos que superar el miedo paralizante.
¿Pero no está la confianza en uno mismo relacionada con el ego? ¿No es una forma de orgullo negativo? La confianza en uno mismo rectificada fluye de la confianza en Dios. Dios nos da tanto las herramientas para actuar como también nuestro sentimiento de confianza en nosotros mismos. Esta es la confianza en sí mismo que guio a los asmoneos. En Janucá decimos: “Entregaste a los fuertes en manos de los débiles”.[2] ¿Eran débiles los Macabeos? Eran verdaderos héroes. Pero en su conciencia sentían que eran débiles y que era sólo Dios Quien les infundía el espíritu de valentía. (A diferencia de los griegos, que glorificaban su propia valentía). La Cabalá enseña que la letra del mes de Kislev es la samej, (apoyo). Esta es la conciencia de que “Dios sostiene a todos los que caen”.[3] Siempre podemos confiar en Dios.
De la fe a la confianza
La fe y la confianza van juntas. La confianza brota de una fe fuerte en Dios, que se transforma en fe en el poder que Dios nos da. La fe es lo que nos permite superar nuestras dudas y seguir adelante. Nuestro intelecto siempre permanecerá dudoso. Sólo la fe, que está por encima del intelecto, nos proporciona seguridad interior y la capacidad de arriesgarnos. Porque después de todo, si no nos arriesgamos, nunca lo lograremos. Es cierto que “un tonto se lo cree todo”.[4] Pero también existe la tontería positiva – cuando creemos en algo que no está del todo probado, pero tenemos un fuerte sentimiento de que es verdad. פתי (tonto) es un acrónimo de פְּרָזוֹת תֵּשֵׁב יְרוּשָׁלִַם (Jerusalén permanecerá sin muros).[5] En Jerusalén, la ciudad eterna, habrá un sentimiento de confianza que hará superfluos los muros y las vallas.
Sin embargo, hay una diferencia entre fe y confianza. A nivel de fe en si, la persona piensa sólo en Dios, y que “no hay nada más que Él”. Uno debe recurrir sólo a Él. ¿Qué soy yo? Nada, la nada absoluta. En el nivel de la fe, miramos hacia arriba y nos unimos a Dios. En el nivel de confianza, pasamos del sentimiento de nada al sentimiento de que somos “algo”. La palabra איש (hombre) alude a la combinación de אין-יש (nada-algo). El nivel de confianza transforma la nada de la fe en “algo”. Uno puede ser un gran creyente en Dios, Quien crea y supervisa todo, y también creer que todo es para bien. Pero para ser un líder, como los asmoneos, la fe tiene que transformarse en confianza – confianza activa, emprendedora y victoriosa.
[1] Salmos 78:7
[2] Oración Al Hanisim
[3] Salmos 145:14
[4] Proverbios 14:15
[5] Zejaria 2:8