EL JARDÍN DEL EDEN MARITAL

Según el Sefer Ietzirá, cada mes del año tiene un “sentido” especial. Jeshván está asociado con el sentido del olfato. La fragancia agradable que crea una atmósfera de satisfacción, tranquilidad y reconciliación es uno de los pilares del hogar.

La primera palabra de la Torá, Bereshit, puede interpretarse como beit osher (una casa de felicidad). Cuando entramos en una “casa de felicidad”, sentimos una atmósfera de felicidad, una especie de “aroma del Jardín del Edén”, incluso antes de escuchar a los miembros de la familia y observar su comportamiento. Se cuenta que el Baal Shem Tov envió a sus discípulos a observar a una pareja que estaba sentada cada una en su rincón, cada una dedicada a sus propias actividades, sin hablarse. Los discípulos sintieron la paz y la serenidad entre ellos. Era el aire del Jardín del Edén en su hogar. ¿Cómo llevamos la fragancia del Jardín del Edén a nuestros hogares?

Oler las virtudes del otro

En realidad, el sentido del olfato ya existe en todas las parejas: la decisión de casarse, con todas sus consideraciones racionales, surge en última instancia de un sentido del olfato interior que identifica la raíz compartida de los dos (los estudios afirman que, inconscientemente, el sentido del olfato físico también influye en gran medida en la elección de una pareja). Incluso los momentos de conexión más personal y profunda están guiados por un sentido del olfato interior, cuando los sentidos de la vista y el oído se vuelven “innecesarios” e incluso interfieren.

El olfato detecta lo que se esconde bajo la superficie. La decisión de casarse, más allá de identificar el vínculo en la raíz, se basa también en el “olor” de las sorpresas compartidas y de los secretos que nos depara el futuro. A lo largo de la vida, este sentido del olfato se expresa en el reconocimiento de las modestas virtudes del cónyuge, en una maravillosa sensibilidad hacia las buenas cualidades ocultas (y, paralelamente, en la capacidad de no detenerse en los defectos del otro y hacer que emita un olor desagradable).

Éste es el sentido del olfato mesiánico, del que se dice: “Y olerá en el temor a Dios”. Mientras que el amor tiende a expandirse y expresarse externamente, las cualidades de temor, sensibilidad y modestia están relativamente ocultas y es necesario entrenar el sentido del olfato para reconocerlas. Uno debe oler cuando su cónyuge ha superado su inclinación al mal, se ha abstenido de hacer un comentario, ha actuado con sensibilidad y amabilidad, ha cedido por amor y preocupación por la paz doméstica o se ha abstenido pudorosamente de destacar un logro. Ésta es la fragancia celestial que debemos disfrutar y que nos debe llenar de amor.

Endulzar los juicios y crear satisfacción

Más allá del ambiente general, hay momentos de satisfacción que impregnan el ambiente de un buen aroma:

Una de las funciones del marido es la de “endulzar los juicios” de su esposa: disipar la amargura de la vida y sus dificultades, suavizar las críticas y colmar su sensación de carencia. En términos cabalísticos, endulzar es denominado perfumar. Cuando un hombre logra hacer feliz a su esposa y transformar un ambiente tenso en uno relajado, la casa se llena de una fragancia celestial.

De la mujer meritoria se dice que “hace la voluntad de su marido”. Jasidut explica que la mujer digna es como Sará, que hace-rectifica, la voluntad de su marido Abraham hasta que Dios le dice: “Todo lo que Sará te diga, escucha su voz”. Aquí también, cada vez que la mujer logra cumplir los deseos del hombre, especialmente cuando apunta a sus deseos ocultos, tal vez ocultos incluso para él mismo (y a veces mientras hace, rectifica y dirige su voluntad revelada), una fragancia agradable se eleva en la casa.

El sentido del olfato también está relacionado con la dimensión espiritual del alma: un cónyuge que ama siente vitalidad y alegría en cada manifestación de entusiasmo y despertar espiritual de su pareja, incluso cuando hay algo infantil o irreal en ello. Reprimir el espíritu del cónyuge, menospreciando sus sentimientos o ideas (lo que también tiene un elemento de violencia), daña el sentido del olfato y enturbia la atmósfera. Por el contrario, la atmósfera de apoyo que nutre este despertar espiritual llena la casa con el aroma del Jardín del Edén, para alegría de todos los que entran por sus puertas.

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