PARTZUF IOSEF Y IEHUDA SE ENCUENTRAN

Partzuf de interpretaciones

Corona-keter כֶּתֶר Iosef como placer, Iehuda como voluntad (yugo)  Iosef como redención, Iehuda como exilio Iosef como unidad (vigilia), Iehuda como multiplicidad (sueño)  
Sabiduría – jojmá חָכְמָה Iosef como el segundo refinamiento, Iehuda como el primeroEntendimiento – biná בִּינָה Iosef como luz, Iehuda como recipiente Iosef como mente, Iehuda como corazón  
Conocimiento-da’at דָּעַת Iosef como conocimiento de Di-s, Iehuda como fe en Di-s  
Bondad-jesed חֶֶסֶד Iosef como Shabat, Iehuda como días de la semanaPoder-guevurá גְּבוּרָה Iosef como el Arador, Iehuda como el Cosechador Iosef como Mente Abstracta, Iehuda como Corazón Quebrantado
Belleza-tiferet תִּפְאֶֶרֶת Iosef como servicio oculto, Iehuda como servicio revelado  
Victoria-netzaj נֶצַח y Esplendor-hod הוֹד Iosef como Divinidad oculta, Iehuda como anhelo de revelar a Di-s  
Fundamento-iesod יְסוֹד Iosef como un Tzadik, Iehuda como un Baal Teshuvá  
Reinado-maljut מַלְכוּת Iosef como rey en la práctica, Iehuda como rey en potencia

La Parashat Vaigash comienza con el tan esperado encuentro cara a cara entre Iosef y Iehuda. Después de 22 años de arrepentimiento por ese fatídico día en que Iosef fue vendido, Iosef se enfrenta a sus perseguidores y está a punto de enfrentarse cara a cara con Iehuda, a quien todos reconocen como su líder. Aparentemente, es solo Iosef el que está plenamente consciente de lo que está en juego.

Sin embargo, Iehuda también es dolorosamente consciente de que la vida de Benjamín pende de un hilo, al igual que la integridad de la familia de Iaacov y el futuro del pueblo judío. No es de extrañar, pues, que se haya atribuido tanto significado a este encuentro y que su simbolismo se haya desarrollado en muchas direcciones diferentes. A nivel literal, el encuentro de Iehuda con Iosef simboliza la unión de las dos fuerzas más importantes del pueblo judío – fuerzas que unos pocos siglos más tarde dividiría la nación en dos: los reinos del Norte y del Sur. La Haftará – la selección de los Profetas – fue elegida para reflejar la reunificación de Iosef y Iehuda, como Di-s instruye a Ezequiel: 

Y tú, oh hijo del hombre, toma un palo y escribe en él: “De Iehuda y de los israelitas asociados con él”. Toma otro palo y escribe en él: “De Iosef, el árbol de Efraín, y toda la casa de Israel asociada a él”. Acércalos entre sí como un solo palo, unidos en tu mano.[1]

Más allá de su simbolismo nacional, el acercamiento de Iehuda a Iosef tiene un profundo significado en el servicio divino (avodat HaShem). Simboliza la necesidad de unificar distintos enfoques para servir al Creador. 

En el partzuf de esta semana, veremos algunas de las principales interpretaciones dadas al papel de Iosef y Iehuda y el significado de su encuentro y los colocaremos en un modelo unificador.

Relacionarse con un Tzadik, Relacionarse con Di-s

Antes de comenzar, consideremos lo que probablemente sea el simbolismo más obvio en el encuentro de Iosef y Iehuda. Iosef es conocido como Iosef el Tzadik. Por lo tanto, las palabras “Iehuda se acercó a Iosef” pueden referirse a cada judío que se acerca a un tzadik sin ningún intermediario o barrera. Así como un verdadero tzadik no es visto como una barrera entre el individuo y Di-s, así también, no debería haber ninguna barrera entre el individuo y el tzadik

A la luz de este principio de que primero aprendemos de Moisés, cuya auto-anulación asegura que no se interponga en el camino de la conexión de un individuo con Di-s, encontramos al Rebe Najman de Breslov enseñando que, las palabras que Iehuda le dijo a Iosef, simultáneamente se dirigió al cielo: Por favor, mi señor, deja que tu siervo hable una palabra a los oídos de mi señor, y no se encienda tu ira contra tu siervo…” 

El Jatam Sofer expande esta idea, al igual que el Rebe de Izbicer. Sugieren que cuando un judío habla, independientemente de a quién se dirija, debe tener la intención de que, en esencia, está hablando con Di-s. Este fue el enfoque adoptado por todos los tzadikim, los discípulos del Baal Shem Tov.

Corona: Placer en lo Divino y Aceptación del Yugo

Hay una serie de interpretaciones diferentes que corresponden a la corona en su complejidad. En general, Iosef y Iehuda representan el placer y la voluntad, las partes interiores y exteriores de la corona conocidas como Atik Iomin y Arij Anpin

Iosef representa el aspecto interior de la corona, el deleite divino o el placer de servir a Di-s conocido como “la Cabeza de la Nada” (Reisha deAin). Una persona que alcanza este estado experimenta una revelación (paradójica) del verdadero ser, y esto incluso puede ser percibido por el cuerpo físico. Por ejemplo, se habla del gran tzadik, el Rebe Najum de Chernóbil, aunque vivía en extrema pobreza y no tenía casi nada que comer, su cuerpo se volvió físicamente robusto y grueso por el placer Divino que experimentó al responder con fervor: “Amén, iehei shemei rabá mevoraj“.

Iehuda representa el aspecto exterior de la corona, la voluntad divina, que se manifiesta como la aceptación del yugo del Cielo, sirviendo a Di-s más allá de la razón y el intelecto. Así, mientras Iosef refleja el placer divino que trasciende el entendimiento, Iehuda refleja el compromiso inquebrantable y la sumisión a la voluntad de Di-s, también más allá del intelecto y la comprensión.

Esto significa que Iehuda representa una sumisión a la voluntad divina que no es un anhelo emocional intenso, sino más bien la simple voluntad de un siervo fiel que existe únicamente para cumplir la voluntad de su amo, sin ninguna otra consideración. No está impulsada por un deseo emocional apasionado de anularse a sí mismo y ser incluido en Di-s, sino por la voluntad directa de un verdadero siervo. Este siervo no tiene nada en la vida más que a su amo, y todo su ser está dirigido a cumplir la voluntad del amo. Este es indudablemente un servicio que trasciende la razón y el entendimiento – es inherentemente judío.

¿Qué es más elevado: la aceptación del yugo o el placer divino? Esta es una pregunta profunda explorada extensamente en las enseñanzas jasídicas, particularmente en Jabad. Cada uno tiene una ventaja única sobre el otro. Pero en realidad, necesitan trabajar juntos. El placer divino es similar a la luz, mientras que la sumisión a la voluntad divina sirve como su recipiente. “Iehuda se acercó a él” refleja la dinámica en la que la cabalat ol suplica y suplica el placer divino, la fuerza que materializa la bondad en el mundo; el placer divino es el “rey” en esta dinámica, y todo fluye de acuerdo con su decreto.

Sin embargo, la sumisión de Iehuda y la aceptación de la soberanía de Iosef actúan como el fundamento y el recipiente que hace posible plasmar el placer de lo Divino, permitiendo que se revele y asegurando que la beneficencia de Di-s se exprese en toda la creación.

Corona: Exilio y Redención

Ampliando esta idea, está escrito[2] que el placer de Iosef es similar al verso del Cantar de los Cantares: “Qué hermoso y cuán agradable es el amor placentero[3], ahavá bataanuguim (אַהֲבָה בַּתַּעֲנוִּגִים). Iosef, incluso cuando está en prisión, soportando el sufrimiento en Egipto, permanece en un estado de alegría interior y placer divino. No importa dónde se encuentre – incluso en el pozo con serpientes y escorpiones o confinado en la prisión – experimenta el éxito y el placer divinos en su camino.

En contraste, Iehuda a menudo se pone voluntariamente en peligro. Al igual que Iosef, su vida está llena de pruebas, desafíos y dificultades. Pero a diferencia de Iosef, Iehuda no experimenta el placer divino, aunque lo anhela con todo su ser. En el Cantar de los Cantares, el estado de Iehuda se describe como: “Estoy enferma de amor”[4], jolat ahava ani (חוֹלַת אַהֲבָה אִָנִי). Como tal, Iosef representa al judío en tiempos de redención, como durante la existencia del Templo, cuando podemos experimentar el placer divino. Iehuda, por su parte, representa al pueblo judío en el exilio, anhelando y añorando la cercanía divina.

Jasidut enseña que hay más de la esencia revelada durante el exilio. Esta es una de las grandes innovaciones del Baal Shem Tov: el anhelo y la sed de Di-s en el exilio superan la satisfacción de la redención. El Baal Shem Tov explica esto con respecto al verso “Así también Te he visto en el santuario”[5]: Si tan solo, cuando regrese al Beit HaMikdash, pudiera conservar el mismo anhelo que sentí en el desierto, en una tierra seca y árida sin agua.

A la luz de esto, el Iehuda que se acerca a Iosef refleja el exilio que se acerca a la redención. Ambos están enraizados en la corona. La raíz de la redención está en el placer Divino (ahavá betaanuguim, אַהֲבָה בַּתַּעֲנוִּגִים), mientras que la raíz del exilio en la voluntad de la corona (חוֹלַת אַהֲבָה אִָנִי, jolat ahavá ani) cuya raíz está en la parte más alta de la corona, la fe. De acuerdo con esta interpretación, el encuentro de Iehuda y Iosef nos habla directamente en nuestro tiempo conocido como ikveta deMashija, las huellas del Mashíaj. Describe el momento en que el exilio tiende la mano para unirse a la redención, “Iehuda se acercó a él”. Esto está sucediendo en nuestro tiempo, ahora mismo.

Unidad y multiplicidad

Si Iehuda simboliza al judío en el exilio – un judío caracterizado por el sacrificio personal, la aceptación del yugo del cielo y el apego a las mitzvot no por gratificación personal, sino puramente por sumisión a la voluntad de Di-s – entonces Iehuda también refleja el estado de “estoy dormido”, que se relaciona con el exilio. Sin embargo, incluso en este estado de sueño en el exilio, “mi corazón está despierto”, lo que sugiere cierto nivel de conciencia, es como si alguien estuviera dormido, pero experimentando un sueño vívido,  en última instancia, todavía está dormido.

En contraste, Iosef representa al judío que está completamente despierto. Iosef simboliza al judío en la redención, uno que está espiritualmente despierto y vivo, experimentando verdadero deleite y gozo en el servicio Divino. 

Ahora bien, la diferencia entre ellos es que una persona que está despierta percibe todos los detalles de la realidad, todo lo que experimenta a su alrededor, como un todo unificado. Al igual que cuando el cuerpo funciona, uno lo experimenta como una sola entidad cohesiva sin centrarse en los órganos individuales. Curiosamente, el sello distintivo de estar despierto es percibir el mundo como unificado.

¿Qué es el sueño? Una persona dormida experimenta todos los fenómenos del mundo como separados y desconectados. Viven en una realidad de multiplicidad. En contraste, el sello distintivo de estar despierto es vivir en una realidad de unidad y armonía. Por lo tanto, si una persona realmente siente separación en el mundo en el que vive, es una señal de que está espiritualmente dormida. 

Una persona no siempre sabe si está despierta o dormida. Sin embargo, de acuerdo con estas enseñanzas, hay una señal clara: si el mundo aparece como un todo unificado, tú eres despierto. Si ves el mundo lleno de contradicciones, con fenómenos que son diferentes y conflictivos, es una señal de que estás dormido. 

De hecho, está escrito que la esencia de un sueño es la coexistencia de opuestos, contradicciones constantes. Y, sin embargo, en este estado, Iehuda demuestra una simple aceptación del yugo del Cielo y realiza mitzvot con la mentalidad de “no fueron dadas para disfrute personal”. Iosef, sin embargo, opera en un nivel completamente diferente. Ve la misma realidad, pero la percibe como un todo unificado. Para Iosef, todo lo que ve, todo lo que sucede, es una imagen que refleja a Di-s, el Amo del Universo, con simple claridad. 

Las perspectivas de Iehuda y Iosef se describen en el pensamiento jasídico como la representación de dos estados mentales. La de Iosef se denomina:

“La divinidad es un hecho y el mundo es una novedad”

Elokut bifshitut veolamot behitjadshut

אֱלֹקוּת בִפְשִׁיטוּת וְעוֹלָמוֹת בְּהִתְחַדְּשׁוּת

La experiencia de Iehuda es lo contrario. Vive en un estado de sueño donde:

“el mundo es un hecho y la Divinidad es una novedad”

Olamot  bifshitut veelokut behitjadshut

עוֹלָמוֹת בִפְשִׁיטוּת וֶאֱלֹקוּת בְּהִתְחַדְּשׁוּת

 En su percepción, el mundo está hecho de diferentes cosas: diferentes personas, diferentes opiniones, y cada una distinta de la otra. Esta multiplicidad es el estado predeterminado de Iehuda. Si de vez en cuando tiene una chispa o un destello de revelación divina, es referido como La divinidad es una sorpresa” – una novedad.

Sabiduría: Primer Refinamiento y Segundo Refinamiento

La sefirá de sabiduría está asociada tanto con la Creación como con su refinamiento. Estos están captados en el versículo: “Les hiciste a todos con sabiduría”[6] y en la declaración del Zohar: “Todos son refinados a través de la sabiduría”. Sin embargo, el refinamiento es un proceso complejo y Iosef y Iehuda tienen diferentes roles en él. El papel de Iosef se describe en su primer sueño: “He aquí, estábamos atando gavillas en el campo” – es decir, estábamos ocupados en la obra de refinamiento – “y he aquí, mi gavilla se levantó y se mantuvo erguida”, lo que indica que el refinamiento de Iosef supera al de sus hermanos. Entonces, las gavillas de su hermano se inclinaron ante las de Iosef. Las enseñanzas jasídicas explican que el refinamiento de Iehuda corresponde al primer refinamiento que ocurre en los mundos inferiores (Beriá, Ietzirá y Asiá), mientras que el refinamiento de Iosef corresponde al segundo refinamiento que tiene lugar en el mundo superior de la Emanación (Atzilut).

El primer refinamiento, realizado por las tribus en general y por Iehuda en particular, se centra en la anulación del ego, bitul haiesh (בִּטּוּל הַיֵשׁ). Esto implica tomar el propio ego, el sentido propio del yo, o el ego de cualquier entidad, y hacer que se sienta anulado, haciéndolo someterse ante la nada Divina (ain) que continuamente lo trae a la existencia. La sumisión del propio ego – reconocer la falsedad de los propios deseos egocéntricos y renunciando a ellos – no es una tarea fácil. 

El segundo refinamiento, asociado con Iosef, es la anulación del ser mismo, bitul bimetziut (בִּטּוּל בִּמְצִיאוּת). En este estado, la nada divina ya no es algo externo que fluye hacia uno mismo – sino que se convierte en la propia esencia de uno. El individuo ya no se siente separado de lo Divino; más bien, se convierte verdaderamente en uno con el Ayin. El hecho de que Iehuda se acercara a Iosef refleja el acuerdo y la sumisión de Iehuda a la visión de Iosef, tal como se expresa en su sueño. Él acepta el papel de Iosef en llevar todas sus gavillas a un estado de anulación del ser, dentro del Mundo de Emanación. 

Biná: Iosef – Luz; Iehuda – Recipiente

Uno de los conceptos más básicos en Cabalá y Jasidut es que hay luces y recipientes que las contienen. Sin un recipiente, una luz no puede expresarse correctamente. El estado en el que una luz está contenida en un recipiente se conoce como tikún. Mientras que en sabiduría hablamos de refinamiento, berurim (בֵּרוּרִים), en biná hablamos de tikún (תִּקּוּן), o investidura de luces en recipientes. Es en el Mundo de la Creación, Beriá (בְּרִיאָה) donde encontramos la revelación inicial de los recipientes en las que la luz necesita arroparse y el Mundo de la Creación corresponde a la sefirá de entendimiento (Biná). Por lo tanto, las interpretaciones de Iosef como luz y Iehuda como recipiente corresponden a la sefirá de entendimiento en nuestro partzuf

Aunque la raíz, o fuente divina de los recipientes, se considera más elevada que la de las luces, el recipiente aún debe recibir de la luz, y la luz debe estar dispuesta a morar dentro del recipiente. “Iehuda se acercó a él” simboliza así el estado en el que el recipiente asciende para encontrarse con la luz. Un envoltorio adecuado o tikún de luz en un recipiente requiere que la luz y el recipiente estén equilibrados. Una forma de pensar en esto es que, dado que el recipiente está ascendiendo, la luz debe estar dispuesta a descender.

Si la cantidad de ascenso exhibida por el recipiente no está equilibrada con la cantidad de descenso exhibida por la luz, el tikún no se logrará. El sentido del equilibrio en hebreo, izún (אִזוּן) se deriva de la palabra para “oído”, ozen (אֹזֶן) – en los humanos, esto también es cierto anatómicamente – y el oído y la audición también están asociados con la sefirá de entendimiento.

Una de las mejores parábolas utilizadas para ilustrar la relación entre luz y recipiente es entre los cónyuges, un tema que hemos abordado extensamente en nuestros trabajos sobre el matrimonio. Otra imagen que se puede utilizar es la de la relación entre lo espiritual y lo material. Si no pueden ser equilibrados, entonces el reino material queda sin alma, como la descripción de la Torá de la tierra como “caótica y vacía”,[7]la fuente bíblica de la noción del Mundo del Caos que se hizo añicos y cayó.

Hay una serie de posibles escenarios distintos del caos que están más allá de nuestro alcance aquí. Otra relación importante que capta la necesidad para el tikún entre luz y recipiente es la forma en que la plegaria y la Torá necesitan ser integradas. La oración, el trabajo del corazón es el recipiente representado por Iehuda, mientras que la Torá en ella, la intención que uno tiene – el trabajo de la mente – es la luz que necesita ser integrada y está representada por Iosef.

Conocimiento: Iosef como Conocimiento y Iehuda como Fe

El Rebe Najman[8] interpreta a Iehuda como la fe y a Iosef como el conocimiento. Colocamos esta interpretación en la sefirá de conocimiento, daat (דַּעַת). En resumen, la idea es que hay dos tipos de preguntas sobre la Divinidad en este mundo: Preguntas que tienen respuestas y preguntas sin respuestas. Para encontrar respuestas al primer tipo, uno debe esforzarse mucho por estudiar, investigar y entender – este es el trabajo de la mente, o Iosef.

No hacerlo puede conducir a una herejía interior, creando un conflicto interno entre el corazón y la mente. Pero hay que reconocer que hay preguntas para las que, en este mundo, no hay respuesta. En tales casos, uno debe fortalecerse con una fe simple – este es el trabajo del corazón, o Iehuda. A medida que la fe simple se hace más tangible, se transforma en una realidad conocida, se revela y se hace evidente para mí. Una vez más, la relación adecuada entre conocimiento y fe necesita ser alcanzada en la vida.

En el futuro, toda la fe se incluirá en el conocimiento, en Iosef, por eso “Iehuda se acercó a él” – la fe aspira y anhela integrarse en el conocimiento.

Bondad: Iosef como servicio de Shabat y Iehuda como servicio de lunes a viernes

Aquí nos dirigimos al Noam Elimelej y el Sefat Emet. El Sefat Emet enseña que Iehuda representa el servicio de los días de semana, mientras que Iosef representa el servicio de Shabat. Iosef encarna el placer del Shabat (Oneg Shabat), mientras que Iehuda representa el servicio a través del trabajo y el esfuerzo, el trabajo de los días de la semana.

La bondad está justo por debajo de la sabiduría, y el trabajo de los días de la semana representa el primer refinamiento o refinamiento inicial (Iehuda) que revisamos en relación con sabiduría, mientras que el trabajo espiritual que hacemos en Shabat representa un segundo refinamiento superior (Iosef). El primer día de la semana, el trabajo y el esfuerzo de Iehuda, se asocia con la sefirá de bondad.

Para completar nuestra ubicación de esta interpretación en la sefirá de bondad, añadimos la visión del Noam Elimelej deque la diferencia entre los días de la semana y el Shabat, es que el Shabat es un servicio Divino totalmente impulsado por el amor. Además, explica que la esencia del temor de los días de semana (si Shabat es amor, entonces los días de la semana son temor) debe surgir del amor.

Este es el significado más profundo de “Iehuda se acercó a él”. El trabajo de Iehuda durante los días de semana, enraizado en el temor, se eleva y transforma cuando se infunde con amor, creando un Servicio Divino unificado.

Poder: Iehuda como el labrador y Iosef como el segador

Aquí situamos la interpretación ofrecida por los Rebes de Sojatchov, el Shem MiShmuel y su padre, el Avnei Nezer. En entendimiento, identificamos a Iehuda y a Iosef como el corazón y la mente. Al acercarse a Iosef, Iehuda – el corazón – expresa un anhelo de ascender. Ahora, en la sefirá de poder, que está directamente bajo entendimiento, el Shem Mishmuel escribe que Iehuda representa un corazón roto. Este corazón quebrantado es el recipiente supremo (Iehuda, de nuevo) como lo declara el versículo: “Corazón quebrantado y contrito, oh Di-s, Tú no despreciarás”.[9]

Ahora, el Midrash conecta nuestro versículo “Iehuda se acercó a él” con una profecía de Amós: “El labrador se encontrará con el segador, y el que pisa las uvas con el que siembra la semilla”.[10] El labrador, joresh (חוֹרֵשׁ) representa a Iehuda. El segador, kotzer (קוֹצֵר) representa a Iosef. Esta es una profecía mesiánica, similar a “Ella concibió y da a luz juntamente”, el estado futuro donde la inversión y la ganancia ocurrirán simultáneamente.

Sin embargo, el Shem Mishmuel relata que su padre explicó que el término arado se refería a Iehuda, simbolizando a alguien que rompe su corazón al arar su ser interior. Este es el trabajo de cultivar un corazón roto. Así como arar “ablanda la tierra”, así el arar el ser interior convierte un corazón de piedra en un corazón de carne, es decir, un corazón quebrantado. 

En otro lugar, el Avnei Nezer, en su comentario sobre las leyes de la siega, explica que la esencia de la siega o cosecha es separar la cosecha de la tierra. El Shem Mishmuel amplía esto basándose en el Maharal de Praga: la cosecha representa la capacidad de separar el intelecto de su apego a la corporeidad. Mientras la mente no pueda concebir ideas abstractas en su forma pura, permanece atada a la materialidad y carece de la cualidad de un verdadero “intelecto apartado”, sejel nivdal (שֵֶׂכֶל נִבְדָּל), como lo llamaban los filósofos. Un intelecto apartado puede captar plenamente los conceptos espirituales, libre de las distorsiones de la imaginación material basada en el mundo ilusorio.

Belleza: El Tzadik Oculto y el Tzadik Revelado

En belleza (tiferet) colocamos una interpretación del Rebe Naftali de Ropshitz. Una de las características definitorias de la sefirá de belleza es que tiene un tercio oculto (su Jaba”d) y dos tercios revelados (su Jagat y Nehi). La idea aquí es que hay dos tipos de tzadikim: un tzadik oculto que tiene el deseo de ser revelado (este es el “octavo de un octavo de orgullo” dentro de él) y tzadikim revelados. Mientras vive en Egipto, Iosef, sentado en el trono real, no muestra ningún signo externo de ser judío. Parece ser egipcio, pero su apego a Di-s supera, en un grado inconmensurable, al de sus hermanos. Iosef representa el tzadik cuyo servicio divino a Di-s está completamente oculto, mientras que Iehuda representa el tzadik cuyo servicio es completamente revelado a todos.

Iosef sirve a Di-s exclusivamente en ocultamiento, a través de la fragmentación de sus pensamientos, mientras que su apego a las mitzvot es completamente imperceptible para alguien que no es consciente de quién es. Podría parecer un simple aguador. 

Con respecto a la sefirá de belleza, la Torá corresponde a su tercio medio (Jagat) y las mitzvot y oraciones corresponden a su tercio inferior (Nehi). El imperceptible servicio Divino del tzadik oculto corresponde a su tercio superior (Jabad).

Al comienzo de Keter Shem Tov, está escrito que el servicio Divino de belleza es traer a Di-s una sensación de satisfacción, por así decirlo, najat de que Su voluntad fue hecha, “Israel con quien Yo me embelleceré”[11], (יִשְׂרָאֵל אֲשֶׁר בְּךָ אֶתְפָּאָר); si tu intención es que Di-s se enorgullezca de ti, ese es el servicio de Tiferet. Hay quienes para quienes esto se manifiesta sin ningún signo externo, hasta el punto de que otros podrían pensar, como en el caso de Iosef, que él era egipcio. Esta es la razón por la que hay muchas historias de Eliahu HaNavi apareciendo como un no judío.

De este modo, Iehuda reconoce la existencia del extraordinario tzadik oculto y se acerca a él. Este concepto se aplica también a nuestro propio Servicio Divino. La Torá y las mitzvot son esenciales, pero también hay una dimensión oculta del servicio, un principio fundamental encarnado por el verdadero tzadik oculto, que también debería existir dentro de cada uno de nosotros. Si no lo anhelamos, nos volvemos engreídos, toscos y desconectados. 

Victoria y reconocimiento: Suplicar por el poder de revelar la divinidad en la naturaleza

Aquí situamos otra explicación del Rebe Najman que habla sobre el error fundamental de la humanidad: percibir solo el aspecto revelado de la realidad (las leyes de la naturaleza) y pasar por alto su Divinidad oculta. Debido a que vemos el mundo como gobernado únicamente por la naturaleza, nos enfocamos en los intermediarios, como la medicina y los médicos (para la salud) o los negocios y una carrera (para ganarnos la vida), y los elevamos a una importancia primordial, olvidando al Creador. El hecho de que Iehuda se acerque a Iosef aquí nos lleva de vuelta a la idea de que Iehuda en realidad le está hablando a Di-s. Por lo tanto, cuando le dice a Iosef: “Porque tú eres como el Faraón”, le está diciendo a Di-s: “Eres percibido solo de acuerdo con lo que es revelado [Faraón, que significa revelado en hebreo]”. Nadie Te ve. 

Ubicamos esto en victoria y reconocimiento, porque corresponden a los dos principios de fe de la dimensión interior de la Torá que “El tzadik decreta y Di-s cumple” (victoria) y “Di-s decreta y el tzadik anula” (reconocimiento).[12] El Rebe Najman explica que Iehuda está aquí pidiendo el poder de revocar y anular los decretos Divinos, porque si se le concede esta capacidad, revelaría a todos que el mundo está gobernado por Di-s y no solo por la naturaleza.

Fundamento: Un tzadik que resiste la prueba y el Baal Teshuvá que cae y se levanta

Fundamento está profundamente ligado a la rectificación del pacto (tikún haBrit). El Rebe Tzadok HaKohen, citando a su maestro, el Rebe de Izbicer, el Mei HaShiloaj, regresa al midrash que vimos anteriormente (en la sefirá del poder) con respecto al verso “Y el labrador se encontrará con el segador”,[13] con Iosef comparado con el cosechador y Iehuda con el labrador. Iosef es el tzadik consumado – el individuo justo – que se mantiene firme frente a las pruebas, particularmente las relacionadas con el pacto.

El Rebe Tzaddok explica que Iehuda representa al baal teshuvá que se esfuerza por rectificar la mancha del pacto. Esto se debe a que Iehuda, que experimentó el fracaso y se levantó de nuevo, encarnando el baal teshuvá, en contraste con Iosef, el tzadik, que nunca cayó.

Esto es precisamente lo que enseña el Rebe de Izbicer: incluso cuando alguien tropieza en un asunto por el que está dicho que no hay arrepentimiento, no deberían desesperarse. Ellos poseen azut d’kedusha (Coraje de santidad) y firmeza. La marca de un verdadero baal teshuvá es una personalidad resuelta y decidida. Por otro lado, un tzadik consumado no es firme; es delicado.

Este es uno de los principios fundamentales de Izbica y más tarde del Rebe Tzaddok, quien lo heredó de su maestro. Un baal teshuvá que está abatido – como, desafortunadamente, muchos lo están – no es un verdadero baal teshuvá en absoluto. Un verdadero baal teshuvá se caracteriza por la audacia. Su audacia se refleja en el versículo: “Estoy empobrecido, pero Él [Di-s] me salva”.[14]

No se desespera, sino que se acerca a Di-s con valentía, incluso cuando cae repetidamente, persiste y, al final, se levanta. Como escribe el Mitler Rebe en Derej Jaim con respecto a la mancha del pacto: Di-s se complace incluso en aquellos que luchan por superar completamente sus fracasos. Incluso si caen, sus esfuerzos persistentes por tener éxito y rectificar sus acciones le dan placer a Di-s.

Reinado: Un Rey en la Práctica y un Rey en Potencia

En el Zohar, el encuentro entre Iosef y Iehuda se describe como “un mundo que se acerca a otro para que todo se convierta en uno. Porque Iehuda es un rey y Iosef es un rey”. El Yitav Lev, otra obra jasídica, explica que Iosef es el rey en la práctica, que gobierna Egipto como un soberano y Iehuda, posee las cualidades de la realeza, pero es un rey en potencia.

Esto es paralelo a la dinámica entre David, descendiente de Iehuda, y Iosef. David es el arquetipo del Rey de Israel que vive y perdura, pero en la propia Torá, David está ausente – su reinado se encuentra lejos en el futuro, emergiendo de potencial a real solo después de un largo viaje. Mientras tanto, Iosef encarna la realeza realizada en el presente.

El Yitav Lev concluye con esta idea, dejándonos con un profundo entendimiento de Maljut: la interacción entre la realeza potencial y real, humildad y reconocimiento, y el surgimiento final de la soberanía oculta en el liderazgo revelado.

Cada judío es un rey en potencia. Anteriormente, mencionamos que el octavo de un octavo de orgullo es lo que nos permite a cada uno de nosotros hablar incluso en contra de otros reyes, como vimos en el versículo: “Hablaré de Tus mandamientos delante de los reyes, y no me avergonzaré”. Dentro del ámbito del potencial, hay varios niveles, dependiendo de cuán profundamente oculto esté el potencial.

Independientemente de la profundidad a la que se esconda el potencial, para llevarlo a la práctica, se requiere audacia. El rey en potencia no sólo debe abstenerse de avergonzarse ante el rey en la práctica, sino que, al declarar la verdad de la Torá, hace que su reinado potencial se materialice. Esto es especialmente pertinente en nuestro tiempo cuando anhelamos el restablecimiento del linaje davídico, que como un retoño que emerge de una raíz, brotará. La forma en que crezca depende de que seamos capaces de comportarnos como reyes.

Una de las enseñanzas profundas de Izbica es la revelación de que el rey en la práctica es también nuestro hermano. A menudo percibimos al rey en la práctica como nuestro mayor adversario, nuestro enemigo número uno. Sin embargo, así como se revelará en el futuro que un judío nunca pecó verdaderamente, también se revelará que el rey aparentemente antagónico en la práctica es, de hecho, mi hermano. Este rey “adversario” está esperando que el rey en potencia tome la iniciativa, se levante con fuerza y se dirija a él directamente, como un rey habla a otro.

Cuando sucede esto el rey en la práctica se verá obligado a revelar su verdadera naturaleza y admitir que es un hermano. En ese momento, reconocerá abiertamente la verdad, marcando la síntesis de Iehuda con Iosef. Iosef dice: “Fue Di-s quien me envió aquí para sostenerlos”. Pero Iosef también conoce la verdad más grande: que es Iehuda quien está destinado a ser rey. Llegará el momento – y cuanto más audaces seamos con la santidad, más pronto llegará – en que el rey en potencia gobernará en la práctica, eternamente.

Esta es la interpretación final dentro de las diez sefirot de “Iehuda se acercó a él”. El rey en potencia debe acercarse al rey en la práctica con inquebrantable audacia y verdad. Debe hablar claramente, de un rey a otro, declarando su propósito y destino. A través de este acto de valentía y autenticidad, se revelará la unidad oculta entre ellos, allanando el camino para que el potencial se haga realidad y para que el reinado de Iehuda emerja plenamente y reine para siempre.


[1] Ezequiel 37:16-17

[2] Rabi Dov Ber Schneersohn, Derej Jaim. 9

[3] Cantar de los Cantares 7:7

[4] Ibid 5:8

[5] Salmos 63:3

[6] Salmos 104:24

[7] Génesis 1:2

[8] Likutei Moharan 62

[9] Salmos 51:19

[10] Amós 9:13

[11] Isaías 49:3

[12] Véase en detalle en nuestro volumen hebreo, Emuná VeMuda’ut.

[13] Amós 9:13

[14] Salmos 116:6

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *