PREGUNTAS AL RAV
Últimamente me di cuenta de que cuando tengo una conversación profunda y sincera con un amigo, me lleno de amor hacia él, y eso me da motivación en todo lo que hago. Esta sensación, en realidad, me hizo notar que mi amor hacia Hashem no es auténtico. Conozco todas las reflexiones del Rambam y del Tania que despiertan el amor a Dios, pero siento que lo que generan en mí es más bien admiración, una gran gratitud o incluso cercanía —pero no amor verdadero.
Incluso la meditación en que Hashem me ama, que debería despertar en mí un amor “como el reflejo del agua al rostro” (Mishlé 27:19), no me resulta clara. ¿Cómo es posible amar sin conocer ni conectarse, sin un diálogo compartido que permita relacionarse con la ‘personalidad’ del otro? Hashem se me manifiesta a través de insinuaciones, pero no tenemos un diálogo directo como el que tengo con un amigo. Tal vez la respuesta está en que el diálogo con Hashem se da en la Torá, pero incluso cuando estudio Torá, no siento que sea un intercambio real con Dios.
Yo anhelo amar a Hashem de verdad. Que cuando rece, estudie Torá, o incluso en la vida cotidiana, realmente sienta amor por Él. Que mi corazón se sienta atraído. Estoy convencido de que tengo una conexión con esto, porque es una mitzvá (precepto) de la Torá para todo judío.
En resumen: ¿Cómo puedo llegar a amar a Hashem?
Respuesta
Cada día, en el Shema Israel, leemos dos versículos que están juntos:
“Amarás a Hashem tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todos tus recursos”
y justo a continuación:
“Y estarán estas palabras que Yo te mando hoy sobre tu corazón”, es decir, las palabras de Torá.
Tal como escribiste, la Torá es el eje central de nuestro diálogo con Hashem. A través de ella —cuando se estudia con profundidad, dedicación y claridad— se despierta el corazón con entusiasmo genuino y espontáneo, sin depender de motivaciones externas.
La Torá es descrita como “una cierva amada y una gacela de gracia… en su amor estarás siempre embriagado” (Mishlé 5:19). Precisamente mediante el estudio reflexivo de la Torá, la persona conversa con Hashem, y Hashem le responde. En el lenguaje tradicional del estudio se acostumbra decir: “Rajmana amar…” (El Misericordioso dijo…), que significa “esto es lo que Hashem me está diciendo ahora”.
La palabra Rajmana (el Misericordioso) en arameo también expresa amor. Es el amor de los amigos íntimos, el vínculo profundo entre el alma del judío y su Creador.
Para poder sentir realmente que Hashem nos habla, la persona debe salir de sí misma, como se explica en la Jasidut. Entonces, puede saborear la dulzura de Hashem (como en el poema litúrgico “Hashem, anhelo la dulzura del Shabat”) y enamorarse —literalmente— de Él.
Lo esencial es sentir la presencia de Hashem aquí y ahora, como cuando decimos “Atá” (Tú) en la tefilá (oración), tal como explica el Tania en el capítulo 41:
“Derrama como agua tu corazón ante el rostro de Hashem” (Eijá 2:19).
Quien merece el despertar de la luz de su alma, automáticamente ama a Hashem con gran intensidad. Solo que los pecados separan, y por eso es necesario hacer teshuvá (retorno espiritual). Entonces, “inmediatamente son redimidos” con un amor inmenso y maravilloso: una teshuvá por amor, que transforma incluso las transgresiones en méritos.
_______
BENDICIÓN PARA EL BAR MITZVÁ
“A los trece años para las mitzvot” – A los 13 años el joven recibe una revelación de las 13 cualidades de misericordia de Hashem, junto con la madurez del alma necesaria para cumplir con la gran mitzvá de “andar en Sus caminos”: parecerse a Él, tal como dijeron nuestros Sabios:
“Así como Él es compasivo, tú también sé compasivo.”
La primera señal que distingue a un judío es que somos “compasivos, hijos de compasivos”, que sentimos compasión por todas las criaturas y deseamos iluminarles con la luz de Hashem.
Para ello también se necesita daat (conciencia interior), a la cual se accede con la madurez espiritual que llega a los 13 años.
¡Mazal tov a todos los jóvenes que celebran su Bar Mitzvá! Que merezcan difundir la luz de Hashem en el mundo.




