RAZI: EL HIJO Y EL ESCLAVO

Balak contrata los servicios del experto número uno del mundo, el malvado Bilam, para maldecir al pueblo de Israel. Dios, en Su amor, convierte la maldición en bendición, y precisamente de la boca de ese malvado tenemos el mérito de escuchar las revelaciones más profundas sobre la virtud de las almas de Israel y sobre la redención futura.

Uno de los fenómenos más notables en las palabras de ese malvado es su doble apelativo para el pueblo de Israel. Una y otra vez utiliza el par de nombres Iaacov e Israel, como en el conocido versículo: “¡Qué bellas son tus tiendas, Iaacov; tus moradas, Israel!”. ¡Una revisión rápida nos mostrará que este par de nombres se repite en sus bendiciones ocho veces! El asunto requiere una explicación, y así lo haremos…

Captar la Idea

Entré en casa justo cuando papá estaba de pie en la escalera con las herramientas, tratando de explicarle al hijo de los vecinos qué herramienta traerle de la caja para cambiar el portalámparas. “Oh, Razi, ¡llegaste justo a tiempo! ¿Puedes traerme, por favor, el… bueno… eso que…”. Mientras el niño lo miraba sin entender, yo lo capté en una fracción de segundo, corrí a la caja de herramientas, saqué el destornillador de prueba (tester) y se lo entregué a papá con una expresión de victoria. “Sabía que podía contar contigo, Razi”, me halagó papá, mientras yo me sonrojaba de orgullo…

¿Por qué les cuento esto? No para revelarles lo talentoso que soy… Mi capacidad para entender lo que mi padre quería y tenía la intención de decir, incluso sin escucharlo de forma explícita, está ligada al hecho de que soy su hijo. Conozco su forma de pensar. Y esto ya nos conecta con un tema grande y profundo en el Jasidut: dos caminos en el servicio a Dios. Los dos caminos se reflejan en dos figuras diferentes: el hijo y el siervo.

Siervo de su Amo

Observemos las dos figuras: un siervo es alguien que se ha vendido a sí mismo, o que un tribunal lo ha hecho, al dominio de un amo. A partir de ese momento, pasa de ser una persona independiente a estar subyugado a su amo, a vivir en su casa y a ejecutar todas sus instrucciones y órdenes. Cualquier suma que gane con su esfuerzo llegará a manos de su amo. ¿Por qué se hace esto el siervo a sí mismo? ¿Acaso solo porque le falta dinero prefiere renunciar a su libertad y a la de su familia? Aparentemente no. ¿Cómo lo sé? Porque si el problema fuera solo la falta de dinero, supongo que saldría al mercado, buscaría y encontraría un trabajo, y se ganaría su salario con dignidad.

Entonces, ¿cuál es el problema? Ese es precisamente su problema. Él sabe que para él, la libertad es un perjuicio porque no sabe cómo gestionar una vida normal para sí mismo y para su familia. Por ejemplo, hay personas —que no nos pase a nosotros— que se han acostumbrado a beber bebidas alcohólicas en grandes cantidades hasta volverse adictas. ¿Recuerdan de Purim cómo se ve alguien que ha bebido una buena copa? Imaginen a una persona para la que cada noche es así. ¿Creen que podría cuidar de sus hijos o levantarse a la mañana siguiente para ir a trabajar?

Esa es la razón por la que una persona así se vende como siervo. Viene y dice: “Señores, necesito ayuda. No soy capaz de gestionar mi vida por mí mismo, alguien de afuera tiene que ayudarme a salir de esta vida de libertinaje y a ponerla en un camino de vida correcto”. Cuando el siervo entre en el dominio del amo y se entregue a él —y nos referimos a un amo justo que realmente quiere ayudarlo—, el amo podrá proporcionarle un marco adecuado que lo guíe. Le dirá exactamente qué hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo y cuánto hacer. Una cosa que el siervo no necesita saber es por qué hacerlo. ¿Por qué? Porque así lo quiere el amo, y punto. Debe ser disciplinado, depositar su confianza en él y ejecutar sus palabras exactamente como se le ordenó, con eficiencia y prontitud.

Un Hijo Sabio Alegra al Padre

Ahora pasemos a la segunda figura, el hijo: un hijo bueno y sabio también está interesado en cumplir la voluntad de su padre, y de la mejor manera posible, solo que para él, la relación con su padre es completamente diferente. Entre el siervo y su amo prevalece una relación de temor (yirá), mientras que el hijo siente una gran cercanía e identificación con su padre. El amor del padre por su hijo es simplemente indescriptible. El hijo no ejecuta las órdenes de su padre solo por sumisión y miedo, sino por buena voluntad y compañerismo. Se siente en casa.

Más aún, el hijo a veces se permite ir más allá de la letra de la ley y hacer por su padre incluso acciones que no se le ordenaron explícitamente. ¿Por qué? Porque él y su padre son una misma cosa, están ‘en la misma sintonía’. Él puede suponer qué le gusta a su padre y qué lo alegrará. Como se suele decir, ‘toma la iniciativa’ (magdil rosh). ¿Y si se equivoca? Tampoco es tan terrible, al fin y al cabo, todo queda en familia. ¿Acaso su padre dejará de ser su padre? En caso de necesidad, el hijo se lanzará a ayudar a su padre, hasta el punto de dar la vida por él.

Ya sea como Hijos, ya sea como Siervos

Como seguramente ya han entendido, las figuras del hijo y del siervo son, en esencia, dos caminos en el servicio a Dios: “ya sea como hijos, ya sea como siervos”. La base del servicio a Dios de todo judío es el servicio de un siervo. Debo entregarme a Dios y aceptar sobre mí mismo cumplir todo lo que Él me diga que haga. Esta es una simple aceptación del yugo celestial (kabalat ol), y es el pilar fundamental sobre el cual querré construir todos los pisos superiores más adelante.

La segunda etapa en el servicio a Dios es un servicio desde la identificación y el amor, como se comporta el hijo con su padre. Para mí es importante entender las razones y los motivos, porque quiero identificarme, actuar por deseo y placer. Actúo incluso más allá de la letra de la ley, más allá de lo que se me ha pedido.

En el Jasidut se explica que cada uno de estos caminos tiene una ventaja que el otro no posee. La gran ventaja en el servicio del siervo es la lealtad. Un siervo de Dios revela fuerzas de fe que le permiten seguir a Dios con sencillez y cumplir exactamente lo que es necesario. De esta manera, el siervo está seguro de que no está falseando y que no actúa solo por motivos personales para su propio beneficio. En resumen: ¡compromiso!

Por otro lado, la ventaja del hijo radica en la profundidad de su identificación con Dios. “Amados son Israel, que son llamados hijos de Dios”, “Mi hijo primogénito, Israel”. Dios, bendito sea, no está interesado solo en los resultados secos, en que le sirvamos como una máquina automática. Él quiere la intención, quiere nuestro corazón y nuestra mente.

Iaacov e Israel

¿Ya lo han adivinado? El par de nombres que utiliza el malvado Bilam, Iaacov e Israel, expresa estos dos caminos de servicio.

Iaacov es el nombre del judío que, en su servicio, desciende a lo más bajo del mundo, hasta el “talón” (akév), como un siervo que realiza la labor de su amo con sumisión. “No temas, mi siervo Iaacov”.

Israel es el nombre del judío cuyo servicio a Dios proviene de la identificación y el placer, y su nombre —Israel, cuyas letras forman Shir-El (Canción de Dios)— expresa la dulzura de este servicio.

¿Cuál de los dos es preferible?

En el Jasidut se explica que existe un tercer nivel, que no es ni siervo ni hijo, sino en realidad la combinación de ambos opuestos juntos: “un hijo que se ha convertido en siervo”.

Cuando sirvo a Dios desde una identificación total, llego finalmente a un reconocimiento aún más profundo: incluso después de todos mis logros intelectuales, no sé nada, y sirvo a Dios como un siervo.

Este tipo de siervo no es el siervo simple, sino un siervo que merece el título de “siervo fiel” (eved neemán), que tiene una entrega como la de un hijo a su padre. Cuando Dios enumera las virtudes de Moshé Rabbeinu, lo llama con este título: “No es así con mi siervo Moshé; en toda mi casa él es fiel”.

¡Que tengamos el mérito de ser siervos de Dios y Sus hijos a la vez!

¡Shabat Shalom Umevoraj! (¡Un Shabat de paz y bendición!)

Razi

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