EL SENTIDO DEL OÍDO

EL MES DE AV

Entre los doce sentidos del alma, el sentido correspondiente al mes de Av es el sentido del oído.

¿Qué significa el sentido del oído del alma? En el nivel más básico, se refiere a la escucha activa. Huelga decir que existe una gran diferencia entre oír y escuchar. El oyente pasivo no se detiene en las palabras, no intenta internalizarlas ni procesarlas; por lo tanto, la expresión común para describir esto es “entra por un oído y sale por el otro”. El oyente, en cambio, está verdaderamente atento a las palabras. Absorbe las palabras o los sonidos que oye y luego, como si fueran piezas de un rompecabezas, intenta conectarlos y entender lo que intentan decirle.

Podemos comparar la relación entre la audición física y la audición espiritual con la relación entre escuchar la voz de alguien y escuchar lo que hay en su voz, en el sentido literal de la expresión – escuchar lo que hay dentro de la voz. Una persona dotada de audición física puede oír cualquier voz; pero solo si agudiza su escucha interior podrá percibir, oír, lo que se esconde en ella: qué frecuencia transmite el hablante, qué sonido intenta expresar, qué cuerda emocional vibra bajo sus palabras.

Escuchar el contenido interno oculto en la voz del orador permite avanzar hacia la escucha de lo que hay en su voz en el sentido más simple: seguir sus palabras. Esto no significa obedecer ciegamente a cada orador, sino simplemente esto: que la verdadera escucha, antes de criticar o juzgar, se esfuerza por identificarse lo más posible con las palabras del orador, captar hacia donde apunta y “fluir” con su proceso.

En un nivel aún más profundo, el sentido del alma de oír se esfuerza por escuchar aquello que no se oye en absoluto: la simple presencia de Di-s que habita detrás de todo lo que se dice y se escucha, en la forma del silencio más allá de los sonidos.

…Y he aquí que Di-s pasaba, y un grande y poderoso viento… pero Di-s no estaba en el viento;

Y tras el viento un terremoto; pero Di-s no estaba en el terremoto;

Y después del terremoto, fuego, pero Di-s no estaba en el fuego;

Y después del fuego – una voz suave y apacible. (1 Reyes 19:11-12)

Cómo trazar un círculo de escucha

“¿Quién es sabio? El que aprende de cada persona” (Pirkei Avot 4:1). Un componente significativo para rectificar el sentido del oído del alma es cultivar la capacidad de escuchar y aprender de todos.

El dicho es bien conocido, pero ¿quién de nosotros puede dar fe de que logra cumplirlo? De hecho, los Midrashim explican que, además del prepucio físico, existen tres prepucios espirituales en cada persona – el prepucio del corazón, el prepucio de los labios y el prepucio de las orejas. Nuestro estado natural es que todo lo que se nos dice caiga en oídos incircuncisos, y para poder escuchar, necesitamos circuncidarlos – abrir y ablandar nuestro oído interno hasta que esté dispuesto a escuchar a todos.

Una visión de una realidad en la que todos se escuchan suena maravillosa, pero es evidente que debemos reflexionar detenidamente sobre cómo llevarla a cabo. Un «círculo de escucha» pluralista, en el que cada enunciado se sitúa al mismo nivel y en el que nos anulamos ante cada orador, crea, en última instancia, una situación en la que no se está escuchando nada. Si todo tiene el mismo valor, entonces todo es válido únicamente dentro del marco de su propio contexto subjetivo y, por lo tanto, carece de valor en el espacio objetivo. Incluso la propia escucha resulta sospechosa aquí: ¿de qué sirve si un momento antes y un momento después acepta con el mismo asentimiento afirmaciones opuestas y contradictorias?

Para definir con precisión el círculo de escucha rectificado, debemos añadir otro principio, definido en los libros de la siguiente manera: «Aceptar la verdad de quienquiera que la diga». Este principio también nos enseña a escuchar a todos, sin importar quiénes sean, pero enfatiza que lo que debemos buscar son sus palabras de verdad. No importa si son viejos o jóvenes, justos o malvados, judíos o no-judíos: si pronuncian una palabra de verdad, debemos aceptarla.

La aportación que nos ofrece este principio es que, al escuchar a todos, no nos anulamos por completo ante sus palabras, sino que más bien buscamos filtrar: escuchar y aceptar únicamente lo que es digno o merecedor de ser aceptado, y no aceptar lo que no lo es. Esto es llamado ozen milin tivjanאֹזן מִלין תבחן” [Iov 34:3] (“el oído prueba las palabras”) – un acrónimo de verdad, emet (אמת). En otras palabras, lo principal aquí no es escuchar en sí mismo, sino la búsqueda de la verdad; y el valor de escuchar no se deriva de un principio rígido de “escuchar por escuchar”, sino de un profundo reconocimiento de que algo de la verdad se oculta en cada persona.

Esta idea no contradice la premisa fundamental del judaísmo de que la Torá es “Torá de verdad“. La Torá provee de los criterios para definir qué es la verdad, así como las estructuras que permiten contener múltiples niveles y aspectos de la verdad. Al contrario, el hecho de ser “la Torá de la verdad” significa, entre otras cosas, que busca la verdad – que desea contener cada fragmento de verdad que se existe fuera de ella, que no es otra cosa que una parte perdida de sí misma.

La renovación de la profecía

El evento central ocurrido en Av es, por supuesto, la destrucción de ambos Templos de Israel el 9 de Av. La destrucción del Primer Templo y el exilio a Babilonia marcan el comienzo del declive de la profecía en Israel, la cual es esencialmente visual (“por medio de los profetas uso símiles”, “y vi visiones de Di-s”), y pasamos a la era de los sabios, una era de contemplación intelectual y auditiva, en la que es necesario escuchar todas las opiniones para llegar a una decisión (e incluso las revelaciones proféticas que ocasionalmente la impregnan son auditivas – “bat kol“, una voz celestial).

La transición de la profecía a la sabiduría fue un descenso, pero como es sabido, todo descenso tiene como propósito un ascenso. La caída de la profecía visual al mundo de la sala de estudio tuvo como único propósito ascender de nuevo a la profecía, pero de una manera que incluyera también el intelecto – tanto el basado en la Torá como la sabiduría humana general. La conexión entre profecía y sabiduría es el propósito de la Cabalá (que, dicho sea de paso, equivale numéricamente a la suma de las palabras “sabiduría” y “profecía”), y, de hecho, el primero en comenzar a enseñar la Torá oculta fue uno de los sabios: Rabí Shimón bar Iojái, el padre de la sabiduría del Zohar.

¿Cómo preparó Rabi Shimón el camino de regreso de la sabiduría auditiva a la profecía visual? Por un lado, su enseñanza, como su nombre, era auditiva e intelectual. Pero, por otro lado, se trataba de un tipo especial de escucha: Rabi Shimón no alza la voz en la sala de estudio, sino que se inclina hacia nuestro oído y susurra un secreto. Además: a diferencia de los sabios que se dirigen entre sí con la frase “ta shmá” (vengan y escuchen), Rabi Shimón y sus compañeros del Zohar se dirigen entre sí con las palabras “ta jazi” (vengan y vean). Rabi Shimón no quiere que escuchemos su secreto, sino que lo veamos. Nos lo susurra al oído para que se traduzca en nuestras mentes en “visiones de Di-s”, de modo que recreemos el espíritu de profecía que reposaba sobre nosotros en los días en estábamos “viendo las voces”.

De ver las voces a escuchar las visiones

Pero este no es el final. Como indica el nombre de Rabí Shimón, su verdadera preocupación es oír, no ver; y como indica el nombre del Zohar, su verdadera preocupación es la luz, no el sonido. De esto, entendemos que el objetivo final de Rabí Shimón y del Zohar no es ver las voces, sino algo mucho más sorprendente, extraño e interesante, que podría definirse como escuchar las visiones.

¿Qué significa escuchar las visiones, escuchar las cosas reveladas? Si ver las voces es una comprensión tangible de los mensajes espirituales, entonces escuchar las visiones debe ser lo opuesto: ¡una comprensión espiritual de la realidad tangible! Cuando alcanzamos la cima de la comprensión espiritual y profética, un estado en el que no solo oímos la voz profética con nuestro frío intelecto, sino que realmente la vemos con nuestros ojos espirituales, no debemos conformarnos con esto. En cambio, debemos volver hacia abajo, a este mundo revelado, esta vez con el objetivo de percibirlo con nuevos sentidos: en lugar de verlo tal como es, escuchar su esencia interior.

En palabras simples, el propósito de la profecía, y de la Torá en general, no es traer mensajes del Mundo Venidero a este mundo, sino revelar la profundidad de este mundo – escuchar el eco que se eleva desde la tierra.

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