RAZI Y LA SUCÁ
¡Hola a todos!
Este martes, el primer día de la fiesta de Sucot, ¡estamos por entrar en un “encierro” que va a durar una semana entera! ¿Adivinan a qué me refiero? ¡Exacto, a cuando entramos en la Sucá!
¿Por qué le digo “encierro”? Porque las cuatro paredes y el techo de ramas (sejaj) nos encierran en un lugar bueno y protegido. En los libros de Jasidut se explica que las paredes de la Sucá son como un abrazo cálido y lleno de amor de Dios, que nos envuelve por todos lados y al que estamos deseando entrar. Como dice el rezo: “Mi alma deseaba estar bajo Tu protección”.
DE LA SOLEMNIDAD A LA ALEGRÍA
En los Días de Awe (Rosh Hashaná y Yom Kipur), nuestro trabajo de teshuvá (retorno) lo hacemos con un sentimiento de respeto y solemnidad. No hablo de tenerle miedo a alguien que quiere hacernos mal, para nada. Dios es “bueno y bondadoso con los malos y con los buenos”, e incluso cuando nos castiga, es para ayudarnos a mejorar. Aun así, Dios es un Rey inmenso y nosotros somos pequeños, y a veces nos portamos mal. Ese comportamiento nos da un poco de vergüenza en Elul, Rosh Hashaná y Yom Kipur. Sobre eso se dice el versículo: “Su izquierda está debajo de mi cabeza“.
Pero en Sucot, Dios cambia totalmente el escenario. Es como si dijera: “¡Basta de llorar! Entendí, hicieron teshuvá y yo perdoné. Ahora es tiempo de festejar juntos. ¡Vengan, entren en mis brazos y reciban un abrazo largo y cálido!”.
Sobre estos días de alegría se dice: “Y su derecha me abraza“. Las tres paredes de la Sucá son como las tres partes del brazo con el que nos abrazan: el brazo, el antebrazo y la mano. ¡La teshuvá que hacemos en estos días nace de la alegría por estar cerca de Dios!
¿CUÁL ES EL SECRETO DE UN ABRAZO?
ABRAZAR “LA ESPALDA”
Cuando mi amigo Jaimito y yo jugamos juntos, la pasamos genial, aunque somos bastante diferentes. Yo le presto mi bici, él me presta su skate y todo está en paz. ¿Es para tanto? No estoy seguro, porque es fácil quererlo. Me encanta que sea travieso y a él le gusta que yo sea serio. Un amor así se llama un amor de “frente”: Jaimito me muestra su mejor cara, y yo le muestro la mía.
Pero la verdad es que cada uno de nosotros también tiene rasgos menos “simpáticos”. Yo, por ejemplo, soy un poco tacaño, y me esfuerzo un montón para que Jaimito no se dé cuenta. Este rasgo lo “empujo” hacia mi espalda, para que nadie lo note, ¡y menos Jaimito! Por cierto, también sé de algunos rasgos que Jaimito trata de ocultarme, pero está todo bien, le sigo la corriente y hago la vista gorda. En general, nos llevamos bien.
Pero, ¿qué pasaría si de repente uno de esos rasgos que se esconden en la “espalda” aparece y se pone al frente? ¿Seguiríamos siendo amigos y queriéndonos? ¿Cómo me sentiría si Jaimito se olvidara de venir a mi cumpleaños, aunque lo invité y se lo recordé tres veces? Ok, no fue a propósito, pero hay cosas que uno no se olvida. Como a mí, por ejemplo…
Justamente para momentos así existe el abrazo. Cuando abrazo, paso mi brazo (generalmente el derecho primero) alrededor del cuerpo de mi amigo y lo acerco al mío. ¡El brazo que abraza rodea también su espalda! ¿Qué me dice esto? Que quiero a mi amigo por completo, también su “parte de atrás”, esa con los rasgos que no me copan tanto. Le estoy diciendo: “¡Hermano, te quiero, a todo vos. Sos importante para mí tal como sos!”.
Cuando entramos a la Sucá en la fiesta, entramos al abrazo envolvente de Dios, el abrazo que nos acepta tal como somos.
ASPIRAR EL ABRAZO
Ok, ya entramos a la Sucá. Estamos sentados, comiendo, estudiando, festejando y sintiéndonos en casa. ¿Qué más hacemos en la Sucá? ¡Obvio, cumplimos la mitzvá de las Cuatro Especies!
El Lulav y las otras especies los sacudimos hacia los cuatro puntos cardinales –derecha e izquierda, adelante y atrás– y hacia arriba y abajo. Con cada sacudida, “disparamos” las especies, como una flecha, hacia una de las seis direcciones e inmediatamente las traemos de vuelta hacia nosotros, hacia nuestro corazón. Lo ideal es hacer esta mitzvá justamente dentro de la Sucá.
¿Qué estamos haciendo en realidad? El abrazo de Dios en la Sucá nos envuelve por fuera, pero quizás a un poco de distancia. Nosotros lo queremos más cerca, que el abrazo realmente penetre y entre dentro de nosotros, en nuestro corazón. Para eso sacudimos el Lulav. Las Cuatro Especies me recuerdan a una especie de aspiradora. Con cada sacudida, “aspiramos” algo del abrazo de Dios que nos rodea, y lo hacemos seis veces, hacia todas las direcciones posibles. De cada uno de los lados, “tomamos” algo único para nosotros.
¿Quieren saber qué? Pasen a la página siguiente y súmense a un viaje de sacudidas súper corto… Mientras tanto, pueden relajarse en la sucá y disfrutar de este largo abrazo…
¡Que logremos sentarnos a la sombra de la fe! ¡Jag Sameaj! Razi




