Y LA OBRA DE LA CARROZA
MAASÉ BERESHIT
MAASÉ MERCAVÁ
En la tradición judía desde la antigüedad hasta hoy hay dos tipos de enseñanzas místicas denominadas Maasé Bereshit, la Obra o Relato de la Creación y Maasé Merkavá, la Obra o Relato de la Carroza. Maasé Bereshit explora la cosmología mística que se encuentra en el relato de la creación de la Torá. Maasé Merkavá se centra en la visión de Ezequiel como se registra en el primer capítulo de su libro. Sin embargo, Maasé Merkavá se entiende de una manera más general como el producto de una profunda meditación mística que abre niveles más altos de conciencia y experiencia mística para el practicante. Así, junto con la descripción de Ezequiel de sus experiencias de la Carroza, otros como los profetas Isaías y Zacarías y el visionario Daniel también registraron sus visiones de la Merkavá.[1]
En última instancia, el propósito de la creación y Maasé Bereshit solo se cumple con la creación de la humanidad y la revelación de los secretos de Maasé Merkavá. ¿Cómo es esto? Las letras de la raíz de la palabra מרכבה, Merkavá, son מרכ”ב, murkav, que significa complejo, compuesto o formado por varias partes. Los seres humanos como creación final son un complejo compuesto de un aspecto físico y otro espiritual, cuerpo y alma, atributos animales y divinos. Por lo tanto, existe una conexión intrínseca entre los complejos secretos de Maasé Merkavá y la naturaleza existencial del alma humana.
Hay otra perspectiva de que, desde la creación hasta la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, toda la realidad transcurrió de acuerdo con Ma’asé Bereshit, codificada en las leyes de la naturaleza. En el primer día de la creación, Di-s creó los cielos y la tierra, sin embargo, hubo un decreto divino de que la realidad espiritual superior, el cielo, no podía descender completamente a la tierra, y la tierra, el plano material, no podía ascender completamente a los cielos. Por lo tanto, había una cierta división entre los reinos espirituales y los físicos.
En la entrega de la Torá en el Sinaí, Di-s anuló este decreto intrínseco a Ma’asé Bereshit, como está dicho: “Di-s descendió al monte Sinaí hasta la cumbre de la montaña; Di-s llamó a Moisés a la cima de la montaña, y Moisés ascendió”.[2] La anulación del decreto significa que ahora hay un aspecto del cielo dentro de la tierra y de la tierra dentro del cielo. Este compuesto de energías es la esencia de Maasé Merkavá.
Un versículo en los Salmos[3] describe a Di-s montado, por así decirlo, en un carroza de ángeles en el Sinaí: “La carroza de Di-s es dos veces diez mil veces miles de ángeles. Di-s estaba entre ellos en el Sinaí en Su santidad”. Es importante tener en cuenta que, en la festividad de Shavuot, cuando celebramos la recepción de la Torá en el Sinaí, la Haftará, la sección de los profetas que leemos, es el primer capítulo de Ezequiel y su relato de Ma’asé Merkavá.
Al final del sexto día de la creación está escrito: “Y era la tarde y era la mañana, Iom hashishi, el sexto día”.[4] Después de todos los demás días de la creación también está escrito: “Y era la tarde y era la mañana…” seguido del número del día en secuencia; Sin embargo, todos los demás días están numerados sin la letra Hei (“el”). Rashi en este versículo señala que la letra hei se agrega al sexto día para aludir al hecho de que toda la creación estaba “bajo condición”, dependiente, y en cierto sentido “se mantenía en suspenso” hasta el sexto de Siván, cuando Israel recibiría la Torá en el Sinaí. En este día, era como si toda la creación fuera a ser reiniciada, actualizada, creada de nuevo, ‘completada’, por así decirlo. De acuerdo con la perspectiva de que la entrega de la Torá representa la transición de Ma’asé Bereshit a Ma’asé Merkavá, este Rashi refuerza este punto de vista.
Desde una perspectiva aún más profunda, la revelación en el Sinaí el seis de Siván representa la unidad holística de estas dos tradiciones místicas. Porque verdaderamente, desde el principio, el fundamento y el propósito de la creación dependieron en última instancia de que la Torá se introdujera en el mundo, precipitando la anulación del decreto que separaba lo espiritual y lo físico.
Esta unidad de arriba y abajo ya está presente en la creación misma de la humanidad. Nuestros Sabios enseñan que el Santo, Bendito Sea, dijo: si creo al hombre desde la realidad superior, vivirá y no morirá, si desde la realidad inferior morirá y no vivirá, más bien lo crearé tanto desde lo superior como desde lo inferior – si peca, morirá y si no, vivirá.
Rashi revela otra tradición que respalda la visión anterior sobre la naturaleza compuesta de la humanidad. En el primer día, Di-s creó las realidades superiores e inferiores, el cielo y la tierra. Estas corresponden a la realidad superior de la espiritualidad y a una realidad inferior de la fisicalidad, que finalmente se traducen en los ámbitos del alma y el cuerpo. El segundo día, se forma el firmamento, separando las aguas superiores de las inferiores. Aquí, el enfoque, según el Midrash, recae principalmente en el ámbito superior, mientras que, al tercer día, se reúnen las aguas inferiores y surge la vegetación, que representa el reino inferior. El cuarto día da lugar a los cuerpos celestes – el sol, la luna y las estrellas – que vuelven a representan el ámbito o reino superior una vez más. El quinto día introduce a los peces, insectos y aves que habitan en el mundo inferior.
Luego, en el sexto día, a medida que se crean los humanos, se establece un profundo equilibrio entre los reinos superior e inferior. Rashi comenta que Adán, que representa tanto el reino superior como el inferior, un alma y un cuerpo, fue creado de esta manera para mantener el equilibrio del universo. El patrón alterno entre los reinos superior e inferior a lo largo de los días de la creación culmina en este equilibrio armonioso.[5]
Esta profunda tradición proporciona una idea del significado del nombre Adán (אדם), donde la letra alef (א), simboliza el reino superior: la espiritualidad, los niveles excepcionalmente superiores del alma humana, la conciencia con propósito y la Divinidad, y la segunda sílaba, dam (דם), que significa sangre, representa el reino inferior: el cuerpo y el nivel inferior del alma.
Según la tradición, si Adán no hubiera pecado, se habría convertido en el primer judío, como lo fue Abraham. Sin embargo, Adán pecó, y ahora Israel tiene la tarea de rectificar ese pecado y, de hecho, está llamado a rectificar a la humanidad y toda la realidad. Los Sabios afirman que “los Patriarcas, ellos son la Merkavá“.[6] Su conciencia estaba imbuida de ser una carroza, un vehículo para que Di-s descendiera y habitara en este mundo. Este nivel de conciencia está encapsulado en el Shemá, la declaración cardinal de fe del judaísmo: “Escucha, oh Israel, Di-s es nuestro Di-s, Di-s es uno”[7] La fe y la conciencia de la unidad de Di-s es sinónimo de la experiencia contemplativa y profética de Maasé Merkavá.
La unidad de los mundos superiores y los mundos inferiores, tal como se enseña y experimenta en Maasé Merkavá, se ve en los equivalentes numéricos de las tres letras (alef, jet y dalet) de la palabra “uno”, ejad, – 1,8,4 respectivamente. Se consideran estos números como portadores de una intención espiritual básica al recitar el Shemá: visualizar como se atrae a Di-s, que es Uno (alef), a través de los siete cielos y la tierra (7 y 1 = 8; jet), de modo que Su Unidad se extienda y se manifieste en las cuatro direcciones del mundo (dalet).[8]
Otra forma de ver la unidad de Ma’asé Bereshit y Ma’asé Merkavá proviene de una parte de las oraciones en Rosh Hashaná: “Este es el día, el comienzo de Tus obras (ma’aseja), un recuerdo del primer día”. La palabra ma’aseja está escrita en tiempo plural y comparte la misma raíz que Maasé, aludiendo así a la idea de que se está hablando de dos tipos de obras o acciones: Maasé Bereshit y Maasé Merkavá – las cuales, en su raíz están intrínsecamente unidas. Ya que, según la tradición, Rosh Hashaná corresponde al sexto día de la creación, el día en que el ser humano es creado, se nos enseña nuevamente que Maasé Merkavá representa el potencial interno de Maasé Bereshit, ya presente desde el primer día de la creación.
Al tratar la correspondencia entre las diez expresiones del habla a través de las cuales Di-s creó el mundo (“y Di-s dijo”) y los Diez Mandamientos revelados en el Sinaí, los sabios afirman que el discurso de la creación fue considerado, por así decirlo, “mundano” en comparación con el discurso en el Sinaí. Por lo tanto, relativamente, Maasé Bereshit es algo “mundano” en relación con Maasé Merkavá.
Mientras que Maasé Bereshit ofrece una amplia visión general de la creación, Maasé Merkavá profundiza en la mecánica interna detallada: el flujo de energía divina, la estructura de los mundos y la manera en que las realidades espirituales interactúan con las físicas. Es un mapa no solo del cosmos, sino también del alma.
Ver Ma’asé Bereshit y Ma’asé Merkavá como enfoques complementarios de estudio, contemplación y meditación corresponde, en nuestros días, a la unidad esencial que debe darse entre la Torá y la ciencia. La Torá representa la sabiduría de arriba, mientras que la ciencia alude al conocimiento secular de abajo. De manera similar a cómo Di-s anuló el decreto que impedía que los mundos superiores descendieran y los mundos inferiores ascendieran, nos corresponde hoy trascender la brecha histórica que separa la Torá y la ciencia.
Que tengamos el mérito de profundizar cada vez más en los secretos de estas dos tradiciones místicas y aprendamos a traducir la unidad entre ellas no solo en la unidad entre la ciencia y la Torá, sino en la revelación de la unidad de Di-s en todas las cosas.
[1] Isaías, capítulo 6; Zacarías, capítulos 2 y 4; Daniel, capítulo 7
[2] Éxodo 19:20
[3] Salmos 68:18
[4] Génesis 1:31
[5] Rashi sobre Génesis 2:7
[6] Bereshit Rabá 47:6
[7] Deuteronomio 6:4
[8] Shuljan Aruj; Orej Jaim 61:5




