UNIVERSIDAD DE LA TORÁ: Psicología jasídica
PARASHÁ: Nitzavim
En la tarde del Shabat Nitzavim de 5785, el rabino Ginsburgh impartió una clase en su casa a los estudiantes de la Ieshivá Shiloh Hesder. Una parte de la clase analizó los cuatro temas presentes en la parashá. Los dos primeros, unidad (ajdut, en hebreo) y responsabilidad mutua (arvut, en hebreo), se analizaron de una hermosa manera que nos ayuda a comprender nuestro papel en la vida y nos brinda una mejor idea de en qué debemos trabajar para crear mayor unidad entre el pueblo judío.
Este extracto de la clase fue publicado por primera vez en la edición Ha’azinu-Sucot 5786 de Nifla’ot.
Unidad y responsabilidad mutua
Dos de los cuatro temas de la parashá Nitzavim son la unidad y la responsabilidad mutua. Son conceptos afines, pero distintos. Veamos cómo.
La unidad del pueblo judío en hebreo es ajdut, אַחְדוּת. La responsabilidad mutua es conocida como arvut, עַרְבוּת.[1] La unidad se asocia con la sefirá de corona, donde todos estamos unidos como uno solo, una parte integral. Pero la responsabilidad mutua – ser responsables los unos por los otros – implica que existe cierta separación, por lo que la unidad ha descendido a nuestra realidad donde las personas llevan vidas separadas. Aun así, la Torá nos dice que, a pesar de la separación percibida, somos responsables de la conducta de los demás.
La responsabilidad mutua se asocia con la sefirá de sabiduría, porque la experiencia interna de la sabiduría es la autoanulación. Para garantizar que otros no resulten perjudicados por mi conducta personal, que es el objetivo de la responsabilidad mutua, cada uno de nosotros debe anularse a sí mismo, sus intereses egoístas y vanidosos, y con ello salvar la brecha creada entre nosotros y los demás en esta realidad física. La autoanulación es, por lo tanto, el remedio para la separación consciente entre las personas.
La unidad se aborda en el primer versículo de la parashá Nitzavim: «Hoy estáis todos vosotros ante Havaia vuestro Di-s… tanto los que estáis presentes y estáis hoy con nosotros ante Havaia nuestro Di-s como los que no están aquí con nosotros».[2] La responsabilidad mutua aparece un poco más adelante en la parashá con las palabras: «La [conducta] oculta es dominio de Havaia nuestro Di-s, pero la [conducta] revelada es para nosotros y nuestros hijos para siempre, para asegurar que toda esta Torá se guarde».[3]
Una pregunta interesante es qué sucedió para quebrar la unidad y crear personas con realidades separadas que deben esforzarse por la responsabilidad mutua (עַרְבוּת הֲדָדִית). ¿Qué causó este descenso desde la corona a la sabiduría? Entre los dos versículos citados, la Torá describe muchas calamidades casi tan severas como las maldiciones de la parashá Ki Tavó. ¿Por qué la Torá las menciona aquí? «No sea que haya entre vosotros algún hombre o mujer… cuyo corazón se esté apartando ahora mismo de Havaia, nuestro Di-s…; no sea que haya entre vosotros una cepa que brote hierba venenosa y ajenjo».[4] Estas malas hierbas del pecado quebrantan la unidad.
Los pecados provocan la desintegración de nuestra unidad, de manera negativa. De ello se deduce que la desunión entre las almas es el principal significado negativo del pecado, y que la teshuvá por un pecado significa principalmente restaurar esa unidad. Normalmente, en Jasidut, el efecto del pecado se describe como la aparición de alguna mancha en lo alto. Existen canales divinos que canalizan la energía espiritual, y los pecados los dañan, obstruyéndolos. Pero la parashá Nitzavim nos invita a meditar en que los pecados causan desunión entre el pueblo judío.
El pecado es producto del egoísmo individualista. Al pecar, uno se aísla, creyendo ser una realidad separada del resto de Israel. El objetivo de nuestro servicio divino es «unir al Santo Bendito sea y a su Shejiná [Presencia], en el nombre de todo Israel». Pero el pecado nos impide alcanzar este objetivo.
El fin y los medios
Para entender la relación entre la unidad y la responsabilidad mutua, examinemos con mayor profundidad su correspondencia con la corona y la sabiduría. La sefirá de corona se conoce en la Cábala como «el infinito».[5] Sabiduría es donde se produce la contracción del infinito (luz o revelación de la Divinidad) hasta un único punto.[6] Esta contracción es necesaria porque los recipientes no pueden contener la luz del infinito, la luz de la corona. Los recipientes se asocian principalmente con la sefirá de entendimiento (biná), pero comienzan a formarse ya en sabiduría, donde se les conoce como «letras abreviadas-condensadas»[7], otiot ktzarot (אוֹתִיּוֹת קְצָרוֹת).
Al trasladar estos conceptos al ámbito de las almas y al pueblo judío, podemos ver que se requiere cierta contracción entre las almas, ya que conforman un todo unido, y la forma en que se manifiestan en los cuerpos en esta realidad física. Como se explicó, la contracción – el paso de la unidad a la responsabilidad mutua – se produce a causa del pecado, que contrae la luz de la unidad. En otras palabras, el Todopoderoso desea que ocurra esta contracción, razón por la cual la realidad fue creada intencionalmente con el potencial para el pecado. De otro modo, no habría espacio para que se formaran los recipientes. Dicho sea de paso, los recipientes se forman plenamente cuando una persona que ha pecado se esfuerza por hacer teshuvá.
Uno de las piedras angulares de las enseñanzas del Baal Shem Tov es que la contracción no es literal; en otras palabras, no debe entenderse como una descripción realista, y de ello se deduce que incluso los pecados aparentemente cometidos no han transformado para siempre la unidad en responsabilidad. De hecho, se podría argumentar que la razón por la que la responsabilidad funciona es porque todavía tiene un atisbo de la unidad suprema en su interior. La responsabilidad mutua es, por tanto, la forma contraída y limitada de unidad que sigue estando disponible para todos aquellos que buscan genuinamente la unidad divina entre todas las almas.
[1] En hebreo moderno, normalmente se oye a la gente decir, arvut hadadit עַרְבוּת הֲדָדִית.
[2] Deuteronomio 29:9.
[3] Ibíd. v. 28.
[4] Ibíd. v. 17.
[5] Zohar 3:258a.
[6] Véase Tania, Igueret HaTeshuvá, cap. 4, donde se indica que las cuatro letras del Nombre esencial de Di-s, Havaia, corresponden a las etapas de la Creación descritas como: contracción, expansión, extensión y una segunda expansión. Así, la iud, que también corresponde a sabiduría, representa la etapa de contracción.
[7] Tikunei Zohar 19 (41b). Rebe Hilel del Likutei Be’urim de Paritch sobre Sha’ar HaIjud, pág. 175a. Véase también Sha’ar HaEmuná, cap. 5.




