¡Hola, niños!
Razi nos contará sobre autos y carrozas, y también cómo convertir una clase de aritmética en una clase de Jasidut.
Escrito por Shilo Ofen
En los Shabatot pasados y en los que vendrán, estamos leyendo la historia de las vidas de nuestros santos Patriarcas: Abraham, Itzjak (Isaac) y Yaakov (Jacob). En los libros de la Cabalá y el Jasidut se explica que los Patriarcas sirven para nosotros como un ejemplo vivo de la Carroza (Merkavá) de Dios. Dios tiene una carroza, y las cuatro patas que la sostienen, aquí en nuestro mundo, incluyen a los tres Patriarcas, a los que se suma el Rey David y completa el número.
¿Alguna vez han visto un auto que arranca solo y comienza a conducir sin un conductor? No existe tal cosa. La verdad, escuché que en el extranjero ya inventaron vehículos automáticos, que saben la ruta de antemano e incluso saben cómo integrarse en el tráfico con otros vehículos sin chocarlos. De todos modos, incluso esos vehículos necesitan una mano humana que los programe de antemano.
Entonces, ¿qué significa que un judío se convierte en una carroza para Dios? La respuesta es: cuando se comporta exactamente como el vehículo. No mueve su mano, ni siquiera en el movimiento más ligero, sin la aprobación del control superior. Si Dios no obtiene satisfacción (kórat rúaj) de eso, ¡él será incapaz de hacerlo!
Esta cualidad, por supuesto, está reservada para unos pocos Tzadikim (justos), como los Patriarcas, y por eso nuestros Sabios nos enseñan: “¡Los Patriarcas, ellos son la Carroza!”.
Bueno, de ángeles y carrozas entiendo un poco menos… ¡Pero podemos encontrar la carroza de Dios también en nuestras vidas! ¿Dónde? Se sorprenderán al oírlo, pero incluso en… ¡la clase de aritmética! ¿Les parece bien una clase corta?

Suma – Adición con Bondad (Jésed)
La primera operación es, por supuesto, la suma. Es lo primero que aprende cada niño en primer grado cuando recién empieza a estudiar aritmética. “Suma” (jibur) es una palabra de adultos. Generalmente, se lo explicamos al niño pequeño usando una palabra más simple: ‘y más’ (ve’od). Le preguntamos: “¿Cuánto es un camión y más otro camión? ¡Dos camiones! ¿Cuánto son cinco caramelos y más cinco caramelos? Diez caramelos”.
¿Por qué es lo más divertido explicar primero la operación de la suma? Porque si tengo algo que me gusta —un dulce o un juguete— es obvio que me alegraré mucho de agregar más a mi inventario, tener más y más, malán (miles).
La operación de la suma me recuerda a la Sefirá (atributo) del Jésed (Bondad). Así como quiero más y más para mí, así me alegro y disfruto dando a los demás, más y más. Cuando traigo un dulce de casa y veo a mis amigos, a los que quiero, me dan ganas de repartirles. ¿Por qué debería tener solo yo? ¡Que todos tengan! Meto la mano en la bolsa y doy uno, y otro más, y otro más. ¿Se dieron cuenta cuántas veces dije la palabra ‘y más’? Por cierto, la palabra ‘suma’ (jibur), la de los adultos, recuerda a otra palabra importante: amigo (javer). Cuando nos queremos el uno al otro y nos damos el uno al otro, ¡se revela cuánto somos amigos!
¿Quién es el Tzadik que usó mucho la operación de la suma? Abraham Avinu. Él le revela a cada persona en el mundo cuánto la ama Dios. ¡Esparce amor por el mundo y hace que todos sean amigos! Así, él se convierte en una ¡carroza para la Sefirá de Jésed!
Resta – Reducción con Rigor (Guevurá)
Ahora imaginen el siguiente caso: regresé a casa al final del día y ¿quién me espera en la puerta? ¡Moishi! “¡Ups, qué vergüenza! Se lo había prometido…”. “Razi”, se dirige a mí con ojos suplicantes y yo sé exactamente lo que me va a preguntar: “¿Me dejaste?”.
Aunque no fue con mala intención, quería ser bueno con todos, pero me olvidé de Moishi y de la promesa que le hice. Así que resulta que, además de la operación de la suma, dar más y más a todos, debería haber usado otra operación aritmética, que es básicamente todo lo contrario. Esta es la operación de la resta. Sí, debería haber guardado a un lado para Moishi. Es decir, 50 caramelos menos 5 para Moishi = 45 para mí y mis amigos.
¿Qué Sefirá me recuerda la operación de la resta? La Sefirá de Guevurá (Rigor). Debería haberme sobrepuesto (hitgaber) a mi inclinación (buena) que quería repartir a todos sin medida, ser un poco “tacaño” y dejar para Moishi. El atributo de Guevurá teme al resultado negativo que podría ocurrir si damos indiscriminadamente. En el servicio a Dios, este temor se llama reverencia (Yirá). Quien teme a Dios y Le tiene pavor, se cuida y es meticuloso en el cumplimiento de las mitzvot con el máximo embellecimiento y detalle.
Itzjak Avinu, el maestro del atributo de la reverencia, sirve como la segunda pata de la carroza. ¡Él es una carroza para la Sefirá de Guevurá!
Multiplicación – “¡Y te expandirás!”
Hasta aquí fue un ‘juego de niños’ de primer o segundo grado. ‘Más’ o ‘menos’ (suma y resta, ¿recuerdan?) son las operaciones fáciles de calcular. Pero en tercer grado, el asunto ya se vuelve más complicado: empezamos a aprender la multiplicación.
¿Cuántos hijos tuvieron Abraham y Sarah? Uno: Itzjak Avinu. ¿Cuántos hijos tuvieron Itzjak y Rivka? Dos: Yaakov y Esav. Uno más uno… Pero, ¿cuántos hijos tuvo Yaakov Avinu? ¡Muchos! Reuvén, y más Shimón, y más Leví, y más Yehudá, y más… ¡Un segundo, esperen! Se me acaban los dedos. Al menos yo, solo tengo diez. ¿Hay otra forma de contarlos?
Aquí entra la operación de la multiplicación. Yaakov tuvo cuatro esposas —Leah y Rajel, Bilhá y Zilpá— y cada una de ellas tuvo varios hijos. Tres de ellas tuvieron dos hijos cada una, excepto Leah, que tuvo seis. Así que aquí tenemos un ejercicio de multiplicación: tres mujeres [Rajel, Bilhá y Zilpá] por dos hijos, más una mujer [Leah] por seis hijos [Reuvén, Shimón, Leví, Yehudá, Isajar, Zevulún].
Yaakov Avinu es ordenado y bendecido con la bendición de “Y te expandirás (U’faratztá) al oeste y al este” y con una multitud de hijos, hasta el punto de que todo el pueblo de Israel es llamado por su nombre. Yaakov sirve como la tercera pata de la carroza, la Sefirá de Tiferet (Belleza/Armonía) – ¡”La Belleza de Israel”!
División – El Control del Rey
Tenemos un Talmud Torá (escuela) gigante. Quinientos alumnos es un número nada despreciable. La costumbre en nuestra escuela es que cada Rosh Jodesh (comienzo de mes), antes de salir a casa (¡temprano!), cada alumno recibe un pequeño premio, un helado de hielo o una bolsita de chocolatada. ¿Qué creen que pasaría si a las 13:30, con el último timbre, los quinientos alumnos se presentaran en la puerta de la secretaría para recibir lo que les corresponde? ¡Claro! ¡Nadie recibiría nada! Bueno, sí, recibirían gritos y empujones… Cada uno empujaría al otro, y el director detendría el evento de inmediato.
Para controlar la situación, el director deberá recurrir a la cuarta operación aritmética: ¡necesita dividir! Ya a las diez de la mañana, cuando el envío llega a la secretaría, se dividirán los premios según el número de clases y según el número de alumnos en cada clase. Así, cada maestro solo tendrá que repartir a los 30 alumnos de su clase. Si fuera necesario, el maestro volverá a repetir la misma operación en su clase, y dividirá el botín según el orden de las filas.
¿Qué aprendo de esto? Que el director debe realizar una operación de división para ‘reinar’ y controlar lo que sucede (por cierto, habrá alumnos que directamente no recibirán nada, debido a un comportamiento inapropiado, y esa también es una decisión del director).
La operación de la división en aritmética pertenece al Rey. Quien sostiene la cuarta pata de la carroza es el Rey David, ¡que sirve como carroza para el atributo del Maljut (Reino) de Dios en el mundo!
¡Que tengamos el mérito de sumar y restar, multiplicar y dividir, en honor a Dios, bendito sea!
¡Shabat Shalom U’Mevoraj!
Razi




