*SHAVÚA TOV*
🔸*UNA HISTORIA JASÍDICA*🔸
*PARA DESPEDIR AL SHABAT*
*_Es costumbre contar una historia jasídica sobre el Baal Shem Tov al terminar Shabat por la noche en una comida de Melavé Malká, acompañando a la Reina, el Shabat_*
*_Una segulá para un buen sustento, para tener hijos y tener satisfacciones de los niños, para una vida buena y larga y para salud_*
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*ANTES DE LA HISTORIA:*
*REVISTA DIMENSIONES DE LA SEMANA VAIETZE*
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🎻 *AQUÍ LA HISTORIA:*
*MÁS QUE EN VIDA*
*EL ADMUR HAEMTSAÍ*
Rabí Dov Ber Schneuri, el Admur HaEmtsaí, fue el segundo Rebe en la dinastía Jabad, hijo y sucesor del Admur HaZaken, autor del Tania. Nació gracias a la bendición del Maguid de Mezeritch y recibió su nombre en su honor. Fue famoso por la longitud y profundidad de sus discursos jasídicos, y su yerno, el Tzemaj Tzedek, dijo de él: “Si cortaran a mi suegro un dedo, no saldría sangre, sino jasidut”.
Al igual que su padre —el Admur HaZaken— también fue encarcelado debido a las delaciones de los opositores. Su día de liberación del encarcelamiento es el 10 de Kislev. El día anterior, 9 de Kislev, es tanto su cumpleaños como el día de su fallecimiento, cumpliéndose abiertamente en él el versículo: “El número de tus días completaré”. El Admur HaEmtsaí dirigió el liderazgo por 15 años y falleció mientras enseñaba un discurso jasídico, en las palabras: “Porque contigo está la fuente de la vida, vida de las vidas”. Descansa con honor en la ciudad de Niezjin, Ucrania.
Un judío de la ciudad de Wilkomir (Lituania), dedicado al comercio de tabaco, viajó una vez a la zona de Niezjin para comprar allí mercancía. No pertenecía al grupo de los jasidim, pero era un amigo cercano del jasid Rabí Iaacov Kaidner z”l (autor de Metzaref HaAvodá y Sipurim Nora’im), también residente de Wilkomir.
Antes de su viaje pasó a despedirse de Rabí Iaacov, como es costumbre entre amigos. Rabí Iaacov le dijo:
“Mi querido amigo, aunque no formes parte de los jasidim, te pido que cuando llegues a Niezjin vayas a postrarte sobre la tumba del gran tzadik allí enterrado, el Admur HaEmtsaí de Lubavitch, hijo del Admur HaZaken, el autor del Tania”.
El amigo prometió que lo haría.
El comerciante salió de viaje, y el trayecto se prolongó más de medio año, pues todavía no había trenes en el país y el camino desde Wilkomir (en Lituania) hasta Niezjin (en la Pequeña Rusia, “Bielorusia”) era largo y difícil. Sus negocios no prosperaron.
Al mismo tiempo, su esposa enfermó gravemente, y los médicos perdieron esperanza en su vida. Un día se desmayó y tres médicos especialistas permanecieron con ella toda la noche, pero no pudieron reanimarla. Perdiendo esperanza, abandonaron la casa. Este estado continuó hasta las diez de la mañana, cuando de repente despertó y poco a poco comenzó a recuperarse. En el transcurso de un mes sanó completamente, sin médicos ni medicinas. Fue una maravilla para todos.
Tras varios meses, el comerciante regresó a casa. Apenas entró —antes incluso de quitarse el abrigo o cambiarse la ropa del viaje— corrió rápidamente a ver a su amigo Rabí Iaacov.
Rabí Iaacov le dio la bienvenida y le preguntó:
“¿Es esta forma de comportarse? Después de estar fuera más de medio año, ¿no te quedaste siquiera un momento para alegrar a tu esposa y a tu familia, y corriste de inmediato a verme?”
El comerciante respondió:
“Hay una razón especial, un gran prodigio”, y comenzó a relatar:
“Por diversas causas, mis negocios no tuvieron éxito. Perdí todo lo que tenía y además me endeudé. Durante todo el viaje sentí un gran desasosiego; imaginaba ver a mi esposa muy enferma.
Cuando llegué a Niezjin, recordé mi promesa y fui a postrarme en la tumba del tzadik. Entré a la mikve y luego al ohel.
Al entrar en la presencia del santo tzadik, cayó sobre mí un temor impresionante; el vello de mi cuerpo se erizó. Jamás había sentido un miedo así. Hacía frío, y aunque estaba bien abrigado y durante todo el viaje no lo había sentido, allí mi cuerpo se enfrió de pies a cabeza del terror. Pensé huir, pero me dije: ‘Del tzadik no puede venir ningún mal; ¿por qué huir?’
Empecé a leer Zóhar, Tehilim y fragmentos de Maavar Yabok escritos en la pared. Mientras los recitaba, lloré sin parar como nunca antes en mi vida; mis ojos derramaban torrentes de lágrimas.
Luego coloqué dos pidionot sobre la tumba: uno por mí y toda mi familia, y otro por mi esposa en particular, pues intuía que estaba gravemente enferma.
En el instante en que puse los pidionot, mi alma se llenó de una alegría y un deleite indescriptibles, como nunca había experimentado. No quería abandonar el ohel, pues sentía allí un sabor de Gan Eden. Permanecí en ese estado dos horas, pues me costaba separarme de un deleite tan sublime.
Al salir, viajé de regreso feliz.
Al llegar a casa, pregunté por mi esposa, y me contó todo lo sucedido: que estuvo inconsciente toda la noche, que los médicos la habían abandonado, y que a las diez de la mañana comenzó a recuperarse. Cuando pregunté por la fecha exacta, recordé que era exactamente el día y la misma hora —diez de la mañana— en que coloqué los pidionot en la tumba del tzadik.
Al oír esto, corrí inmediatamente a contártelo”.
Cuando terminó su relato, añadió:
“Si vuestros tzadikim, después de su fallecimiento, están vivos y brillan como estrellas del cielo, ¡cuánto más grande debe haber sido su santidad en vida!”
Rabí Iaacov respondió:
“Al contrario. Nuestros Sabios dijeron: ‘Grandes son los tzadikim en su muerte más que en su vida’”.
(Sipurim Nora’im)
Rabí Menajem Mendel de Kotsk solía decir que todo jasid necesita dos Rebes: uno vivo en este mundo y otro en el Mundo de la Verdad. Esta idea fue enfatizada también por el Rebe de Lubavitch al hablar de su suegro como el “líder de nuestra generación”, incluso tras su fallecimiento.
¿A qué se refiere esta dualidad y cuál es la fuerza particular de los tzadikim justamente después de su muerte?
La esencia del Baal Shem Tov y de todo el movimiento jasídico es acercar la llegada de los días del Mashíaj. Como movimiento mesiánico, el jasidut busca lo que el Rebe llamó:
“Luces del Tojú en recipientes de Tikún” — introducir una luz divina ilimitada en nuestro mundo físico.
Para entenderlo, observemos cómo se percibe a los tzadikim en vida y después de su muerte:
En vida, incluso el más grande de los tzadikim enfrenta dificultades: economía, cansancio, enfermedades, emociones. Tiene grandeza, puede liderar multitudes, pero sigue atado —en alguna medida— a este mundo.
Cuando muere, sin embargo, “estas cosas son recordadas y actualizadas”: lo pequeño desaparece, lo insignificante se borra, y solo queda lo esencial, lo eterno, lo “muy bueno”.
El Midrash dice que en el Sefer Torá de Rabí Meir estaba escrito:
“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno muerte”
(en vez de “muy bueno”).
Porque la muerte elimina lo trivial y revela la esencia, lo ilimitado, el aspecto de Tojú del alma.
Por eso el jasid necesita dos tipos de tzadik:
- Uno que trasciende completamente el mundo, conectándolo al nivel infinito y esencial.
- Uno que vive dentro del mundo engañoso, capaz de traducir esa luz en recipientes prácticos y rectificados.
En Jabad, dice el Rebe, esto no es contradicción:
Hay un solo Rebe, que incluye las almas de todos los Rebes anteriores.
Él es a la vez “fuera del mundo” y “dentro del mundo”; vivo y, al mismo tiempo, más allá de la vida. Por eso puede influir tanto en las almas de los vivos como de los fallecidos — tal como el Maguid había señalado que sería la señal del verdadero sucesor.
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*ITZJAK FEIVISH BEN BREINA MALKA*
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Iosef Itzjak ben Avraham ve-Sterna Sara
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