PRIMERA LECTURA:
REPLANTEAR LA GENÉTICA BASÁNDOSE EN LA TORÁ
אִשָּׁה֙ כִּ֣י תַזְרִ֔יעַ וְיָלְדָ֖ה זָכָ֑ר
(תזריע יב, ב)
“Una mujer cuando produce semilla y da a luz un varón.”
(Levítico 12:2)
La teoría fundamental de la genética afirma que los genes – cadenas de nucleótidos de nuestro ADN que son el núcleo de las características de todo organismo vivo – actúan en parejas. Un gen se describe como dominante y el otro se considera recesivo.
Por ejemplo, en los humanos, un par de genes define el color de ojos del individuo: marrón o azul. En este par, el gen marrón se considera dominante y el azul, recesivo. Lo que esto significa es que el individuo recibe la mitad de su ADN de su padre y la otra mitad de su madre. Si una de estas mitades contiene el gen que codifica los ojos marrones, incluso si la otra contiene el gen de los ojos azules, el color de ojos del niño (el fenotipo) será marrón. Sólo si ambos conjuntos de ADN de ambos padres contienen el gen que codifica los ojos azules, el niño tendrá ojos azules.
Curiosamente, este modelo nos permite describir el género como otra característica del cuerpo que está determinada por un par de genes, uno que codifica lo masculino y el otro lo femenino. Estos genes están ubicados en los cromosomas, que son largas cadenas de ADN que pueden contener cientos y miles de genes. Los dos cromosomas que codifican los géneros masculino y femenino se conocen como Y – el cromosoma masculino – y X – el cromosoma femenino. Estos nombres en realidad, describen la forma física de los dos cromosomas. Para codificar un fenotipo masculino, el ADN del niño debe tener cromosomas YX. Para codificar un fenotipo femenino, el ADN del niño debe tener cromosomas XX. Por lo tanto, el cromosoma Y, que cuando está presente dicta que el niño será varón, es relativamente dominante con respecto al cromosoma X. Esto refleja la afirmación de los sabios (asociada a una explicación del versículo: “Sed fructíferos y multiplicaos, llenad la tierra y conquistadla”[1]) de que “es la naturaleza del varón conquistar; no es la naturaleza de la mujer conquistar.”[2]
Sin embargo, parece que la contribución al fenotipo de género del niño no se reparte por igual entre el padre y la madre. La madre, que tiene XX, sólo puede aportar un cromosoma X, por lo que sólo el padre puede aportar un cromosoma Y (de su configuración YX) y es el padre únicamente el que “determina” el género del niño. Sin embargo, la Torá parece afirmar que la madre también desempeña un papel en la determinación del género del niño, como vemos en el versículo, “La mujer cuando produce semilla y da a luz a un varón”.[3]
La forma de conciliar los dos puntos de vista sobre la contribución de la mujer al género de su descendencia es reconociendo que el modelo genético trata el gen recesivo (y por extensión, el cromosoma) como no contribuyente y no activo en el organismo individual. La razón por la que es portado por un individuo es permitir su transmisión a generaciones futuras de la especie. Por ejemplo, el cromosoma X en el hombre es recesivo, ya que el fenotipo del varón no depende del cromosoma X – el cromosoma femenino del hombre-, específicamente no depende de los genes determinantes del género en el cromosoma X. De manera similar, en una mujer, el segundo cromosoma X se considera recesivo en cuanto a la determinación de su género.
Pero según la Torá, todo tiene valor, incluso aquí y ahora (no sólo en el futuro). Son precisamente aquellas cosas que parecen recesivas o inactivas (lo que las convierte en pasivas) las que constituyen el secreto del éxito. Este es también el secreto del pueblo judío, como aluden los sabios al afirmar que nuestro calendario se basa en la luna[4] (יִּשְׂרָאֵל מוֹנִין לַלְּבָנָה), cuya luz es pasiva, ya que se origina en el sol, mientras que las naciones basan su calendario en el sol, que es dominante. Debemos concluir entonces que el cromosoma X recesivo no carece de significado ni en el hombre ni en la mujer. En el hombre, funciona como un atributo “femenino” oculto, mientras que, en la mujer, ¡actúa como un atributo “masculino” oculto!
Para ilustrar la contribución del cromosoma X recesivo, podemos relatar una historia contada sobre el Rebe de Kotzk. Uno de sus jasidim acudió a él y se quejó de que, aunque la Torá afirma que “él [el hombre] gobernará sobre ti [la mujer]”[5] (וְהוּא יִמְשָׁל בָּךְ), en su casa, la situación es al revés y su esposa le gobierna. El Kotzker respondió que la afirmación de la Torá es ciertamente eterna, pero la frase completa dice: “tu impulso [el de la esposa] será para tu marido, y él te gobernará” (וְאֶל אִישֵׁךְ תְּשׁוּקָתֵךְ וְהוּא יִמְ שָׁל בָּךְ) – si la esposa es la que anhela a su marido, entonces él la gobernará, pero si eres tú quien anhela a tu esposa, concluyó el Rebe, la situación es al revés.
En nuestro verso, los sabios afirman:[6]
Rabí Itzjak dice en nombre de Rabí Ami: Si la mujer emite semilla primero, da a luz a un varón, y si el hombre emite semilla primero, ella da a luz a una mujer, como está dicho: “Una mujer cuando produce semilla y da a luz un varón”.
La “mujer” y el “hombre” en este pasaje pueden interpretarse metafóricamente. Quien se siente atraído primero, en lo que se conoce como “un despertar desde abajo” (אִתְעָרוּתָא דִלְתַתָּא), para conectarse con el otro, se denomina “mujer”. Así, si es el marido el que se siente atraído por su mujer, despierta a su “mujer”, es decir, su cromosoma X recesivo y por tanto nacerá una niña. Pero si es la esposa la que se siente atraída por su marido, es su “mujer” la que despierta, es decir, su cromosoma X recesivo, que entonces atrae hacia sí, espiritualmente, un espermatozoide con el cromosoma Y dominante y el niño será un varón.
(de Torá Jaim)
SEGUNDA LECTURA:
ASPECTOS MATEMÁTICOS
וְהִ֕יא הָפְכָ֖ה שֵׂעָ֣ר לָבָ֑ן
(תזריע יג, י)
“El pelo se ha vuelto blanco”
(Levítico 13:10)
La frase que veremos tiene 4 palabras y 14 letras en el hebreo original, “se han vuelto algunos cabellos blancos” (וְהִיא הָפְכָה שֵׂעָר לָבָן). El valor de la frase completa es 784 o 28 al cuadrado. Además de ser una frase independiente gramaticalmente, cuando el valor de una frase es un número cuadrado, eso también indica su coherencia interna.
Dado que 28 al cuadrado es el mismo valor que 2 al cuadrado por 14 al cuadrado, y 2 al cuadrado es 4, el valor promedio de cada palabra en esta frase es 14 al cuadrado, o 196.
Como el valor total de la frase es 28 por 28, que es lo mismo que 28 por 2 por 14, y tenemos 14 letras, se deduce que el valor promedio de cada letra es 2 por 28, o 56. Veamos más detenidamente este producto, 2 por 28. 28 es un número figurado, lo que significa que podemos tomar 28 puntos (o letras) y organizarlos gráficamente en forma de triángulo. En este caso, 28 es el triángulo de 7.
Ahora, 2 por 28 se pueden organizar como dos triángulos uno detrás del otro, o en forma de diamante. Así, 56, el valor medio de cada letra de la frase es el diamante del 7.
Además, ahora hemos visto que el valor de la frase completa es 28 por 28, mientras que el valor promedio de cada letra de la frase es ¡28 más 28!
Las letras finales de la frase “el pelo se ha vuelto blanco” (וְהִיא הָפְכָה שֵׂעָר לָבָן) forma la palabra “Aharon” (אַהֲרֹן), en secuencia, cuyo valor es 256 o 16 al cuadrado. Las letras restantes entonces son igual a 784 menos 256, o 528, que también es un número triangular, específicamente el triángulo de 32, que escribimos usando la siguiente notación: r32. Pero observará que 32 es 2 por 16. Entonces, hemos encontrado una relación matemática muy interesante, no del todo trivial:
282 = 162 ┴ Δ (16 ┴ 16)
El valor de un número triangular se calcula fácilmente mediante la fórmula:
Δn = n (n ┴ 1) /2
Así, tenemos que
282 = 16 ∙ 16 ┴ 32/2 ∙ 33, o
282 = 16 ∙ 16 ┴ 16 ∙ 33 = 16(16 ┴ 33) = 16 ∙ 49 = 42 ∙ 72
¡Así que hemos encontrado que el cuadrado de 28 es igual al ¡producto de otros dos cuadrados, 4 y 7! Esto es especialmente hermoso porque 28 es el producto de 4 y 7. Un desafío para el lector: ¿hay otro triplete de números para el cual esto sea cierto?
Palabras y letras alternas
16, la raíz del valor de “Aharón”, figura aún más prominentemente en esta frase cuando consideramos la alternancia de palabras. La suma de la primera y tercera palabra – וְהִיא שֵׂעָר – es 592, o 16 veces 37. La suma de la segunda y cuarta palabras – הָפְכָה לָבָן – es 192, o ¡16 veces 12! Por supuesto, ya sabemos que la suma de 37 y 12 debe ser 49, o 7 al cuadrado, como se vio anteriormente.
Hagamos lo mismo con las letras de la frase. La suma del primer conjunto de letras alternas – ויהכשרב – es 543, que dicho sea de paso es el valor de la denominación de Di.s, “Seré el que seré”[7] (אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה). La suma del segundo conjunto de letras alternas, האפהעלנ, es 241, el secreto del acrónimo אָמַר, que representa las tres etapas de formación: luz, agua y firmamento (אוֹר מַיִם רָקִיעַ). Matemáticamente, 241 es el número del pacto de 16, lo que significa que 241 puntos se pueden organizar en forma de dos triángulos de 16, colocados vértice contra vértice, con otro punto llamado “signo del pacto” entre los dos vértices.
Pero lo que es aún más interesante es que, así como la suma de los dos conjuntos alternos es 784, un número cuadrado, su diferencia: 592 menos 192 también es un número cuadrado, 400, el cuadrado de 20.
Podemos dividir aún más el segundo conjunto de letras alternas, האפהעלנ, observando los dos conjuntos de letras alternas que contiene. El primer conjunto serán las letras הפענ, cuya suma es 205, y el segundo conjunto será אהל, cuya suma es 36. Ahora hemos dividido la frase en 3 partes cuyos valores son 543, 205 y 36.
Podemos usar el método de Newton de “diferencias finitas” para crear una serie cuadrática discreta a partir de estos 3 números:
36 | 205 | 543 | |||
169 | 338 | ||||
169 | |||||
El número de la última fila, 169, se conoce como base de la serie. 169 es el cuadrado de 13.
Podemos usar la base para extender la serie hacia adelante:
36 | 205 | 543 | 1050 | ||||||
169 | 338 | 507 | |||||||
169 | 169 | ||||||||
Por tanto, el siguiente número es 1050, y la suma de los cuatro números de la serie (36, 205, 543 y 1050) es 1834 – un número que tiene dos propiedades interesantes:
Primero, 1834 es la suma de los primeros 14 números inspiradores (también conocidos como “números cuadrados centrados” en matemáticas). Los números inspiradores se definen como la suma de dos números cuadrados consecutivos, tales que f[n] = n2 ┴ (n – 1)2. Los primeros números inspiradores son, por tanto, 1, 5, 13, 25, 41, etc.
En segundo lugar, 1834 es un número figurado tridimensional especial conocido como número octaédrico. Así es como se ven los primeros números octaédricos:
Debe quedar claro que un número octaédrico se compone de dos pirámides cuadradas, donde cada pirámide es una suma de cuadrados. Gráficamente, no debería ser muy difícil convencernos de que cada número octaédrico es en realidad una suma de números inspiradores. Y entonces tenemos eso:
Si quisiéramos una función más simple para los números octaédricos,[8] podemos usar la siguiente:
Oct[n] = n (2n2 ┴ 1) / 3
(de Meditación Matemática Semanal)
TERCERA LECTURA:
LOS COLORES DEL TZARA’AT
וְהָיָ֞ה בִּמְק֤וֹם הַשְּׁחִין֙ שְׂאֵ֣ת לְבָנָ֔ה א֥וֹ בַהֶ֖רֶת לְבָנָ֣ה אֲדַמְדָּ֑מֶת וְנִרְאָ֖ה אֶל־הַכֹּהֵֽן
(תזריע יג, יט)
“ En el lugar de la inflamación hay una mancha blanca como la lana o una mancha blanca como la nieve veteada de rojo, debe mostrársela al sacerdote..”
(Levítico 13:19)
Uno de los temas principales en Parashat Tazria son los colores. Los colores y las ligeras diferencias entre las tonalidades de un mismo color son un aspecto central para reconocer y decidir si una persona está afectada por tzara’at, la enfermedad bíblica conocida por su traducción como “lepra”, pero que es muy diferente de la enfermedad moderna que lleva este nombre.
El primer color, y el más importante es el blanco. En total, los sabios identifican cuatro tipos de blanco, que se identifican en el versículo: “Si una persona desarrolla una mancha blanca como la lana, una mancha blanca sombreada o una mancha blanca como la nieve en la piel de su carne”[9] (אָדָם כִּי יִהְיֶה בְעוֹר בְּשָׂרוֹ שְׂאֵת אוֹ סַפַּחַת אוֹ בַהֶרֶת). Aunque el verso parece indicar sólo 3 tonos de blanco, los sabios escriben:[10]
Los signos de una lesión [tzara’at] son dos, que en realidad son cuatro. La mancha brillante [בַהֶרֶת] es un blanco brillante como la nieve; secundario a él es la señal que es tan blanco como la cal del Templo.
La erupción [שְׂאֵת] es tan blanca como la membrana de un huevo; secundario a ello está lo que es blanco como la lana, palabras de Rabi Meir.
Pero los sabios dicen: la erupción [שְׂאֵת] es blanca como la lana y secundario a ello está lo que es como la clara de la membrana de un huevo.
Después del blanco encontramos el negro, el amarillo y el rojizo. El blanco aparece sobre la piel desnuda. El amarillo aparece donde crece el pelo. El blanco aparece donde hay una lesión en la piel, mientras que el amarillo aparece donde crece el cabello y no se llama lesión (נֶגַע) sino un netek (נֶתֶק). El cabello negro es un signo de pureza y de que la persona está sana. Finalmente, el color rojizo aparece en referencia a una quemadura que desarrolla una lesión.[11]
¿Por qué el blanco es el color de una lesión impura? Por lo general, la gente asocia el blanco con la pureza. Sin embargo, ser demasiado blanco (como los cuatro tonos blancos de tzara’at que acabamos de ver) significa que una persona se está exculpando demasiado a sí misma. Él siempre tiene razón y todos los demás están equivocados. Estar “blanco”, exculparse a sí mismo es el sello distintivo de Labán, el suegro de Iaacov y hermano de su madre Rivka. El nombre de Labán significa literalmente “blanco”. También se le llama Labán el Arameo (הָאֲרַמִּי), que los sabios permutan para formar la palabra “el embaucador” (הָרַמַּאי).[12] Así como el color blanco se divide en dos tonos principales y dos tonos secundarios, Labán tuvo cuatro hijas: dos hijas de una madre, Lea y Rajel, y dos hijas de una sierva, Zilpa y Bilha. Los cuatro son, por supuesto, las contrapartes sagradas de los cuatro tipos de blanco que indican un estado de impureza, siguiendo el principio de que “esto opuesto a esto ha hecho Di-s”[13] (גַּם אֶת זֶה לְעֻמַּת זֶה עָשָׂה הָאֱ־לֹהִי).
Una vez más, ser “blanco” significa auto-exonerarse, descartar los propios errores. Cuando consideramos que la guematría de “serpiente” (נָחָשׁ) es la misma que “Mashíaj” (מָשִׁיחַ), entonces llegamos a comprender que el lado positivo de la serpiente primordial es el rey de la generación que, como el rey David, está dispuesto a reconocer sus errores. Cuando el rey David levantó sus manos, reconociendo: “He pecado”,[14] rectificó el pecado de Adán, como de hecho el versículo alude a Adán, “Si una persona desarrolla una mancha blanca como la lana”, que en el hebreo original se refiere a una persona como “un Adán”. El pecado de Adán no fue tanto comer del Árbol del Conocimiento, sino que culpó a su esposa por sus acciones. La lección más importante que todo marido debería aprender de Adán es no culpar a su esposa. Todos los problemas del mundo comenzaron culpando a la mujer. Si Adán simplemente hubiera admitido espontáneamente su culpa, todo le habría sido perdonado. Es este rechazo de la responsabilidad lo que causa tzara’at.
El primer tema en la parashat Tazria – la concepción de un niño por ambos padres [ver la primera parte] – también está relacionado con los colores, porque los sabios nos dicen que el padre da todo lo blanco que hay en el niño y la madre da todo lo que hay de rojo en él.
Los tres colores que hemos mencionado, blanco (לָבָן), amarillo (צָהֹב) y “negro” (שָׁחֹר), tienen tres letras en hebreo y la suma de sus valores es el mismo que el nombre de nuestra porción de la Torá, Tazria (תַזְרִיעַ).
Las enseñanzas jasídicas explican que la razón de todos los casos de tzara’at es la presencia del principio madre, Ima, sin la presencia del principio padre, Aba. Expliquemos esto de una manera psicológica sencilla. Si una persona crece en un hogar en el que la madre constantemente da todo lo que debe para proporcionarle una buena educación, jinuj con dedicación, como decimos en hebreo, pero el padre no contribuye a la educación, entonces los hijos sufren. Esto afecta tanto a los niños como a las niñas, pero especialmente a las niñas. Si el padre no se asocia con la madre, las niñas no sólo no salen tan bien como podrían, sino que también sufren.
En el lenguaje de la Cabalá, en lugar de que las niñas sean bendecidas y salgan como Lea, Rajel, Bilha y Zilpa, emergen como sus contrapartes impuras, cuyos nombres no mencionaremos.
La conclusión es que tanto la madre como el padre necesitan estar presentes juntos en el hogar. Deben cooperar y compartir la carga de criar a los niños. Este es un gran principio de la Torá que se desprende de la consideración de la Torá sobre el tzara’at.
Dado que el valor de “Tazria” (תַזְרִיעַ) es igual a los nombres de los tres colores principales asociados con tzara’at y la frase completa es “Una mujer cuando produce semilla” (אִשָּׁה כִּי תַזְרִיעַ), podemos asociar colores con lo femenino. El único color que no apareció en nuestra guematría es el “rojizo” (אֲדַמְדַּם), que en el tzara’at aparece sólo junto con el blanco. En otras palabras, no hay rojizo por sí solo, sólo cuando se mezcla (פָּתוּךְ) con blanco, como dice el versículo, “una mancha blanca como la nieve veteada de rojo”[15] (בַהֶרֶת לְבָנָה אֲדַמְדָּמֶת). Así, el rojizo que acompaña al blanco es signo de padre y madre que no se separan, esto en contraste con el amarillo y el negro que también simbolizan estados de enfermedad y salud,[16] respectivamente, pero no se mezclan.
La suma de “blanco” (לָבָן) y “rojizo” (אֲדַמְדָּמֶת) – usando la ortografía en la que aparecen por primera vez – es el valor de la declaración inicial del Mishné Torá de Maimónides, “el fundamento de todo fundamento, el pilar de todo sabidurías” (יְסוֹד הַיְּסוֹדוֹת וְעַמּוּד הַחָכְמוֹת), un número que nos agrada y que también es el triángulo de 48, en alusión a los 48 atributos con los que se debe poseer la Torá. La suma de la versión masculina de estos dos colores – לָבָן אֲדַמְדַּם – es 776, el mismo que “la venida de Mashíaj” (בִּיאַת הַמָּשִׁיחַ).
(de un shiur dado el 18 de Adar 5773)
CUARTA LECTURA:
COMBINACIONES DE TZARA’AT
א֣וֹ בָשָׂ֔ר כִּֽי יִהְיֶ֥ה בְעֹר֖וֹ מִכְוַת־אֵ֑שׁ וְֽהָיְתָ֞ה מִֽחְיַ֣ת הַמִּכְוָ֗ה בַּהֶ֛רֶת לְבָנָ֥ה אֲדַמְדֶּ֖מֶת א֥וֹ לְבָנָֽה
(תזריע יג, כד)
“O carne cuya piel tiene una quemadura como de fuego y en la parte curada de la quemadura tiene una mancha blanca como la nieve o blanca con vetas rojas o uniformemente blanca.”
(Levítico 10:13)
Primero introduzcamos las leyes pertinentes con respecto a tzara’at. El primer verso a este respecto dice: “Si a una persona le sale en la piel de su carne una mancha blanca como la lana, una mancha blanca como la nieve o una mancha blanca como la nieve”[17] אוֹ סַפַּחַת אוֹ בַהֶרֶת)). La traducción literal sería un poco diferente y los sabios identifican el primer tipo de lesión, que está “elevada” (שְׂאֵת) y aquí traducida como “lana blanca”, y el tercer tipo de lesión, que es “brillante” (בַהֶרֶת) y aquí traducido como “blanco como la nieve”, como las dos categorías principales de lesión. El segundo tipo de lesión, que es literalmente una “erupción”[18] (סַפַּחַת) y que aquí se traduce como “de color blanco” es un subtipo. Lo que es un poco complejo es que el subtipo de cada categoría tiene el mismo nombre, “erupción” (סַפַּחַת), por lo que el segundo tipo de lesión en el versículo es el nombre de dos subtipos separados de lesiones, uno que es subordinado a la categoría elevada de lesiones y uno que está subordinado a la categoría brillante de lesiones.
Lo que diferencia las categorías y los subtipos entre sí es que cada uno tiene un tono de blanco diferente. Cuando una lesión aparece en cualquiera de estos tonos se considera impura, porque estos “blancos” no son de una dimensión sagrada (tendemos a asociar el blanco con la pureza), porque aquí representan un estado de auto exoneración sumado a una actitud crítica hacia los demás.
El tono más elevado de blanco se describe como “blanco nieve” (עַזָּה כַשֶּׁלֶג), es decir, el “brillante” (בַהֶרֶת). Su subtipo es el tono blanco “como la cal del templo” (כְּסִיד הַהֵיכָל). La lesión “levantada” (שְׂאֵת) se describe como blanca “como lana blanca” (כְּצֶמֶר לָבָן). Su subtipo es el tono que se describe como blanco “como la membrana de un huevo” (כִּקְרוּם בֵּיצָה).
Uno de los temas más importantes planteados por los sabios es si se combinan o no lesiones de diferentes tonos. La regla general es que sólo una lesión que sea al menos del tamaño de un frijol partido hace que una persona sea impura. Pero, ¿qué pasa si hay dos lesiones adyacentes, la mitad del tamaño de un guisante partido de una categoría de lesión y la otra mitad del tamaño de un guisante partido de la otra categoría de lesión? ¿Se combinan estas dos áreas para crear el área mínima de una tzara’at? Realmente necesitas tener buenos ojos para poder notar la diferencia.
Incluso sin entrar en todas las complejidades de los argumentos jurídicos presentados en los comentarios, podemos decir algunas cosas generales. En total hay 6 combinaciones posibles entre las categorías y subtipos de lesiones que se pueden realizar: 1) las dos categorías superiores, brillantes y elevadas, 2) brillantes con su subtipo “cal del templo”, 3) elevadas con su subtipo “la membrana de un huevo”, 4) brillante con el subtipo de la otra categoría, “la membrana de un huevo”, 5) elevado con el subtipo de la otra categoría, “cal del Templo”, y 6) los dos subtipos, “cal del Templo” con “membrana de huevo”, juntos.
La mayoría de los comentarios dicen que sólo tres de estas combinaciones se tratan como válidas y son las opciones 1, 2 y 3. La combinación de las dos categorías principales se menciona explícitamente en el versículo: “Si una persona desarrolla una lana [levantada] -mancha blanca, [subtipo, es decir] una mancha blanca, o una mancha [brillante] blanca como la nieve en la piel de su carne”: lo elevado y lo brillante aparecen juntos en el verso. Asimismo, 2 y 3 significan que una de las categorías superiores se combina con su subtipo y esta combinación también aparece en el verso.
Sin embargo, las combinaciones 4, 5 y 6 no se consideran realmente combinables y, por lo tanto, no pueden contarse juntas para calcular el tamaño total de un frijol dividido. Se trata de una lógica simple y directa, que no puede ser cuestionada.
Maimónides, sin embargo, gobierna de manera diferente. Sostiene que todos los tonos de blanco combinan. Cada lesión blanca alcanza el tamaño de medio frijol partido. Las 6 combinaciones son válidas.
Pero el fallo de Maimónides plantea una pregunta muy simple y directa: si todos los tonos de blanco se combinan, ¿qué beneficio hay en diferenciarlos? ¿Qué propósito práctico podría tener diagnosticar la tzara’at mientras se diferencia entre los diferentes colores? Este es el trasfondo de lo que Maimónides escribe en sus Leyes de la impureza de Tzara’at, capítulo 1, halajá 3:
Estos cuatro matices de lesiones de tzara’at se pueden unir entre sí y se consideran una sola lesión, ya sea que esto produzca una sentencia más indulgente o una sentencia más estricta, ya sea al comienzo de la observación de la lesión o al final. de los siete días, ya sea después de que la persona afectada por tzara’at fue liberada de la impureza o definitivamente categorizada como afligida.
¿Qué está implícito? Si una lesión era completamente blanca como la nieve o como la cal del edificio del Templo o como lana limpia o como la membrana de un huevo o una lesión era variada en apariencia, parte de su blancura era la sombra de “brillante” y parte era como la sombra del “levantado” y parte como la sombra de un subtipo, todos se consideran como una sola apariencia.
Si es así, ¿por qué los Sabios las contaron y dijeron: “Las sombras de las imperfecciones de tzara’at son ‘dos que son cuatro’?” Para que uno entienda las diferentes apariencias. Porque cualquier sacerdote que no reconozca las diferentes apariencias y sus nombres cuando se le enseña e informa, no debe evaluar una lesión hasta que las comprenda y las reconozca y pueda decir: “Éste es el “brillante” y éste es su subtipo”. . Este es el “levantado” y este es su subtipo”.
Maimónides sostiene que corresponde al sacerdote poder diferenciar entre los diferentes tipos. Pero de nuevo, ¿por qué? ¿Qué podemos ganar con su conocimiento? ¿Existe alguna diferencia práctica?
El problema espiritual en la raíz de tzara’at es que hay una revelación del Principio Madre sin el Principio Padre.[19] ¿Cuál es la diferencia entre los dos? El Principio Madre se refiere a nuestra conexión con la realidad. El lenguaje jasídico asocia el Principio Madre con la realidad: el “comienzo de la realidad” (ראשית המציאות). El Principio del Padre, por otro lado, se refiere a la esencia y se describe como el “comienzo de la revelación” (ראשית הגילוי).
Al final del Tania el Alter Rebe escribe que hay ciertas leyes (halajot) que nunca se cumplirán en la realidad. ¿Cómo entonces se les puede llamar “halajot”? Su respuesta es que en la sabiduría suprema del Mundo de Emanación estas leyes sí tienen un lugar. En otras palabras, en la sabiduría suprema asociada con el Mundo Divino de la Emanación, existe una diferencia necesaria incluso entre aquellas cosas que nunca serán diferenciadas en la realidad (es decir, la realidad práctica de los tres Mundos inferiores). De hecho, si la autoridad legal no sabe diferenciar entre estos diversos aspectos, no puede actuar como juez en la realidad inferior. Ésta es una aplicación muy práctica: no puedes rectificar la realidad si no conoces cosas que no tienen relación con la realidad. Esto parece contradictorio, pero es la verdad.
En la práctica, en el caso de diferenciar tonos de blanco, la sentencia de Maimónides demuestra claramente la diferencia entre los Principios de la Madre y del Padre. Tener una conexión únicamente con el Principio Madre significa simplemente saber que todos los tonos de blanco se combinan, sin la necesidad de poder identificar la diferencia entre ellos. ¿Cuál es entonces la revelación del Principio Padre? El Arizal afirma explícitamente que el sacerdote que observa y mira la nota al pie está proporcionando a la lesión la luz o revelación faltante del Principio del Padre. La mirada del sacerdote tiene el poder de curar tzara’at de esta manera. Y esta mirada depende de que el sacerdote sea capaz de diferenciar los tonos de blanco, aunque según Maimónides no hay manera de aplicar este conocimiento en la realidad. Para poder rectificar la realidad es necesario ser un experto en diagnóstico, incluso si su análisis no tiene relación con la realidad. Para curar una lesión es necesario poder, al menos en teoría, hacer un diagnóstico.
(De una clase impartida el 27 de 2 de Adar de 5768)
QUINTA LECTURA:
SANANDO CON LOS NOMBRES DIVINOS
נִרְפָּ֥א הַנֶּ֖תֶק טָה֣וֹר ה֑וּא וְטִהֲר֖וֹ הַכֹּהֵֽן
(תזריע יג, לז)
“la llaga ha sido curada; la persona es pura y el sacerdote la declarará pura”
(Levítico 13:27)
El mínimo común denominador de los nombres de Dios
El valor de la frase “la herida ha sido sanada; la persona es pura” (נִרְפָּא הַנֶּתֶק טָהוֹר הוּא) es 1118, el famoso valor del Shemá, “Escucha, oh Israel, Havaiá es nuestro Dios, Havaiá es Uno”[20] (שְׁמַע יִשׂ ְרָאֵל י-הוה אֱ-לֹהֵינוּ י- הוה אֶחָד). El Shemá es la declaración por excelencia de la fe judía en la unidad de Dios, específicamente, que los dos Nombres de Dios, Havaiá, que designa Su trascendencia sobre todo, y Elokim, que se refiere a Su inmanencia dentro de todo, son uno y el mismo. Los valores de Havaiá (י-הוה) y Elokim (אֱ-לֹהִים) son 26 y 86, respectivamente y 1118 es el mínimo común denominador[21] de estos dos números. Así, 1118 refleja matemáticamente la unidad entre estos dos Nombres de Dios, tal como el Shemá establece su unidad con palabras. Este reflejo simultáneo multilingüe (matemático y lingüístico) de unidad es suficiente para demostrar la importancia crucial de analizar la Torá cuantitativamente.
Nombres divinos y Cabalá
Cualquiera que esté íntimamente familiarizado con la Cabalá, especialmente su exposición y reformulación luriánica, reconoce la importancia de estos dos Nombres Havaiá y Elokim al establecer los fundamentos de esta teología no oficial de la Torá. El rabino Isaac Luria, el Arizal, identifica los “rellenos” de estos dos Nombres como fundamentales en la construcción del marco del pensamiento cabalístico.
El Nombre Havaiá tiene 27 posibles rellenos, de los cuales 4 son identificados como centrales por el Arizal:
יוד הי ויו הי y יוד הה וו הה, יוד הי ואו הי, יוד הא ואו הא
Sus valores son 72, 63, 45 y 52, respectivamente, y su suma es 232.
El nombre Elokim solo tiene 3 posibles rellenos cuyos valores son
300 (אלף למד הי יוד מם), 291 (אלף למד הא יוד מם), 295 (אלף למד הה יוד מם)
Su suma es 886.
Al unir todo, nos damos cuenta de que la suma de estos siete llenados de Havaiá y Elokim también es 1118.
Volviendo a nuestra frase, “la herida ha sido sanada; la persona es pura” (נִרְפָּא הַנֶּתֶק טָהוֹר הוּא), cuyo valor es como se indica en 1118, ahora notamos que se divide en dos subfrases (con el punto y coma proporcionando la división). Sorprendentemente, la primera mitad, “la herida está curada” (נִרְפָּא הַנֶּתֶק) equivale a 886, y la segunda mitad, “la persona es pura” (טָהוֹר הוּא) ¡¡¡equivale a 232!!!
Revelar a Dios en la naturaleza
Netek, o scall, en hebreo significa literalmente desapego y, por lo tanto, este tipo de lesión alude a una desconexión de la Divinidad, la razón última de tzara’at específicamente y de toda enfermedad, espiritual o física, en general. Decir que la herida está sanada implica que se ha formado una nueva conexión con la Divinidad y que es más fuerte que nunca.
Es a esta unificación a la que alude el Shemá. El Nombre Elokim representa a Dios como Naturaleza (el valor de Elokim, 86, es también el valor de la “naturaleza” הַטֶּבַע, el reino en el que Dios está oculto. Havaiá, por otro lado, representa una conciencia eterna, continua y directa de Dios Cuando Elokim se unifica con Havaiá, incluso la Naturaleza, incluso el cuerpo humano, revela que todo es Dios y Dios es todo.
Dos etapas de curación
La curación aquí ocurre en dos etapas. El primero se ve afectado por el Nombre Elokim, correspondiente a las dos primeras palabras de la frase “la herida ha sanado” (נִרְפָּא הַנֶּתֶק), que equivale a 886 y es la suma de las llenuras de Elokim. Este Nombre actúa para endulzar los duros juicios en su origen, específicamente.
Luego la segunda etapa, correspondiente a las dos últimas palabras de nuestra frase, “la persona es pura” (טָהוֹר הוּא), cuya suma es 232, se ve afectada por el Nombre Havaiá, que afecta la revelación de la esencia misma del alma, sobre la cual decimos en las oraciones de la mañana: “Es puro” (טְהוֹרָה הִיא). El alma se describe de esta manera porque su fuente está en el Tahiru supremo (טְהִירוּ עִלָּאָה), un reino que es pura conciencia Divina y la fuente de todos los pares de letras hebreas que forman la base del idioma hebreo a través de las 231 Puertas.
Celos
Una última observación sobre esta frase. La primera y la última letra de sus dos primeras palabras, “la herida ha sido curada” (נִרְפָּא הַנֶּתֶק), que dijimos representan el endulzamiento de los duros juicios en su origen, también revelan dónde está la causa raíz del inicio de la tzara’at. mentiras. Estas cuatro letras forman la palabra “celos” (קִנְאָה), revelando que tzara’at es causada por los celos, que cuando se anulan y se curan provocan la recuperación de la enfermedad.
[1] Génesis 1:28
[2] Kidushin 35a
[3] Levítico 12:2
[4] Sotá 29a
[5] Génesis 3:16
[6] Nidá 31a
[7] Éxodo 3:14
[8] Por cierto, cuando nos referimos a números figurados, solemos hacer referencia a la Enciclopedia en línea de secuencias íntegras (oeis.org), donde se catalogan estas series o secuencias de números. Las series que hemos mencionado en este artículo son: los números triangulares son la secuencia A000217, los números cuadrados son la secuencia A000290, los números inspiradores o cuadrados centrados son la secuencia A001844, los números de diamante también se conocen como números pronicos y son la secuencia A002378, los números de pacto no tienen una representación exacta en oeis.org, los números octaédricos son el número de secuencia A000590.
[9] Levítico 13:2
[10] Mishná Negaim 1:1
[11] Levítico 13:19
[12] Bereshit Rabá 70:13
[13] Eclesiastés 7:14
[14] II Samuel 12:13
[15] Levítico 13:19
[16] En la quinta lectura de nuestra parashá, Ibíd. 13:29-37.
[17] Levítico 13:19
[18] En hebreo moderno, esta palabra se utiliza como traducción de “psoriasis”.
[19] Véase más en el artículo de la tercera parte
[20] Deuteronomio 6:4
[21] El mínimo común denominador de 26 y 86 se refiere al número más pequeño que es múltiplo de ambos números. La multiplicación en aritmética actúa como un verdadero operador unificador, asegurando que el producto sea proporcional a ambos multiplicandos. Aplicando esta última afirmación a nuestra relación entre 26, 86 y 1118, podemos imaginar una regla con 26 unidades y una regla con 86 unidades; 1118 es el primer número de unidades que se pueden medir con precisión usando ambas reglas.