CASA DE ESTUDIOS
OD IOSEF JAI
DEL RABINO ITZJAK GINSBURGH
Jasidut para la parashá Vaera 5785 con el rabino Itzjak Shapira
¿QUÉ TE DA VIDA?
La semana pasada hablamos sobre cómo Dios le dice a Moisés que desea darse a conocer en el mundo. En esta parashá, se describe cómo Dios revela Su presencia rompiendo la realidad que bloquea Su manifestación en el mundo, y esto lo hace a través de las diez plagas.
La principal barrera para la revelación divina en el mundo es la figura del faraón, y por eso las plagas están dirigidas especialmente hacia él. ¿Cuál es la visión del mundo del faraón? Faraón afirma que existe una realidad que se sostiene por sí misma, en la cual el ser humano es una parte central. Según él, el ser humano es el único consciente de que la realidad se crea a sí misma, y por eso concluye que es el ser humano quien genera toda la realidad. De ahí que faraón diga: “El río es mío, y yo me hice a mí mismo”, viéndose como la cúspide de la realidad, en la cual todo está subordinado a él.
Así también, dentro de cada persona hay un “faraón” que piensa que vive por sí mismo y que todo gira en torno a él. El propósito de las diez plagas es “romper” ese faraón interno y revelar a Dios en nosotros.
Las diez plagas y las diez sefirot
El Arizal enseña que el orden de las diez plagas corresponde a las diez sefirot, de abajo hacia arriba. Cuando organizamos las sefirot según la estructura cabalística de derecha-izquierda-centro, se revela una interesante distinción:
- Corona (Keter): Plaga de los primogénitos
- Sabiduría (Jojmá): Oscuridad
- Entendimiento (Biná): Langostas
- Bondad (Jésed): Granizo
- Rigor (Guevurá): Peste
- Belleza (Tiféret): Epidemia
- Victoria (Nétzaj): Piojos
- Esplendor (Hod): Ranas
- Fundamento (Yesod): Sangre
- Reino (Maljut): Agua convertida en sangre
¿De dónde recibimos nuestra vitalidad?
Centrándonos en la primera plaga, la de sangre, vemos cómo desafía la percepción del faraón sobre sí mismo:
El líquido interno del ser humano es la sangre, y el externo, el agua. El agua externa proporciona vida, mientras que la sangre interna no puede hacerlo. Esto se debe a que la vitalidad en el agua es abstracta y viene de fuera, mientras que la vitalidad en la sangre está atrapada dentro de la realidad física.
La plaga de sangre enseña que la realidad no puede sostenerse por sí misma, y tampoco el ser humano. Cuando el ser humano se percibe como el centro absoluto de la existencia, pierde la fuente de su vitalidad. Esta plaga nos enseña que la única manera de recibir vida es conectándonos con la fuente de vida que está fuera de nosotros: Dios.
De esta manera, la plaga de sangre rompe al “faraón” interno que llevamos dentro, mostrándonos que no podemos vivir por nosotros mismos, sino que toda nuestra vida proviene de Dios, quien nos da vida constantemente.
Shabat Shalom
Beit Midrash “Od Yosef Jai”
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